LA SIMPLEZA DE SER, SENCILLAMENTE
Cuando “mi cuerpo se consagre al frío” Aníbal Núñez.
Nacimos de un asombro
y volvemos al seno del silencio,
transidos de otro asombro menos pleno.
Por el medio, tan solo los destellos
fugaces y confusos de las sombras.
Nacer es siempre al borde del abismo,
como con la certeza del intruso
en los predios del tiempo y del espacio,
por un rato inconcreto y peligroso.
Después, cualquier imagen
que a veces nos detiene y nos recuerda
la simpleza de ser, sencillamente.
Vemos sombras que visten desnudeces
cuando la tarde marcha lentamente
camino de la noche y las estrellas.
A veces cualquier línea deja el poso
de lo que pretendió ser luz o sombra,
o las nubes se alargan
en estériles formas inconexas.
La lluvia deja el poso sempiterno
de lo que fue rocío y ahora es brisa
que nos ha de llevar hasta el olvido.
Qué densa lentitud la de las sombras,
qué obsesión de avanzar en las tinieblas,
qué gravidez la de inmensa noche,
qué brisa sobre el tiempo las estrellas.
Cuando el silencio suene limpiamente,
“cuando mi cuerpo se consagre al frío”,
se habrán cumplido todas la preguntas,
mi desierto sentir será la nada.
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