martes, 22 de mayo de 2012

ME PERSIGUE EL DESEO DE OTRA DICHA


Me persigue el deseo de otra dicha
más honda y duradera, más desnuda
del cuerpo y el vestido de las cosas.
Quiero vivir tranquilo al otro lado
del muro de las leyes y las causas
que me dan razón cierta
de todo lo que muestras a mis ojos:
tu talle y tu sonrisa,
la curva de tus senos, las tormentas
del mar de tus olvidos,
tu mirada y tus gestos,
en suma, la rutina en que la vida
convierte la matriz de nuestra historia.

Porque, lo sabes bien, el tiempo pasa,
se rompe la ecuación por cualquier parte,
se alteran los sumandos y la vida
se despoja, a su modo,
de cualquier alegría satisfecha.
Al fin -hay que aceptarlo-,
todo nos fue prestado por un rato.

Y, si se va la luz de la concordia,
nos acecha el dolor, como si un vado
se quedara al secano en el estío.
La vida es un anhelo intermitente
de montañas y valles que caducan
y dejan el dolor de las ausencias,
el impulso irredento
de volverlos a hallar en cualquier parte.

No me siento culpable; no depende
sino de la conciencia insuficiente
de las leyes que impone la razón.

Por eso te conjuro y me conjuro
para lo que depende de nosotros,
de nuestra voluntad por ser los dueños
de todos los ataques a las leyes,
de la ruptura estricta
de lo que huela a causa y consecuencia.

Ya lejos de las normas, de los nombres
impuestos por los otros, por nos-otros,
venceremos al mundo y viviremos
en la verdad sublime y duradera,
sin noticia del tiempo y del espacio.

¿Bailamos este vals de la alegría?

No hay comentarios: