martes, 3 de diciembre de 2013

CON TODAS LAS DE LA LEY

  
Estoy afiiliado a un sindicato desde hace no sé cuántos decenios. He pagado y sigo pagando mi cuota, una cuota que sé que ahora es menor por mi condición de jubilado y que, si he de decir la verdad, no sé a cuánto asciende ni en realidad lo he sabido nunca. No tengo recuerdos de que ese sindicato me haya solucionado ningún contratiempo: será prueba de que no lo he necesitado y de que, en realidad, si he sido y soy afiliado, lo soy por testimonio más que por necesidad. Suerte que tengo y nada más. El sindicato al que estoy afiliado es, por supuesto, de los de clase. Pocas cosas entiendo más egoístas y perniciosas que un sindicato corporativo pues me parece que no es otra cosa que una empresa con cara embadurnada que se ocupa solo de sus afiliados aunque en el resto del mundo se esté produciendo una guerra nuclear. La mejor prueba es que casi todos ellos son de derechas y tienen como afiliados a gentes que llegan bien a fin de mes, cuando no son auténticos privilegiados (pilotos, maquinistas…). Bien poco les ocupa a estos sujetos si el índice de la vida sube o baja, con tal de que su convenio, y solo el suyo, se redacte con cláusulas generosas para ellos.
Pero es que los otros, los de clase, aquellos que en teoría se ocupan de todos, encajan sus demandas en una concepción social global, y son producto de una ideología determinada de izquierdas (por supuesto que son ideológicos, ¿qué iban a ser, si no, egoístas como los otros?) andan también de capa caída. Entre todos se han ocupado de matarlos para que ellos solos se mueran.
Las reformas laborales los han dejado en vanguardia, como únicos defensores de los escasísimos derechos laborales que aún se conservan y como conjuntos que gritan la necesidad de negociar en conjunto y no uno por uno y en total desigualdad con el patrono. Si ahora el trabajador no se da cuenta de la necesidad que tiene de afiliarse y de sentirse arropado por un colectivo y por una ideología social que defienda al más necesitado, esto estará herido y en la UCI para mucho tiempo y las bacterias se harán resistentes hasta comerse al enfermo.
Casi todos los medios de comunicación están en manos del dinero y de la derecha, sirven a quien sirven y no tiran piedras contra su tejado. O tal vez sí porque una vez muerto el burro… Llevan muchísimo tiempo en campaña absoluta de desprecio contra estas organizaciones sindicales y lo hacen de mil maneras: no dejando que se defiendan públicamente, destacando día a día cualquier desliz, exagerando las noticias, eliminando actividades, mofándose de las personas, mintiendo simple y llanamente… Las televisiones del TDP son un ejemplo inmejorable de ello, la emisora de la iglesia a la cabeza, como siempre. Desde su tendenciosidad tan burda y en condiciones normales, tendrían que ser, por reacción, un manantial inagotable de nuevos afiliados a los sindicatos a los que denigra. Estos, entre aquello de la aguja y los ricos, y lo del látigo del templo, si hay cielo, lo van a tener complicado para traspasar las puertas de entrada.
Falta, a pesar de todos los pesares, que son muchísimos, la actividad real de los propios sindicatos de clase. Y con frecuencia no parece la más  ejemplar. Sacar a relucir cualquier detalle y exagerarlo no quiere decir que no exista el detalle y, a veces el abuso evidente. Cuando esto se produce en tiempo de escasez, el resultado social es menos soportable.
Algo de esto es lo que ha pasado en Andalucía con la UGT. El chocolate del loro comparado con otras actuaciones, pero chocolate al fin, y ejemplo de lo que no se debe hacer nunca. Devolución de lo sustraído, condena si ha lugar y renuncia social de los responsables son las condiciones que, solo en parte, reparan el desaguisado. La renuncia de su máximo dirigente ya se ha producido, la devolución se ha de hacer si la justicia condena. Pedir perdón públicamente, si se concreta la condena, debería ser también acto exigido. Veremos. Es la mejor ayuda para exigir a los demás algo parecido.
Asuntos de este tipo debilitan conceptual y materialmente a una organización de esta clase, pero no anulan la verdad o maldad de sus fundamentos, que siguen en pie y con más necesidad que nunca en este ambiente de desamparo legal para  los más necesitados. A ver si volvemos también la mirada a esos fundamentos y los discutimos. No sé si en eso estarán también interesados los dueños de los medios de comunicación, pero sospecho que no le van a poner el mismo entusiasmo. Y, si queda tiempo, que se analice lo que comporta hacerse casi eterno en un cargo y la tendencia a las corruptelas a que invita, que tal vez ese sea uno de los fundamentos de tantas corrupciones como vemos a diario. En todos los cargos, claro, no solo en los de los demás. Porque digo yo que será parecido en los medios de comunicación, en las compañías económicas y en cualquier grupo social. Pero indagar en eso puede levantar ampollas y puede hacer aflorar consecuencias no esperadas.

Así que a la calle con todos, con los de un lado y con los de otro, al cabo de un tiempo prudencial. Los salvadores no valen nunca, pero menos si se convierten en eternos, porque les corroe la tentación de convertirse en dioses. Y luego se aprenden lo de Júpiter y actúan a su antojo. Y los pobres mortales no andamos para tanto juego macabro.

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