lunes, 30 de diciembre de 2013

EXTRAÑAS FAMILIAS


Ayer, mientras disfrutaba de las últimas horas con mi nieta, que ya me dejó hasta vísperas de reyes, se celebraba en Madrid una reunión que llaman de la familia cristiana, al mando de Rouco y sus seguidores. En todas estas concentraciones se amalgaman casi todos los elementos que propician un cóctel mitad botellón mitad mística, en el que, llegados a cierto límite de ingestión mental, todo cabe y es recibido como comida celestial.
Como siempre, mis respetos para todos ellos; algo menos para sus apreciaciones e ideas. Sobre todo por dos razones.
La primera es por ese empeño de hacer saber a todo el mundo la máxima de que lo bueno y único es lo mío y que no hay sitio para otros prismas ni para otras concepciones. Para rematar la jugada y dejarme conmocionado, además se consideran perseguidos y se vienen arriba desde esa situación anímica.
La segunda tiene que ver con la forma en que se me caen los palos del sombrajo cuando trato de aplicar sus datos y sus concepciones.
Veamos: familia cristiana, que tiene como referente la familia bíblica, con hijo inesperado, matrimonio sin consumar, padre revuelto en sus pensamientos, sin enterarse de nada y consentido, y, por si fuera poco, concepción desde el pico de los pájaros. ¡Qué tipo de familia es esta! ¿Pero cómo encaja esto con las manifestaciones contra el divorcio y toda la retahíla de invasiones callejeras protestando contra cualquier cambio en la legislación que hace referencia a la familia? ¡Qué locura para mi pobre mente! ¡Qué manera de perturbar la paz, que droga tan dura, qué revuelto de sustancias…!
Y todo ello explicado, dirigido y aplicado por padres que no saben nada de paternidad, que no practican -al menos en público- ni se jalan un rosco, y que ordenan su vida sin ninguna de las preocupaciones ni de las satisfacciones que proporciona una familia. Como si yo dirigiera la manera de cazar arañas en la selva amazónica.
Coño, prediquen el amor y la solidaridad, amplíen las libertades y no las restrinjan con el miedo del pecado, desenmascaren la hipocresía de muchos de sus benefactores que se benefician a muchas de sus fámulas, impulsen la vida y no la sometan al temor del castigo. Y no se metan en lo que no conocen, por favor. Dejen vivir y bendigan el amor.
Inevitablemente tengo que rescatar de mis anaqueles un viejo poema que dediqué a uno de los últimos papas; él también ponía empeño en controlar lo que no conocía en el sube y baja del día a día.

Hoy se destaca en todos los diarios / -página uno entera- / la enfermedad del Papa, / el Santo Padre en jerga del cristiano. // ¡Y yo que me creía que los padres, / por el hecho de serlo, / eran personas santas! // ¿Cómo, si no, los hijos / que vuelven a las tantas de la noche, / guiados por las luces temblorosas / de un vaso de ginebra de garrafa, / y con el peso del futuro a cuestas / incierto como el alba? / Por ejemplo. // ¿Acaso tiene hijos ese padre? // Dicen que sus arrugas / acumulan los años de trabajo / de múltiples viajes. // Nunca, que yo haya visto, / viajó en autocares del Imserso, / ni esperó en la consulta abarrotada / del centro de Insalud. / Sus médicos -son muchos- / lo cuidan y lo exploran cada día, / todo el mundo suplica al dios eterno / por su alma y su salud. / El Padre Eterno, en tanto, le promete / vivir en la otra vida eternamente. // ¿Qué más quiere el paciente? / Todo en él es eterno. // Todos los otros viejos se molestan / porque ellos no concitan / la urgencia en la consulta. // Cúrese pronto, padre, / que la cola es muy larga / y la espera es cansada. // ¿Entendido? / Pues eso.

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