En el momento en el que tecleo estas líneas, se está subastando el precio
de la luz que tendremos que pagar todos desde el día primero del ya inminente
año. Resulta que eso de la luz, que sirve para algo tan imprescindible como es
el calor y el guiso de la comida, se subasta al mejor postor. Dicen que, con la
libre competencia, se mejoran la calidad del producto y el precio final. El
libre mercado y el capitalismo que se llama pomposamente.
Supongo que eso de que se mejora la calidad del producto, en este caso de
la luz, debe de significar que se cansan menos los ojos o que no es necesario
encender el flexo tan temprano. O algo así. A mí, la verdad es que no me
funciona porque sé cuándo se marcha el sol de la esquina, y lo hace cada día un
poquito antes: lo tengo milimetrado y no falla. Qué mala suerte tengo que no me
alcanza eso de la mejora de la calidad.
En cuanto al asunto de la rebaja del precio, casi mejor ni me detengo en
analizarlo porque casi no entiendo la factura que me llega. Pero sí sé leer la
cifra final, y también sé, para mi desgracia, que, en los últimos años, casi se
ha doblado el precio. Lo malo es que, en este caso, el tonto no soy solo yo,
son las cifras oficiales las que dicen que la subida que se ha producido para
todo el mundo es esa y no otra. O sea, que no es que mire mal la factura ni que
no haya aprendido los números, es que realmente el precio dela luz ha subido
hasta la azotea e incluso más arriba.
Desde hace no se sabe cuánto, todos justifican la subida en una cosa que
llaman déficit tarifario. Esto del “déficit” es un latinajo al que nos hemos
acostumbrado tal vez porque todos andamos metidos en algún déficit, pero,
sumado al palabro “tarifario”, ya nos queda un sintagma que nos deja como
alelados, pensando si habremos hecho algo malo por lo que nos tengan que
castigar y encima tengamos que estar agradecidos. Luego se despachan con la
explicación de que la fabricación de la electricidad cuesta más que lo que nos
cobran a los usuarios por ella y nos dejan apañados.
Y entonces es cuando mi mente se echa a andar y a dar vueltas como una
peonza, sin saber cómo quedarse quieta y tomar asiento y sosiego. Lo primero
que se le ocurre a mi atormentada imaginación es el esfuerzo que los señores
dueños de las eléctricas tienen que realizar para seguir con sus negocios de la
luz, porque parece que van contra toda la lógica del mercado, ese que ellos
tanto defienden, al menos según suelen predicar, pues siempre les oigo decir
que los negocios tienen como fundamento principal ganar dinero. Y yo los veo y
los sigo viendo esforzados y con la lengua fuera, perdiendo y perdiendo dinero
por todas partes, cabizbajos y meditabundos, y ofreciendo sus sacrificios a la
virgen del socorro o algo así.
Porque algún fundamento tiene que tener esto. Y como yo los veo con mucha
frecuencia en procesiones, en mecenazgos y patrocinios varios, pues pienso que
tal vez todo lo ofrezcan como sacrificio en favor de los desfavorecidos. Si ya
decía yo que esta gente tenía que basarse en fundamentos sólidos y casi eternos
para mantenerse en la caridad continua y en el sacrificio constante. Así que yo
creo que va a ser eso.
Aunque hay algo que me falla, tal vez porque mi mente no da para mucho más.
Esta gente tiene que tener un fondo de armario repleto de cuentas bancarias y
de pasta gansa pues no se entiende que rompan con la lógica del mercado de
ganar dinero, que lo hagan de manera continuada y que además sigan siendo tan
ricachones como son y aparentan.
En todo caso, a mí me gustaría liberarlos de tamaño sacrificio, porque yo
creo que el cielo ya se lo tienen ganado. Digo yo que si no sería mejor que ya
dejaran tanto sacrificio y lo repartieran entre todos. Para ello propongo algo
muy sencillo: nacionalizar las empresas de fabricación de energía. Con ello
conseguiríamos que todos nos hiciéramos cargo de las pérdidas, nos
repartiríamos los sacrificios, nos santificaríamos todos y hasta acaso nos
hiciéramos fuertes en la idea de que, con las cosas de comer y de vivir,
sencillamente no se juega, porque afectan a la esencia y a lo elemental de la
dignidad humana.
Claro que me asalta una duda: si hacemos esto con la electricidad, lo mismo
se nos ocurre que habría que hacer lo mismo con otras muchas cosas. Y esto
complicaría mucho todo. No sé, no sé…
Es que a mí esto de los salvadores de la comunidad no me acaba de
convencer, mira tú por dónde. Seguro que son cosas de mi mente, que anda
perdida y arrecida con estos fríos. Seguro.
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