Es que eso de las preposiciones, parece que no, pero
cambia totalmente el sentido del sintagma. Se dice que las preposiciones no
tienen significado por sí mismas, pero vaya que si orientan el significado. No
es lo mismo “en” que “desde” la lectura.
Quiero decir que anotaré unas palabras acerca de la
lectura, pero ahora desde fuera, desde el contexto, desde el mundillo que la
rodea, desde el barrio que la acoge y la frecuenta de manera especial.
¿Se puede uno mover en el mundo de la literatura pero
sin leer? Por desgracia, sí, por más que esto sorprenda a simple vista. Hay
muchas personas que no vivirían, o lo harían de otra manera, sin el contacto
con el mundo de la lectura y que, sin embargo, la practican en escasa medida.
Ellos que se pierden este placer. Dejaré en observación a algunos colectivos:
1.- No me gustaría ser cruel, pero no me importaría
conocer una encuesta seria en la que se anotara el tanto por ciento de
profesionales profesores de la lectura que realmente dedican tiempo suficiente
a ella, a leer y a leer como costumbre y como honradez profesional.
2.- Hay todo un colectivo social que se mueve en el
entorno del mundo de la lectura y que en realidad no abre muchos libros. Hay
gente que encuaderna, que prepara solapas, que cose enciclopedias, que manda
paquetes con libros, que acude a presentaciones de libros y hasta cena con sus
autores, que…, y que no frecuenta el gusto personal en la lectura.
3.- No es infrecuente que se preste gente a ensalzar a
algún escritor sin conocer los libros ni sus contenidos. Vivimos en el mundo de
la representación y todo anda en la pasarela, como único medio de subsistencia.
El viejo refrán ya lo recogía: “Cría fama y échate a dormir.” Es que hay
autores que se mueven casi con la misma soltura que el pequeño Nicolás: en
cuanto consiguen un golpe de suerte, ya tienen el camino abonado. Si a uno le
han hablado bien de un autor, ¿qué necesidad tiene de leer sus obras? Seguro
que será bueno y ya lo puede ensalzar sin temor a parecer un bicho raro.
También en este mundo de la lectura de obras, lo importante es el primer golpe,
el primer millón, lo demás viene rodado. Los críticos santones tienen mucho que
decir en este asunto.
4.- La práctica diaria nos enseña que, con frecuencia,
se decide publicar obras sin conocerlas de verdad. Los currantes lectores de
editoriales bien lo saben: mientras ellos se dejan los ojos entre las páginas,
los más poderosos deciden con el dedo hacia arriba o hacia abajo por simpatías,
por intuición y por amistad. Es así y con estos bueyes hay que arar.
5.- Hacer publicaciones acerca de libros no leídos. El
tiempo, las prisas, los espacios y hasta la inercia son cobijo frecuente de
reseñas y anotaciones varias sobre libros que no han sido leídos o que lo han
sido de manera parcial y superficial. ¿A cuántas entrevistas hemos asistido en
las que el entrevistador reconoce que aún no ha leído el libro? Ese ya no lo
leerá casi nunca después de la entrevista. ¿Quién tiene capacidad para hacer al
menos una reseña al día en un periódico y tener que leerse para ello un libro
cada veinticuatro horas? Lo que no puede ser no puede ser y, además, es
imposible.
6.- ¿Cuántas veces nos han despachado con opiniones
generales acerca de lecturas de, por ejemplo, el romanticismo alemán, o la
generación beat americana? Y se quedan tan contentos. Uno se queda acomplejado,
pero después reacciona y se dice: “!pero si este tío no tiene ni tiempo ni
ganas para poder leer todo eso!.”
Y así podíamos seguir con otras variables.
Aunque el panorama pueda parecer algo sombrío, por
encima de todo ello está la lectura limpia y sencilla de quien amablemente se
sienta en su sillón, se acomoda, abre el libro y se da a la aventura
maravillosa de reconocer un mundo nuevo y de dialogar con él.
Repito, estas fiestas no son mala época para ello.
Sobre todo para los que cambian por unos días de ocupación, o para los que de
verdad quieren ocuparse en algo valioso.
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