Sí, desde dentro, desde el cara a cara del autor y del
lector, desde la conversación amistosa entre alguien que ha pensado y alguien
que también quiere pensar.
No quiero hacer teoría literaria, pero sí recordarme y
recordar que también aquí hay un acto de comunicación y, en él, un emisor y un
receptor. Y no es malo conocer las debilidades del emisor para poder así
amistosamente buscarle las vueltas y entenderlo mejor y entenderse mejor entre
ambos.
Es verdad que estas navidades yo puedo elegir un libro
de mi biblioteca y sentarme a leerlo sin previo aviso. Entonces me daré de
bruces con un atadijo de hojas que son el resultado de un proceso. Y ese
proceso no se entiende sin el autor.
En realidad no es del todo verdad porque, en mi
almacén mental, seguro que hay alguna nota escondida que me ambiente y me dé
contexto para no encontrarme a la intemperie y sin el más mínimo escudo. No
siempre ocurre, pero es lo más frecuente.
Lo malo es que hay varias y hasta muchas clases de
autor que puedo considerar en cualquier libro. Ahí está el autor persona, ese
que se levanta, que tiene sueño, que no llega a fin de mes, que tiene una vida
ajustada o desajustada…, el autor ciudadano como yo. Como mínimo tengo que
comprenderlo y hasta disculparlo de muchos asuntos.
A su lado aparece el autor, pero ahora autor del libro
que leo, aquel que se encerró e ideó las palabras y las ideas. Con este ya me
puedo pegar más, o saludarlo, o abrazarlo, según vea el ambiente.
Pero nunca está solo porque también puede aparecer
como personaje real o implícito de la obra. En esos casos tiene que desdoblarse
y a mí me gusta verlo retorcerse para no quedar en evidencia como persona
externa. Porque todos tenemos pudores y no es fácil dejarse llevar por lo que
pide el personaje sin olvidar que es trasunto directo o indirecto de la
persona. Esta es una función delicadísima pero muy atractiva.
A pesar de que el escritor persona siempre deja huella
en la obra, no es lo mismo un contador de historias que aparece como otro
contemplador de las mismas como alguien que se las sabe todas que como un
participante activo. Aquí tiene todas las de ganar ante mí como asistente
novato y primerizo ante lo que sucede.
Y todavía pulula por la obra el autor que la rodea,
aquel que es dueño de lo que antes era nada, que puede firmar la autoría, que cualquier
día igual me lo encuentro por la calle y lo saludo, y tal vez hasta le haga
alguna indicación amistosa.
Son muchos los autores resumidos en uno solo,
encajados en una gran muñeca rusa que los acoge y los envuelve. Con todos es
bueno dialogar para que la lectura sea más jugosa y provechosa. Pero sobre todo
con el libro y con sus elementos, con lo que nos ofrece y con lo que nosotros
le podemos ofrecer al libro.
Ah, y, si uno se hace un lío con tanto autor en uno,
pues se dejan de lado y se abre la primera página y se deja uno llevar por la
corriente. Tal vez el baño no sea tan sustancioso, pero siempre saldremos de él
más relajados y fresquitos.
Las vacaciones no son mal momento para intentarlo.
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