jueves, 4 de diciembre de 2014

LOS IMPOSTORES


En la segunda parte de la obra, Cercas descubre un paralelismo que, cuando menos, resulta sugerente. Si antes la semejanza la proponía yo mismo, según el dictado de la actualidad, en el libro se advierte la proximidad entre lo que hace el protagonista, Enric Marco, y lo que hizo Alonso Quijano con don Quijote. Otra vez se vuelve a la inmortal obra con una interpretación más, siempre distinta y siempre la misma, como obra universal que es y que, por tanto, ofrece tantas posibilidades como el lector quiera.
La persona real de la que en la novela de Javier Cercas se cuenta la vida e impostura se impostó y dio paso a una vida inventada para vivir realmente otra vida nueva, lejos de las ataduras de la cruda y pobre realidad. A partir de esa decisión todo fue espectáculo, mentira para la realidad normal y una carrera intensa y sin límites. Algo parecido le habría sucedido a Alonso Quijano, el Bueno, quien, harto de su vida anónima y anodina en la aldea, decidió tirar por la calle del medio e inventarse una vida nueva sin ataduras y sin normas mostrencas. Don Quijote no sería sino una reivindicación de una vida libre en la que solo la voluntad impondría sus normas. De este modo, Alonso Quijano se salvó en don Quijote y don Quijote salvó a Alonso Quijano. Igual que sucede en la novela de Cercas con Enric real y Enric inventado.
Para que el paralelo se cumpla de manera aún más precisa, el propio Cercas entiende que, así entendidas las obras, Alonso Quijano habría pedido a Cervantes que lo salvara creando a su doble don Quijote en la inmortal obra. Del mismo modo, el Enric verdadero habría tenido en Cercas a su salvador al dar a conocer la vida inventada y novelesca del Enric real y limitado. Hasta aquí las sugerencias del autor de El impostor.
No me importaría añadir algo más de leña al fuego. Mi imaginación me lleva hasta Unamuno en su obra Niebla. ¿Cómo se puede salvar Cervantes si no es por su personaje de don Quijote? Porque es don Quijote el que hoy hace seguir viviendo a Cervantes y no al revés. ¿Cómo se puede salvar Javier Cercas si no es gracias al personaje de Enric, el fabulador y el impostor?
Tal vez en este caso Javier Cercas ha jugado muy fuerte a la ruleta, pues toda comparación con la obra del manco corre un peligro enorme de ser fagocitada. Pero, una vez pasado el susto, lo cierto es que a todos nos tiene que dejar paso para podernos ver reflejados en relaciones que, en mayor o menor medida, terminan siendo realmente muy similares. También, por supuesto, a Javier Cercas.
Y, entonces, volvemos a aparecer todos los de a pie y los de a caballo, todos los más importantes y los más humildes, todos los exquisitos y los menos peripuestos. Porque todos actuamos transformados y lejos de nuestras posibilidades en numerosas ocasiones. Y esas metamorfosis no tienen por qué ser necesariamente malas; no lo serán si sirven para darnos impulsos en la vida y para lanzarnos a empresas que, desde el aburrimiento diario, tal vez se vean como algo lejano e inalcanzable. Acaso entonces es cuando realmente llegamos a vivir una vida que merece la pena por su intensidad y por nuestro protagonismo.

Solo se me ocurren dos límites a esas figuraciones: que sepamos que nos estamos engañando un poco, si realmente lo hacemos (tal vez entonces realmente no nos engañemos); y que esa impostura no moleste a los demás.

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