En la segunda parte de la obra, Cercas descubre un
paralelismo que, cuando menos, resulta sugerente. Si antes la semejanza la
proponía yo mismo, según el dictado de la actualidad, en el libro se advierte
la proximidad entre lo que hace el protagonista, Enric Marco, y lo que hizo
Alonso Quijano con don Quijote. Otra vez se vuelve a la inmortal obra con una
interpretación más, siempre distinta y siempre la misma, como obra universal
que es y que, por tanto, ofrece tantas posibilidades como el lector quiera.
La persona real de la que en la novela de Javier
Cercas se cuenta la vida e impostura se impostó y dio paso a una vida inventada
para vivir realmente otra vida nueva, lejos de las ataduras de la cruda y pobre
realidad. A partir de esa decisión todo fue espectáculo, mentira para la
realidad normal y una carrera intensa y sin límites. Algo parecido le habría
sucedido a Alonso Quijano, el Bueno, quien, harto de su vida anónima y anodina
en la aldea, decidió tirar por la calle del medio e inventarse una vida nueva
sin ataduras y sin normas mostrencas. Don Quijote no sería sino una
reivindicación de una vida libre en la que solo la voluntad impondría sus
normas. De este modo, Alonso Quijano se salvó en don Quijote y don Quijote
salvó a Alonso Quijano. Igual que sucede en la novela de Cercas con Enric real
y Enric inventado.
Para que el paralelo se cumpla de manera aún más
precisa, el propio Cercas entiende que, así entendidas las obras, Alonso
Quijano habría pedido a Cervantes que lo salvara creando a su doble don Quijote
en la inmortal obra. Del mismo modo, el Enric verdadero habría tenido en Cercas
a su salvador al dar a conocer la vida inventada y novelesca del Enric real y
limitado. Hasta aquí las sugerencias del autor de El impostor.
No me importaría añadir algo más de leña al fuego. Mi
imaginación me lleva hasta Unamuno en su obra Niebla. ¿Cómo se puede
salvar Cervantes si no es por su personaje de don Quijote? Porque es don
Quijote el que hoy hace seguir viviendo a Cervantes y no al revés. ¿Cómo se
puede salvar Javier Cercas si no es gracias al personaje de Enric, el fabulador
y el impostor?
Tal vez en este caso Javier Cercas ha jugado muy
fuerte a la ruleta, pues toda comparación con la obra del manco corre un
peligro enorme de ser fagocitada. Pero, una vez pasado el susto, lo cierto es
que a todos nos tiene que dejar paso para podernos ver reflejados en relaciones
que, en mayor o menor medida, terminan siendo realmente muy similares. También,
por supuesto, a Javier Cercas.
Y, entonces, volvemos a aparecer todos los de a pie y
los de a caballo, todos los más importantes y los más humildes, todos los
exquisitos y los menos peripuestos. Porque todos actuamos transformados y lejos
de nuestras posibilidades en numerosas ocasiones. Y esas metamorfosis no tienen
por qué ser necesariamente malas; no lo serán si sirven para darnos impulsos en
la vida y para lanzarnos a empresas que, desde el aburrimiento diario, tal vez
se vean como algo lejano e inalcanzable. Acaso entonces es cuando realmente
llegamos a vivir una vida que merece la pena por su intensidad y por nuestro
protagonismo.
Solo se me ocurren dos límites a esas figuraciones:
que sepamos que nos estamos engañando un poco, si realmente lo hacemos (tal vez
entonces realmente no nos engañemos); y que esa impostura no moleste a los demás.
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