Recién salidita del horno, con el olor del pan
caliente leo con fruición la novela “El impostor”, Javier Cercas, Peguin Random House, noviembre 2014. Javier Cercas
posee ya un largo recorrido en la narración y parece que se ha especializado en
el empeño de contar asuntos reales, pero asuntos que demuestran que la realidad
supera a la ficción, sobre todo si se sabe narrar ficcionalmente. La novela
refiere la historia de una impostura, la del protagonista, Enric Marco, que
hace creer a todo el mundo lo que no ha sido aunque, y esto es lo interesante,
con esa impostura salva de caer en el olvido o en falta de consideración a una
realidad más amplia que la de la propia persona. Enric Marco es una persona
real, que acaso tal vez viva aún y que llegó a ser secretario general de la CNT
en España, después de hacer creer a todo el mundo que había tenido una vida de
lucha antifranquista y que había pasado por los campos de concentración nazis.
En buena medida, recuerda la impostura del 23-F que
tan bien narró el mismo autor en Anatomía de un instante.
La impostura en ambos casos es descubierta y parece
que todo vuelve a su cauce. Pero lo importante no es eso, lo más llamativo es
comprobar que se puedan producir fingimientos tan abultados y con tanto éxito.
Porque si en la novela de Javier Cercas la impostura se personifica y se
singulariza en el impostor, a mí como lector eso me sirve de modelo para
certificar la cantidad de imposturas que se producen a mi alrededor todos los
días.
Es verdad también que unas son más espectaculares que
otras. La que describe y narra Javier Cercas anda entre las más llamativas,
pero en estos días se suceden las sorpresas de un adolescente que parece
aprendiz de Rasputín y que ya parece que ha andado en todos los saraos del
reino y en todas las estancias de palacio y de los ministerios. El Pequeño
Nicolás ha resultado ser alumno aventajado de Enric Marco y nos tiene a todos
con los ojos haciendo chiribitas.
Con todo, los ejemplos son un poco diferentes. Enric
Marco luchó y vivió una vida desigual pero algo así como al veinte por ciento
de lo que quiso aparentar. El jovenzuelo Nicolás da la impresión de que ha
vivido incluso más de lo que se ha dejado decir. Además, los años de la
dictadura y los primeros de la democracia (Enric Marco) fueron lo
suficientemente confusos como para que se produjeran hechos desconcertantes.
Tal vez es que los años de ahora mismo también son confusos, oscuros y
enmarañados.
Porque la médula está en analizar las causas que
producen estas consecuencias y los contextos que los favorecen. Y ahí sí que
hay tela que cortar. Da vergüenza pensar que estas cosas se conozcan por ahí.
Aunque den el guion hecho para una buena película de absoluta fantasía. Otra
vez la España de charanga y pandereta.
Y aún falta el plano más general e importante, aquel
que nos sube a todos a la pasarela para dejar ver en qué medida personalizamos
la impostura y nos convertimos en impostores de las pequeñas y de las grandes
cosas, hasta qué punto gastamos energías para hacer creer a los demás y a
nosotros mismos que estamos vestidos de fiesta cuando en realidad caminamos
ligeritos de ropa.
El análisis de Javier Cercas va un poco más allá del
ejemplo que narra y busca comprobar si realmente es verdad que es la realidad
la que mata y la ficción la que salva. Porque conocer tal vez no justifique,
pero ayuda a comprender y atenúa las reacciones. Pero eso ya es asunto de más
largo alcance y no cabe en tan pocas líneas.
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