martes, 9 de diciembre de 2014

ÍNDICE DE SENSACIONES


Unos cuantos flashes de un viaje a Barcelona: El paso por Ávila sin que mis manos alcanzaran a abrazar a mis nietos desde la circunvalación. La acogida de mi familia en Madrid. La siempre repetida imagen de Atocha con todos sus simbolismos. La fuga lenta y progresiva del AVE de la ciudad hacia la noche de la meseta. El pensamiento puesto en Juan Pablo, que aguardaba nuestra visita. Algunos pensamientos personales en el viaje veloz del tren. El foco luminoso de la ciudad de Zaragoza en el fondo de la noche. El abrazo alegre con nuestro hijo. La sensación de cierta vejez en el metro de Barcelona. La alegría de ver contento y casi feliz a nuestro hijo en su estancia trimestral en Barcelona. La agradable sensación de las calles de Barcelona como ciudad sólida y abierta. Alguna llamada de teléfono. Todo el Gaudí modernista y la Sagrada Familia como monumento eterno y celestial (las sensaciones luminosas, religiosas, arquitectónicas y hasta sociales son casi indescriptibles). La primera subida al Parque Güell como ejemplo de los lugares desde los que se domina la ciudad y como jardines equilibrados y especiales. La sensación de ciudad cosmopolita durante todos los días. El mar, la modernidad, la eficacia y don Quijote en la playa de Barcino. La ciudad `abanderada´ por todas partes como muestra de protesta social que tantas variables y respuestas encontradas comporta. La parte antigua, sólida, cosmopolita y eco de la historia. La normalidad en el trato entre personas, a pesar de toda la simbología. El sabor específico de las Ramblas, mezcla de tradición y de modernidad. El equilibrio en el Parque de Montjuic. La sensación de dominio del mar y del territorio desde su castillo. El poder económico del puerto. El valor del paisaje y del clima mediterráneo mezclado con la bendición de la lluvia suficiente. La metrópoli y sus extensiones en las ciudades próximas. La `aventura´ en el tren hacia Sabadell. El reencuentro con algunos familiares. La majestad del Tibidabo, con la llanura a los pies. El paisaje simbólico con Monserrat a la espalda. La extraña mezcla de política, lenguas y territorios. Las conversaciones y paseos con nuestro hijo por encima de todo. Algún sentido oculto de que esa tierra tiene algo distinto. La sensación de desolación por el desencuentro en el que todos nos encontramos. La proximidad de lenguas hermanas. El fuerte abrazo de despedida a Juan Pablo hasta las navidades. El episodio del AVE antes de embarcar. La imagen del tren persiguiendo la última luz de la tarde y su derrota ante la noche. Otra vez mi hermana en Madrid, tan atenta como siempre. El paso por Ávila y el desconsuelo por no parar a besar a nuestros nietos porque la hora tardía no lo aconsejaba. La llegada a los parámetros de cada día en Béjar. La sensación general de un conjunto de elementos físicos y emocionales que dan una suma muy positiva, con algunos ribetes de cierto desconsuelo. Y este mismo índice de recuerdos repetidos cuando escribo estas líneas. El desarrollo del índice no es posible en pocas líneas. Qué le vamos a hacer.


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