Desde ayer por la mañana falta de
su domicilio un chico de 15 años, P.G.L. Parece que lo último que hizo fue ir a
recoger las notas de septiembre al colegio. Es vecino mío. Algunos grupos lo
buscan, hasta hora de manera infructuosa. A mí no se me ocurre de qué manera
puedo ayudar salvo ofreciéndome a la policía por si organizan alguna búsqueda.
Ya lo he hecho.
Con toda la cautela del mundo, y
más, porque se trata de un menor de edad, porque a mí me faltan todos los datos
y porque lo que interesa por encima de todo lo demás es su aparición y que
desaparezca la angustia de sus padres y seres más próximos, no puedo por menos
que apuntar una brevísima consideración.
Es simple conjetura, sobre todo
teniendo en cuenta que siempre la causalidad es múltiple y la variantes muchas.
Todo apunta a una situación de dificultad académica y a la presión que el niño
tiene que haber sufrido. No quiero restarle ninguna responsabilidad personal,
pero ¿no deberíamos reflexionar acerca de cómo tenemos organizado todo ese
mundo de la educación?: clasificaciones, notas, asignaturas, repeticiones,
perfiles, éxitos y fracasos y mil variables más.
Sé que no es el momento, pero el
hecho podría servir de pretexto para una reflexión amplia.
Ojalá aparezca pronto, sano y
salvo P.G.L. Y ojalá él mismo también se incorporara a esta reflexión.
¡!! En tiempo real me comunican que
la búsqueda ha terminado con éxito ¡!! Estupendo.
Pero la reflexión sigue pendiente.
1 comentario:
Buenas tardes, profesor Gutiérrez Turrión:
Celebro la buena noticia.
Tenemos que reflexionar mucho, y dialogar con los hijos, para conocerlos y que nos conozcan.
Creo que son muchas las cosas que se deben cambiar, en la enseñanza, en las relaciones, en la sociedad, en la política…
Saludos.
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