ACLAREMOS CONCEPTOS
Ne cuesta sustraerme de todo lo que estos días está
sucediendo en Cataluña y no sé si no es obligación de cada uno reflexionar un
poco más y no ponerse de perfil dejando que pase la tormenta. Porque la tormenta
tal vez pase, pero los efectos del nublado se dejarán sentir durante mucho
tiempo. De hecho, el mal ya se ha producido y se viene cociendo desde hace
demasiado tiempo. El nivel de desafecto (no es mal contexto este para el
eufemismo) entre personas y territorios es tal que nadie sabe cuánto va a durar
el catarro, la gripe o la neumonía, pero seguro que una temporada muy larga, Y
esto se producirá sea cual sea el resultado de este episodio que no sé cómo
calificar y por eso utilizo esta palabra baúl “episodio”.
En todo caso, levantemos la vista y serenemos, si es posible,
el ánimo. De cualquier crisis se puede salir con algo aprendido, aunque solo
sea en alguna parte de lo que se sustancie. Hace unos días enumeraba algunas de
las que yo creía verdades en todo esto. Y lo primero que veía era el conflicto
que creo observar, en lo que a Cataluña se refiere, entre legalidad y emoción.
Llevar a ambas de la mano se me antoja, ahora más que nunca, muy dificultoso.
Pero afirmaba que, sin el referente primero y principal de la legalidad, no hay
manera de conducir nada con garantías de éxito.
Por más que sea necesario, me parece que es más complicado
razonar en el mundo resbaladizo de la emoción, sobre todo cuando se acumula en
masas sin control.
Creo que es algo más sencillo rastrear alguna enseñanza en el
nivel jurídico y legal. A mí me gustaría que, a partir del ejemplo desgraciado
que nos ocupa, supiéramos extraer alguna consecuencia y saber con algo más de
certeza a qué atenernos y en qué terrenos nos estamos moviendo. Es labor de
juristas la de ilustrarnos, pero supongo que podemos llegar, desde el sentido
común, a formularnos algunas preguntas al respecto. Planteo las siguientes:
1.- ¿Qué es eso del sujeto y el objeto de soberanía? Para el
caso y con palabras más sencillas, ¿quién puede votar y qué es lo que se puede
votar?, ¿quién está llamado a votar en cada ocasión y en cada consulta? Porque
las votaciones, como la libertad de expresión, por ejemplo, tienen límites. ¿O
se puede votar cometer un delito? Sería muy democrático si obtuviera mayoría de
votos, pero no parece que podamos decir que fuera legal. ¿Y que un canadiense
votara en un asunto español o catalán?
2.- ¿Cuáles son las condiciones formales que tiene que
cumplir una votación real y reconocible? Censos, locales, mesas, verificaciones…
3.- ¿Cuánta gente tiene que participar para considerar la
consulta válida?
En definitiva, sería conveniente aprovechar para que a todos
nos quedaran claras las respuestas a estas tres cuestiones: quién, qué y cómo
se vota o se realiza una consulta. A aclarar alguna de estas preguntas deberían
dedicar esfuerzos los más preparados. El contexto puede ser cualquiera:
ateneos, conversaciones de bar, conferencias, instituciones, sedes de partidos…
Lo de Cataluña no será el diluvio; y, si lo es, ya escampará,
aunque el aguacero se prevé largo y muy oscuro. Aclarémonos en este conflicto y
así sabremos algo mejor de qué estamos tratando, en este y en todos los demás
casos.
El apartado emocional resulta más confuso, pero alguna vez
habrá también que abordarlo y decir algo al respecto. Ya adelanto que me siento
perdido e inseguro.
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