miércoles, 27 de septiembre de 2017

SUEÑOS ROTOS


 SUEÑOS ROTOS
(de uno más entre todos los sencillos)

Dibujaba los días con el lápiz
de la ilusión guardada en un armario:
levantarse, jugar a ser lo mismo
que los vecinos esos que a las ocho
salen apresurados de sus casas
para no llegar tarde a su trabajo;
después, irse a pasar algunas horas
en un paseo tranquilo o arrimarse
a la barra de un bar junto al aroma
de un café bien cargado. (Al fin y al cabo,
¿qué podía tener él que señalarse
distinto a los demás? Eran sencillos
y humildes su deseo y su ilusión).

Pero echaba sus cuentas y esa hora
de abandonar el tacto de las sábanas,
o el espacio vacío del calendario
-sin siquiera una simple ocupación-
lo dejaban sin causa: ¿adónde iba
sin horario obligado, sin destino
seguro en que asentar su condición
de simple ser humano, de aspirante
a unos más entre todos, nada más?

Entonces, lentamente, se sentaba
en el viejo sofá del comedor,
miraba hacia el trasluz de la ventana
y siempre divisaba el horizonte
del color de la lluvia y la tormenta.

Volvía a desplomarse en el silencio
de su viejo salón y abandonaba
cualquier simple conato de  esperanza.
El mundo está bien hecho, le habían dicho
en variados formatos de opinión,
estamos superando esta gran crisis
que está durando demasiado tiempo”.
Y, al momento, anunciaban en la tele
las cuentas y ganancias de algún banco,
los sueldos millonarios de otros pocos
que juegan como locos al balón.

Sin causa ni razón que le empujara,
se volvía a la cama y, a su amparo,
rumiaba entre las sábanas el sueño

que nunca conseguía hacer realidad.

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