viernes, 8 de septiembre de 2017

METAMORFOSIS (XVII): HIJAS DE CÉCROPE: LA ENVIDIA

HIJAS DE CÉCROPE: LA ENVIDIA

Contemplaba los campos en su vuelo,
como en noche de copas por los bares,
el volador Mercurio,
cuando vio a las doncellas que, adornadas,
llevaban en sus cestas
ofrendas de guirnaldas:
 vestidos ajustados a sus cuerpos,
los labios asomados al deseo.

Ávido alrededor de su esperanza,
que pasión ha inflamado,
se aproxima hasta Herse
con porte de quien luce
la cruel seguridad de su belleza:
la clámide se ajusta, los cabellos
se peina y enseña el caduceo
cual símbolo de fuerza y de poder.

Pándroso, Aglauro y Herse
ocupan los tres lechos de la casa.
El amor incendiado de Mercurio
de Aglauro solicita dulce ayuda
a cambio de amplia paga de oro rubio,
para acceder al lecho
donde reposa Herse.

Minerva, que, en su pecho,
agita la alta égida,
sabedora reciente
del escaso valor de las promesas,
acude hasta la Envidia,
comedora insaciable de serpientes,
escuálida de cuerpo, aviesa la mirada,
pechos verdes de hiel, la risa ausente,
devora y se devora sin descanso:

“Que tu ponzoña infecte
a Glauro, hija de Cécrope”.


Envidia cumple órdenes
y llena las entrañas
de Glauro con ponzoña,
e insufla los dolores
 de los celos por Herse,
su venturosa hermana.

Ahora quiere morir
para no ver los besos del amor
ni los dulces gemidos de otra cama.
El paso de Mercurio hasta la casa
intenta vedar Glauro:
nunca el amor cedió a fuerza de envidia.

Sus rodillas se enfrían,
las venas se le secan sin la sangre
y la voz se oscurece hasta el olvido.
Una estatua sedente la recuerda,
                                               eterna suplicante del amor

No hay comentarios: