lunes, 25 de septiembre de 2017

NACIONALIZACIONES


En su obra Capitalismo, socialismo y democracia, el economista y profesor J.A. Schumpeter, no precisamente un enemigo declarado y peligroso del sistema capitalista, enumeraba, como condiciones de paso, desde un capitalismo, predestinado a morir desde sus propias normas y expansión, hacia un socialismo maduro y tranquilo, algunas nacionalizaciones que se podían hacer como primeros pasos. Estas nacionalizaciones son las siguientes: “1) El aparato bancario; 2) El ramo de los seguros; 3) Los ferrocarriles y en general el transporte; 4) Las minas (carbón); 5) La producción, transmisión y distribución de la corriente eléctrica; 6) La industria del hierro y del acero; 7) Las industrias de la construcción y los materiales de construcción”.
El texto posee casi ochenta años. Las circunstancias han cambiado sustancialmente pues los descubrimientos científicos y sus aplicaciones técnicas han creado una realidad nueva. El número de personas y su organización también resultan algo impensado para la primera mitad del pasado siglo, época en la que se articulaba este pensamiento…
Pero parecería lógico suponer que la parte de realidad que habría de pasar al interés y al dominio colectivo tendría que irse ampliando sucesivamente, es decir, que tendríamos que habernos puesto de acuerdo en entender que hay muchas cosas que no pueden faltar a ningún miembro de la comunidad porque son bienes básicos y todos debemos disponer de ellos en cantidades mínimas que aseguren la supervivencia. Suprimir elementos de este grupo de siete propuesto no sería dificultoso. Pero tampoco lo sería añadir muchos más que apuntarían a los derechos humanos generales y a un nivel de ética social en el que deberíamos instalarnos e ir ampliando como mejora de toda la sociedad.
No estoy seguro de que se cumplan en nuestros días ni siquiera los que el profesor Schumpeter enumera. Basta repasar la lista o detenerse en alguno de ellos.
¿Qué pasa con el agua y con la electricidad, por ejemplo? ¿No son bienes básicos que no se pueden dejar en manos privadas y sin un férreo control público? ¡En pleno siglo veintiuno!
Acabamos de pasar un caluroso y seco verano. Nos asomamos al periodo del frío. Las reservas de agua son las mínimas. El frío en los hogares más humildes se hará notar y habrá mucha gente que no sabrá lo que es sentirse a gusto en el calor de casa. ¿Se le pueden negar a un ser humano unos mínimos de supervivencia en estos dos productos?
Mientras tanto, las eléctricas y concesionarios de aguas se forran o dejan que se forren algunos de sus dirigentes de manera ilegal y siempre indecorosa. Los primos del jefe siguen negando el cambio climático y los demás nos ofuscamos hasta el odio en identidades territoriales y derechos ancestrales de la tribu.
La aplicación de estos derechos tiene planos muy diversos; van desde el nivel estatal hasta el municipal e individual. Las concesiones municipales del agua, por ejemplo, dependen de las poblaciones. ¿No merece al menos la pena una discusión serena y razonada este asunto? ¿La promueven los partidos? ¿Y las asociaciones de todo tipo: culturales, deportivas, vecinales…? El desarrollo de los principios puede resultar más complicado, pero la visión de conjunto es clara como los rayos del sol.

Ahí seguimos, en el recelo individual y en la mirada corta y egoísta, personal y cicatera. El tiempo dirá, si es que quiere decir algo. Ahí queda apuntado. 

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