Hace muy poco tiempo leí en la puerta de un pequeño comercio
esta inscripción: Cerrado por cansancio.
Me llamó mucho la atención esta forma de dar a conocer un cierre por
vacaciones.
Hay otras muchas formas de echar el cierre a las persianas
por cansancio; son aquellas que indican que uno está hasta donde no puede o no
quiere más de algún asunto, sea este físico o mental.
En el plano social, a mí me ha sucedido con dos hechos: el
llamado asunto (¿tema, cuestión, motivo…?) vasco y ahora el catalán. ¡Toda mi
vida pendiente, un día sí y el otro también, con las relaciones tensas, con los
recelos, con las negociaciones, con los chantajes, con…! Yo quisiera tener una
vida más tranquila, con sorpresas de noticias que suman y no que dividen ni
restan, con la monotonía de la tranquilidad, con el gozo del acogimiento por parte
de todos, con la confianza de que el de al lado me mira para darme la mano y no
para exigirme, y menos para chantajearme o tomarme por tonto.
A veces me paro a pensar para tratar de darme alguna
respuesta, por muy parcial que sea, y caigo en el desasosiego porque no la hallo
y me pierdo. Procuro describir conceptos y ordenarlos, como forma menos mala y
tal vez única de armar un pensamiento, y los conceptos me llenan enseguida las
alforjas y se me caen de las manos, algo así como lo que le sucedía a Sancho
con sus refranes: ley, legalidad, legitimidad, orden jurídico, contexto histórico
y social, emoción, sujeto de soberanía,
objeto de soberanía, formulación y ordenamiento del ejercicio de soberanía,
derechos individuales, derechos colectivos, democracia directa, democracia
representativa, equivalencia o no entre votación y democracia, solidaridad,
control de emociones, tipo de respuesta a las emociones, desgarro social y
territorial, nacionalismo y soberanismo, pueblo, nación, estado… Ya digo, se me
caen de las manos.
Cada uno de ellos me da para un buen rato y para demasiadas líneas.
Creo que todos tienen aristas y demasiados apuntan en dirección contraria unos
contra otros. Es ese el momento en el que pienso que lo menos malo es
jerarquizarlos, entender que lo menos negativo es comenzar por los más amplios
y esenciales, pues los demás se entienden mejor si los vemos dependientes de
los más extensos. Y, como todos tienen aristas y límites, parece conveniente
rebajar imposiciones y limar asperezas, es decir, rebajar certezas absolutas y
dar cabida a verdades algo más relativas. Hay que objetivar un esquema
jerarquizado y saber qué debemos defender como fundamental. Después, todo ha de
ser dialogar y ceder, tener altura de miras y exponer sin reservas tu opinión,
pero sin renunciar serenamente a que los otros expresen la suya.
Cualquiera que lea estas líneas podrá argumentar, con razón,
que se expresan solo ideas generales, pero que el día a día exige tomar
decisiones, mancharse las manos y actuar. Es verdad. Solo pido que no nos
olvidemos de pensar, incluso en los días de más acción. Las ideas, si no son
muy desacertadas, permanecen en el tiempo, las acciones son más inmediatas y
vistosas pero menos convincentes.
Otra vez las palabras del poeta: “De todas las historias de
la Historia / la más triste sin duda es la de España…”
Y hoy escribo estas líneas en el ambiente local de una fiesta
que conmemora un levantamiento popular en la búsqueda de la libertad. Eran
otros contextos, claro, y otras las situaciones.
Pobre piel de toro, transformada en vaquilla de toreo
popular. Pobre vaquilla nuestra.
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