Vuelvo a dar la tabarra con la
poesía joven y la falta de atracción que en mí produce. Hoy me suelto un
poquito la melena (ando ya casi calvo) y me lamo un poquito las heridas; que ya
peina uno canas y no debe callar lo que piensa, por más que las reacciones y el
falso pudor me repriman bastante. Veréis.
Hace menos de un mes publiqué un
libro de poemas que recogía el trabajo poético constante de al menos trece
años. El libro quedó gordote y bien relleno (unos novecientos poemas) y (ahora
empieza el desmelenamiento) está dispuesto a librar justa poética con cualquier
otro que se le quiera enfrentar. Por supuesto, entre gente que lo haya leído y
que controle los palotes de este mundo de la creación poética.
La edición salió adelante gracias
al esfuerzo de algún amigo editor que puso empeño en ello y de algún otro que
se ocupó de darle las últimas vueltas formales. Hasta ahí tal vez el camino es
paralelo y común al de tantos otros.
Alguno de mis amigos de la junta
directiva del CEB se ocupó de hacer publicidad en todos los medios locales para
la presentación del mismo. Y se celebró la presentación. Creo que resultó muy
digna: no solo es mi opinión, sino también en la de los que a ella asistieron.
¿Quiénes fueron los que
asistieron? Pues un grupo de allegados y otro, bastante reducido, de atraídos tal
vez por una actividad cultural en esta ciudad estrecha. Sobre la idea de cuáles
son las razones que nos tienen que empujar a un acto cultural, ya me he
pronunciado en varias ocasiones, y a ellas me remito. Sea como sea, es una
buena muestra del nivel cultural que exhibimos por aquí. Pero es que, también
para este juicio, hay distintos niveles de exigencia. Ni un solo miembro de los
representantes de la cultura del ayuntamiento (hasta ahora pensaba que existía
una concejalía de cultura), ni un representante de las formaciones políticas
que supongo que creen en la cultura como elemento liberador (pienso en la
izquierda). Se me vienen a la boca los nombres y apellidos de gentes que solo
aparecen si se trata de ellos mismos o de algún vecino o amigo. Se me salen de
la boca sus nombres, pero los dejo caer al suelo por pudor. ¡Si es que no se
trata de nombres, se trata de actividades culturales que quieren espabilar la
modorra y despertar la sensibilidad entre la gente!
Los libros se publican para ser
leídos, claro. Supongo que me creen si les digo que a mí me gusta que se lea lo
que escribo, la vanidad me visita con frecuencia, pero, a estas alturas, sé que
todo es efímero y comulgo con aquello de vanitas
vanitatum et omnia vanitas, y no tengo otros deseos, pues llego a fin de
mes y vivo con lo puesto sin necesidades especiales de ningún tipo. En la
ciudad estrecha existen organismos oficiales que deberían apoyar a los vecinos
que se mueven en el mundo de la cultura. Ya les he dicho lo de la presentación.
Pues algo así sucede con la compra de los libros. Existe una biblioteca municipal.
¿Cuál es el criterio para comprar libros para que la gente los tenga a su
disposición? Espero que me justifiquen el rechazo a la compra de este del que
les hablo. Como alguien me podría contar la causa por la que algún cartel
anunciador de la presentación apenas duró algún día en las paredes del Convento
de san Francisco. Y este es solo un ejemplo: existen más centros educativos y
culturales, y la consideración se podría alargar.
En fin, ya veis, amigos. Sigo
reivindicando una lectura correcta de lo que digo. Que no, que no es asunto
personal, que yo ya soy mayor para andar en minucias personales, que se trata
de una escala de valores rácana y mísera que parece que abunda en la ciudad
estrecha. Lo que digo de este libro lo podía aplicar a otros varios escritos
por gente de aquí, pero prefiero cargar con todo el peso de la culpa y de las
posibles reacciones y malos entendidos de lo que digo poniendo el ejemplo de
este mío.
Casi al mismo tiempo leo en un
periódico que la joven poeta Elvira Sastre está organizando un posible concierto
para el otoño en el Wizink Center con Andrés Suárez. Y esperan llenar el
inmenso recinto.
Como muestra, acompaño unos
versos de su libro Cuarenta y tres
maneras de soltarse el pelo. Dicen así:
Cada día,
todos
los
días,
todos los besos,
todo tu cuerpo,
todo tu pelo,
cada
día,
todos los días.
Me quedé dentro de ti
mientras me marchaba.
Venga, a ver quién me justifica
esta división de versos o su medida. Por decir algo. Y tal vez llenen el
recinto madrileño. Ah, y Elvira Sastre no me parece de las peores.
Perdón por lo que se puede
interpretar como un simple desahogo y una queja de mal perdedor. Me parece que sería
una mala lectura y que el asunto tiene mayor alcance. Yo hoy reconozco que no
entiendo nada y que me retiro a lamerme las heridas.
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