martes, 4 de junio de 2019

SELECTIVIDAD: UN SALTO EN EL VACÍO



El ciclo anual termina por imponernos temas que se repiten una y otra vez, como si tuvieran su página reservada en el calendario. Veía ayer imágenes de jóvenes nerviosos que se enfrentaban al examen de selectividad, eso que tanto cambia de nombre y que ahora llaman EVAU. Entre listas, papeles, descansos y malos ratos, van pasando estas horas, que marcan para ellos un hito importante en sus vidas.
Asistí muchas veces a estos exámenes y podría contar numerosas anécdotas que muestran los malos momentos que pasan los alumnos, por más que los profesores intentáramos tranquilizarlos y asegurarles que el número de aprobados era siempre muy alto. Me parece evidente que el curso de orientación universitaria, junto con estos exámenes, representa el momento más importante de la carrera educativa de cualquier alumno. La razón es tan sencilla como que se la juegan a todo o nada, algo que no sucede en los demás escalones del proceso.
Me gusta ver que algunos medios se ocupan del asunto. Tal vez lo hagan porque aún los asuntillos políticos de pactos o rechazos no está fijado; algunos de estos medios no ven en el mundo más que intrigas, traiciones, pecados y corrupciones...; en fin, fantasmas por todas partes. Y el mundo es mucho más amplio, mucho más diverso y muchos más jugoso.
Estas pruebas recolocan a nuestros alumnos en especialidades que van a ocupar toda su vida. Ellos son, además, los que van a moldear el futuro. Hay, pues, que cuidar con esmero esta selección.
Parece que ahora vienen a descubrir mediterráneos evidenciando que las pruebas no son iguales en todos los distritos universitarios y que el rigor en las correcciones tampoco es idéntico. Pues claro, ¿qué se creían? Y, si no es idéntico, se concluye que se está cometiendo una injusticia. Por supuesto. Sería, por tanto, bueno darles una vuelta a estas pruebas para mejorarlas.
Pero no hay quien le ponga el cascabel al gato. Tal vez porque no es fácil, o acaso porque resulta imposible si no se modifican otros elementos que se superponen a estos. ¿Cómo se puede unificar esta prueba con el condicionante de la autonomía universitaria y desde el traspaso de las competencias de educación a las autonomías? No se puede soplar y sorber a la vez, ni repicar y estar en la procesión tampoco. Desde mi experiencia y el contexto que a mí me tocó vivir en el desarrollo de estas pruebas en la universidad de Salamanca, no dudo ni de la competencia académica, ni de la honradez de los profesores correctores, ni de los criterios de corrección, que siempre se revisaban y se describían en común. Sencillamente, hay que someterse al mal menor y a las aproximaciones a la perfección y a la exactitud. Súmese a todo ello los más que probables intereses de centros privados en los expedientes de sus alumnos, o los traslados de expedientes de unos distritos a otros, entre otras múltiples causas, y nos dará un panorama complejo y casi nebuloso.
Creo que, al final, hay que trabajar por aproximación y mejorar aquello que es raíz y causa eficiente de todo lo demás y no perdernos en mirar al dedo de la anécdota. La realidad es que la acusación tiene su base cierta en la teoría; en la práctica afecta a un número reducido de alumnos. A la gran mayoría lo que más les importa es el aprobado, y una exigua minoría lucha no por el aprobado, que seguramente ya lo tiene por su capacidad, sino por esa décima que le permitirá estudiar aquello con lo que sueña.
Se trata de un asunto complejo y con muchas aristas. Pulirlas todas no es sencillo, pero habrá que intentarlo. Por los alumnos y por todos nosotros. Suerte.

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