domingo, 10 de noviembre de 2019

A PARTIR DE UNA LLAMADA TELEFÓNICA (CONSIDERACIONES PARA Mª A.)



 A PARTIR DE UNA LLAMADA TELEFÓNICA  (CONSIDERACIONES PARA Mª A.)
Me llama por teléfono mi,,,,,,, Mª A.: “Acabo de llegar del cine, de ver Hasta que dure la guerra. ¿La has visto tú?”. “Claro que la he visto”. “Te llamo para decirte que Unamuno se parecía mucho a ti. Las mismas dudas, las mismas preguntas, las mismas actitudes… Parecía que eras tú mismo. Se lo decía a ….., que estaba viéndola conmigo”. Como de parecidos, de dudas y de preguntas se trataba, y además lo hacía con una persona próxima en el afecto y el cariño, le contesté: “¿Y la visión es para ti positiva o negativa?” Me contestó sin dudar que era positiva. Se lo agradecí y seguimos hablando un poco de cualquier otra cosa.
Cuando colgué el teléfono, inevitablemente, pensé en la proximidad o en la lejanía que esa visión tendría con la realidad. Mi pensamiento se fijó en dos cosas. La primera era la figura del pensador y mi similitud o diferencias con él. Hay que salvar todas las distancias, por supuesto, pero me halaga la opinión de Mª A. y no me encuentro mal en ese retrato, sobre todo en lo que se refiere a las dudas continuas que me asaltan y en el afán por tratar de entender todo desde el esquema que del mundo poseo. Seguramente será puro egoísmo, o egotismo, como decía él, pero me parece el procedimiento más honesto y el más provechoso. Ayer mismo, por ejemplo, en una agradable conversación con amigos por los montes de esta ciudad estrecha, quitaba valor a unos datos que se me ofrecían de Cervantes (que me perdone también este otro gigante) comparándolos con lo que me sugería la lectura de sus obras y el aprovechamiento que en mi vida y en el presente puedo hacer de ello. Soy todo dudas, aspiro a respirar los ecos de todo lo exterior para interiorizarlo y para hacerlo mío¸ y, a la vez, quiero lanzar al exterior todo lo que se me ocurre y rumio en mi cabeza.
La segunda es la que hoy me empuja a escribir estas líneas. Tiene que ver con la visión que los demás tienen de mí mismo y yo mismo de la realidad exterior y de los demás. ¿Cómo se conjuga esta realidad? ¿Qué conciencia poseo yo de mi propia realidad? ¿Se corresponde una con la otra? ¿No seré un absoluto ignorante de mí mismo? ¿Cuál es la imagen que proyecto sobre los demás? ¿Es la misma para todos? ¿Se corresponde con la realidad y con mi percepción de mi realidad? ¿Se dispersará en un álbum de imágenes tan inagotable como el número de personas que me rozan? ¿Tiene alguna duración y permanencia esa percepción? ¿Cómo se puede mantener una convivencia ordenada si la percepción de la realidad es siempre oblicua e incompleta, o acaso siempre falsa…?
Son demasiadas las preguntas, y, para variar, yo no tengo respuestas convincentes. Por eso, tal vez, yo también me tambaleo y ando como perdido de un lado a otro, en busca de una luz que nunca termina de encenderse y de quedarse fija en el techo de mi razón.
Creo que -sálvense las distancias, por favor- otro tanto le sucedía al pensador de Salamanca y por ello andaba demasiado tiempo angustiado, con la cabeza dando vueltas y con la palabra en bandolera dando voces “contra esto y contra aquello”. Resulta más cómodo asentar el culo en una almohada mullida y quedarse a gusto en ella. Se saca más provecho social. No sé si esta última postura es o no la más frecuente, pero estoy casi convencido de que no es la más vital ni la más intensiva, ni, en el fondo, la más humana. Y todo ello sin alharacas ni aspavientos continuos, sin exposiciones continuas en la pasarela de la apariencia ni de los medios de masas de esta vida. En esto sí me gustaría apartarme algo del maestro Unamuno. Y de tantos otros menos unamunianos. Porque no aspiro a ser unamuniano sino solo antoniano.
Gracias, Mª A. por tu opinión, por la visión que de mí tienes (seguro que es por el cariño que en público y en privado me profesas). Ojalá que esa visión se correspondiera, siquiera solo en parte, con la realidad. En analizar esa correspondencia se han gastado muchos esfuerzos y se han creado muchos esquemas de ideas. Y no es fácil dar con la tecla de la solución. Y ojalá también que la percepción que cada uno posee de los demás no esté demasiado distorsionada para que la convivencia resulte algo más soportable y hasta ilusionante. Un abrazo.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Comparto la opinión de tu amiga, es cierto que recuerdas a Unamuno muchas veces, pero yo no trate con él como lo hago contigo, para mí, eres Antoniano con tus defectos y virtudes pero siempre un amigo conversador imprescindible que siempre nos deriva hacia temas interesantes que nos hacen crecer como personas. Gracias maestro.

Antonio dijo...

Yo soy solo aprendiz de todo, pero maestro de nada.