A
PARTIR DE UNA LLAMADA TELEFÓNICA
(CONSIDERACIONES PARA Mª A.)
Me llama por teléfono mi,,,,,,, Mª A.: “Acabo de llegar del
cine, de ver Hasta que dure la guerra. ¿La
has visto tú?”. “Claro que la he visto”. “Te llamo para decirte que Unamuno se
parecía mucho a ti. Las mismas dudas, las mismas preguntas, las mismas actitudes…
Parecía que eras tú mismo. Se lo decía a ….., que estaba viéndola conmigo”.
Como de parecidos, de dudas y de preguntas se trataba, y además lo hacía con
una persona próxima en el afecto y el cariño, le contesté: “¿Y la visión es
para ti positiva o negativa?” Me contestó sin dudar que era positiva. Se lo
agradecí y seguimos hablando un poco de cualquier otra cosa.
Cuando colgué el teléfono, inevitablemente, pensé en la
proximidad o en la lejanía que esa visión tendría con la realidad. Mi
pensamiento se fijó en dos cosas. La primera era la figura del pensador y mi
similitud o diferencias con él. Hay que salvar todas las distancias, por
supuesto, pero me halaga la opinión de Mª A. y no me encuentro mal en ese
retrato, sobre todo en lo que se refiere a las dudas continuas que me asaltan y
en el afán por tratar de entender todo desde el esquema que del mundo poseo.
Seguramente será puro egoísmo, o egotismo,
como decía él, pero me parece el procedimiento más honesto y el más
provechoso. Ayer mismo, por ejemplo, en una agradable conversación con amigos
por los montes de esta ciudad estrecha, quitaba valor a unos datos que se me
ofrecían de Cervantes (que me perdone también este otro gigante) comparándolos
con lo que me sugería la lectura de sus obras y el aprovechamiento que en mi
vida y en el presente puedo hacer de ello. Soy todo dudas, aspiro a respirar
los ecos de todo lo exterior para interiorizarlo y para hacerlo mío¸ y, a la
vez, quiero lanzar al exterior todo lo que se me ocurre y rumio en mi cabeza.
La segunda es la que hoy me empuja a escribir estas líneas.
Tiene que ver con la visión que los demás tienen de mí mismo y yo mismo de la
realidad exterior y de los demás. ¿Cómo se conjuga esta realidad? ¿Qué
conciencia poseo yo de mi propia realidad? ¿Se corresponde una con la otra? ¿No
seré un absoluto ignorante de mí mismo? ¿Cuál es la imagen que proyecto sobre
los demás? ¿Es la misma para todos? ¿Se corresponde con la realidad y con mi
percepción de mi realidad? ¿Se dispersará en un álbum de imágenes tan
inagotable como el número de personas que me rozan? ¿Tiene alguna duración y
permanencia esa percepción? ¿Cómo se puede mantener una convivencia ordenada si
la percepción de la realidad es siempre oblicua e incompleta, o acaso siempre
falsa…?
Son demasiadas las preguntas, y, para variar, yo no tengo
respuestas convincentes. Por eso, tal vez, yo también me tambaleo y ando como
perdido de un lado a otro, en busca de una luz que nunca termina de encenderse
y de quedarse fija en el techo de mi razón.
Creo que -sálvense las distancias, por favor- otro tanto le
sucedía al pensador de Salamanca y por ello andaba demasiado tiempo angustiado,
con la cabeza dando vueltas y con la palabra en bandolera dando voces “contra
esto y contra aquello”. Resulta más cómodo asentar el culo en una almohada
mullida y quedarse a gusto en ella. Se saca más provecho social. No sé si esta
última postura es o no la más frecuente, pero estoy casi convencido de que no
es la más vital ni la más intensiva, ni, en el fondo, la más humana. Y todo
ello sin alharacas ni aspavientos continuos, sin exposiciones continuas en la
pasarela de la apariencia ni de los medios de masas de esta vida. En esto sí me
gustaría apartarme algo del maestro Unamuno. Y de tantos otros menos
unamunianos. Porque no aspiro a ser unamuniano sino solo antoniano.
Gracias, Mª A. por tu opinión, por la visión que de mí tienes
(seguro que es por el cariño que en público y en privado me profesas). Ojalá
que esa visión se correspondiera, siquiera solo en parte, con la realidad. En
analizar esa correspondencia se han gastado muchos esfuerzos y se han creado
muchos esquemas de ideas. Y no es fácil dar con la tecla de la solución. Y ojalá
también que la percepción que cada uno posee de los demás no esté demasiado
distorsionada para que la convivencia resulte algo más soportable y hasta ilusionante.
Un abrazo.
2 comentarios:
Comparto la opinión de tu amiga, es cierto que recuerdas a Unamuno muchas veces, pero yo no trate con él como lo hago contigo, para mí, eres Antoniano con tus defectos y virtudes pero siempre un amigo conversador imprescindible que siempre nos deriva hacia temas interesantes que nos hacen crecer como personas. Gracias maestro.
Yo soy solo aprendiz de todo, pero maestro de nada.
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