viernes, 18 de septiembre de 2020

APOTEGMA

APOTEGMA

¿Nihil volitum quin praecognitum? Nada se puede querer si no es conocido. Se trata de un apotegma muy antiguo, pero de alcance tal vez universal en el tiempo y en el espacio. ¿Será cierta tal afirmación? El orden aquí y ahora parece que resulta fundamental. Lo mismo que sucede con la tríada pensar-sentir-querer.

Si exige primacía el conocimiento antes de darle paso al acto de la voluntad y del amor (querer), nos estamos situando en una postura intelectual; si, por el contrario, damos paso primero al deseo y a la voluntad, nos adentramos en una postura más vitalista: Nada puede ser conocido si no es querido, nihil cognitum quin praevolitum. Y querer es un acto de la voluntad, es un deseo de encontrar algo que se busca, algo en lo que se cree por el motivo que sea. Querer significa buscar, indagar, preguntarse. Por eso las cuestiones, que son preguntas. Y las preguntas son anticipo de las respuestas, porque solo tienen sentido buscando respuestas que satisfagan a la voluntad.

¿Aplicamos la ecuación al amor? Vamos. ¿Primero tenemos que conocer y luego querer y amar? ¿Primero el enamoramiento, desde el deseo y la intuición, y luego el conocimiento? ¿Cómo se produce el proceso en el día a día? Ardua la tarea de concretar la respuesta.

Pues así para todo lo demás.

Si el conocimiento resulta más racional, corremos el peligro de matar el dinamismo del deseo. Si damos prevalencia a la voluntad, corremos el riesgo de convertir el proceso en algo irracional y de matar a la ciencia.

Para un rato de atención durante el fin de semana, tal vez baste. Las espadas están en todo lo alto. Entrar a matar es acto de suerte suprema y conforma nuestra manera de caminar por la vida.

Si descendemos a la práctica, tal vez tengamos, como siempre, que comportarnos con esa mezcla de condimentos complementarios. ¿Cuánto de uno y cuánto del otro? Si yo lo supiera…

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