MI SALAMANCA
Me
llegan, como en vuelo de palomas,
recuerdos
de la eterna Salamanca.
Su
reino vino a mí desde los muros
de
aquella inmensa casa de extrarradio,
émulo
de Escorial, edificándose
ad maiorem Dei
gloriam.
Entonces
era un niño sin conciencia
para
mirar la vida cara a cara.
Y
allí las disciplinas, los latines,
la
cadena infinita transportando
las
piedras y las tejas de pizarra,
los
paseos andando hasta La Flecha,
en
busca de las sendas solitarias
por
las que el sabio anduvo tantas tardes.
Después,
mucho más tarde, con la vida
pesando
ya con fuerza en mis espaldas,
quise
yo ser el rey entre las aulas
del
Palacio de Anaya y Anayita,
años
setetentaitantos, con la historia
cambiando
ya, por fin, su cara eterna.
Y,
viendo la batalla con mis ojos
desde
primera línea de combate,
mezclé
libros, amores, asambleas
y
una suma confusa de sucesos
que
iban desde la calle hasta las aulas,
desde
estas a los pisos y a la hoguera
de
una conciencia entonces tan ferviente.
Todo
fue muy deprisa. De repente,
licenciatura
en ristre, los veranos,
cambiados
los pupitres por tarimas,
donde
enseñar idioma al mundo entero
y
ordenar el crisol de tantas caras
llegadas
a aprender a Salamanca
desde
todos los sitios de la Tierra.
Y
siempre en el Palacio o Anayita,
cortes
donde se teje el pensamiento
y
asoman sueños que despiertan falsos.
La
vida, haciendo siempre de las suyas,
me
llevó a otros lugares, conservando
el
eco de la voz de Salamanca.
Quisiera
verla arder cual gran hoguera
-lo
dejé escrito a fuego en otro sitio-
que
consume en sus llamas los anhelos
de
tantos que se enfrentan en sus aulas
con
sentir en la ciencia y, en su empeño,
se
vuelven al sentir del pensamiento;
también
los de aquellos que precisan
la
razón como freno al sentimiento.
Que
ardan en la hoguera y formen juntos
un
cielo de calor en Salamanca.
Que
las torres acojan las razones
y
las aulas se eleven a las torres.
Que
toros y sotanas dejen sitio
al
paso de la vida por sus calles.
Que
yo me queme en ellas y el recuerdo
reavive
su conciencia y mi conciencia.
1 comentario:
Buen recuerdo nostalgico.
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