CITA DE Y CON UNAMUNO
En 1924, Unamuno está en París.
Ha huido desde Fuerteventura. Allí escribe su ensayo La agonía del cristianismo. Lo hace con la añoranza de su patria y
de los lugares que han enmarcado su vida y su pensamiento. En la Introducción,
se leen estas palabras: “Aquí en París,
atiborrado todo él de historia, de vida social y civil y donde es casi
imposible refugiarse en algún rincón anterior a la historia y que, por lo
tanto, vaya a sobrevivirla. Aquí no
puedo contemplar la sierra, casi todo el año coronada de nieve, que en
Salamanca apacienta las raíces de mi alma…” Se refería, por supuesto, a
la sierra de Béjar y a todo Gredos, parajes que tan bien conocía y que hollaba
con frecuencia.
La cita cobra importancia por el
simbolismo que encierra y por lo que puede intuirse como contexto condicionante
de su pensamiento. Alcanza, por ello, un valor muy superior al de cualquiera
otra nota sentimental. No la he visto citada y aquí la dejo para cualquiera que
la quiera conocer y analizar.
A mí, aparte de la cita, me
interesa el contenido de este ensayo, en el que el pensador le da vueltas a la
historia del cristianismo (algo no coincidente del todo con el catolicismo), en
un análisis agónico al que tan aficionado era. Razón frente a fe; instinto
frente a reflexión; impulso frente a quietud; acción frente a reposo; lo oral
frente a lo escrito; lo popular y castizo frente a lo elaborado; la ciudad
frente al campo… Suyas tenían que ser aquellas palabras: ”piensa el sentimiento,
siente el pensamiento”.
En este repaso de elementos
agónicos contradictorios a lo largo de la historia, el cristianismo, tal y como
Unamuno lo entiende, agoniza; porque su
reino no es de este mundo. “El puro cristianismo, el cristianismo evangélico,
quiere buscar la vida eterna fuera de la historia, y se encuentra con el
silencio del universo”. La mejor muestra de esta agonía la ejemplifican
diversos personajes de la historia, que cargan con la contradicción entre la
razón y la fe. Entre ellos, Pascal, del que afirma “Como tantos otros, no creía acaso que Dios ex-siste, sino que in-siste,
que le buscaba en el corazón, que no tuvo necesidad de Él para su experiencia
del vacío ni para sus trabajos científicos, pero que lo necesitaba para no
sentirse, por falta de Él, anonadado”.
A pocos pueden extrañar las bases
de otras obras similares del autor (Del
sentimiento trágico de la vida; San
Manuel Bueno, mártir…), tan próximas a esta.
Este quijotesco don Miguel,
siempre hurgando y buscándole las vueltas a la vida, con tal de darle algún sentido
de pasión y de intensidad. Y de perpetuidad, en la conciencia total del
universo, a través de la trascendencia y de la permanencia.
Casi igual que ahora, en estos
tiempos de banalidad en los que todo se mide por instantes y hasta por
seguidores en las redes sociales, y nada existe si no se exhibe sin ningún
pudor.
Yo quiero quedarme a discutir con
Unamuno. Sobre la agonía y sobre todo lo humano y lo divino. Como él actuará “contra esto y contra aquello”, yo lo
haré “contra aquello y contra esto”.
El paisaje serrano nos dará cobijo e inspiración. Y seremos dos caminantes
arreglando y desarreglando lo que tal vez no tenga ningún arreglo posible.
Venga, vamos.
2 comentarios:
El bienestar espiritual cada uno lo busca de una forma, lo que importa es que se produzca de alguna manera y nos haga sentir bien.
Qué suerte, parece que siempre tienes las cosas seguras y la solución exacta. A mí me pasa todo lo contrario.
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