miércoles, 2 de septiembre de 2020

CITA DE Y CON UNAMUNO

 CITA DE Y CON UNAMUNO

En 1924, Unamuno está en París. Ha huido desde Fuerteventura. Allí escribe su ensayo La agonía del cristianismo. Lo hace con la añoranza de su patria y de los lugares que han enmarcado su vida y su pensamiento. En la Introducción, se leen estas palabras: “Aquí en París, atiborrado todo él de historia, de vida social y civil y donde es casi imposible refugiarse en algún rincón anterior a la historia y que, por lo tanto, vaya a sobrevivirla. Aquí no puedo contemplar la sierra, casi todo el año coronada de nieve, que en Salamanca apacienta las raíces de mi alma…Se refería, por supuesto, a la sierra de Béjar y a todo Gredos, parajes que tan bien conocía y que hollaba con frecuencia.

La cita cobra importancia por el simbolismo que encierra y por lo que puede intuirse como contexto condicionante de su pensamiento. Alcanza, por ello, un valor muy superior al de cualquiera otra nota sentimental. No la he visto citada y aquí la dejo para cualquiera que la quiera conocer y analizar.

A mí, aparte de la cita, me interesa el contenido de este ensayo, en el que el pensador le da vueltas a la historia del cristianismo (algo no coincidente del todo con el catolicismo), en un análisis agónico al que tan aficionado era. Razón frente a fe; instinto frente a reflexión; impulso frente a quietud; acción frente a reposo; lo oral frente a lo escrito; lo popular y castizo frente a lo elaborado; la ciudad frente al campo… Suyas tenían que ser aquellas palabras: ”piensa el sentimiento, siente el pensamiento”.

En este repaso de elementos agónicos contradictorios a lo largo de la historia, el cristianismo, tal y como Unamuno lo entiende, agoniza; porque su reino no es de este mundo. “El puro cristianismo, el cristianismo evangélico, quiere buscar la vida eterna fuera de la historia, y se encuentra con el silencio del universo”. La mejor muestra de esta agonía la ejemplifican diversos personajes de la historia, que cargan con la contradicción entre la razón y la fe. Entre ellos, Pascal, del que afirma “Como tantos otros, no creía acaso que Dios ex-siste, sino que in-siste, que le buscaba en el corazón, que no tuvo necesidad de Él para su experiencia del vacío ni para sus trabajos científicos, pero que lo necesitaba para no sentirse, por falta de Él, anonadado”.

A pocos pueden extrañar las bases de otras obras similares del autor (Del sentimiento trágico de la vida; San Manuel Bueno, mártir…), tan próximas a esta.

Este quijotesco don Miguel, siempre hurgando y buscándole las vueltas a la vida, con tal de darle algún sentido de pasión y de intensidad. Y de perpetuidad, en la conciencia total del universo, a través de la trascendencia y de la permanencia.

Casi igual que ahora, en estos tiempos de banalidad en los que todo se mide por instantes y hasta por seguidores en las redes sociales, y nada existe si no se exhibe sin ningún pudor.

Yo quiero quedarme a discutir con Unamuno. Sobre la agonía y sobre todo lo humano y lo divino. Como él actuará “contra esto y contra aquello”, yo lo haré “contra aquello y contra esto”. El paisaje serrano nos dará cobijo e inspiración. Y seremos dos caminantes arreglando y desarreglando lo que tal vez no tenga ningún arreglo posible.

Venga, vamos.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

El bienestar espiritual cada uno lo busca de una forma, lo que importa es que se produzca de alguna manera y nos haga sentir bien.

Antonio dijo...

Qué suerte, parece que siempre tienes las cosas seguras y la solución exacta. A mí me pasa todo lo contrario.