martes, 13 de septiembre de 2011

DE UNA COMPLEJIDAD EMBRIAGADORA


Me veo en el despojo
de una cadena eterna e infinita
que vive en los dominios absolutos
de una complejidad embriagadora.

Busco las iniciales de este nombre
en una humilde célula simplísima
que, respondiendo a estímulos, moviera
sus ácidos nucleicos
sin conciencia del tiempo y del espacio.

Quizá ese oscuro estímulo se hiciera
por la repetición costumbre y uso
de un cuerpo más complejo
y una actitud más lenta y precavida.
Acaso fuera el tiempo y el momento
de hacerse más consciente y más sí misma,
de asegurar que un acto se consuma
con unos resultados previsibles.
Y fue la hora adecuada de asociarse,
de hacerse más compleja y persistente,
de mirarse a sí misma y cerciorarse
de las partes plurales de su cuerpo,
de buscar equilibrios homeostáticos
en que poder notar las emociones.

Después, en otro siglo, en otra era,
consumado el hastío de la monotonía,
              llegó la plenitud de los sentidos,
              la conciencia del mundo y los plurales,
             la variedad del tiempo y del espacio
            dividida en colores y en la gama
           de infinitos sabores y sonidos.

          He buscado la forma misteriosa
          del divino almacén de la memoria,
         de los  ocultos mapas del cerebro,
        cifrados en prolijas conexiones,
        hasta llegar, perplejo y perturbado,
        al reino recentísimo de los razonamientos.

       En el mismo recinto, refugiada,
       se hallaba la palabra que me acoge,
       que me permite hollar este camino,
       lleno de timidez y de contento.

       Y me veo, me miro, me contemplo,
      me dejo de mí mismo emocionado,
     para seguir camino sin descanso
     hacia ningún lugar ni ningún tiempo.

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