Por varios conductos me llega la noticia de que el semanario Béjar en Madrid parece que va a dejar de publicarse. No he visto nada escrito pero las fuentes son solventes. Y son plurales.
Este semanario lleva en la calle nada menos que desde1917, prácticamente un siglo.
Como esta es mi ventana, me haré y haré unas cuantas reflexiones.
No me gusta nada que un medio de comunicación se cierre. Es una forma de ver la realidad que queda en el olvido.
La vida de esta ciudad en este siglo pasado no se entiende sin lo que ha hecho (no sé cómo empezar a discriminar verbos) este semanario. Sobre todo en lo que se refiere a la gente que vive o ha vivido fuera de la ciudad estrecha.
En los primeros tal vez diez o quince años, se dieron a la luz en sus páginas documentos y trabajos interesantísimos confeccionados por firmas de toda solvencia.
A partir de los años treinta, todo cambió, fundamentalmente en la radicalidad del sesgo ideológico en el que se refugió.
Después de la contienda incivil solo algunos colaboradores me merecen todo mi respeto intelectual, pero la línea del periódico no me interesa para nada.
Los últimos años sencillamente me parecen absolutamente insoportables en lo que a dirección y línea editorial se refiere.
No recuerdo el año de mi primera colaboración en él, pero sí sé que fue un intento de transcripción de documentos medievales con la intención de darles una lectura un poco más acertada pues, me parecía (y me sigue pareciendo) que las transcripciones que se conocían se podían mejorar. Erré totalmente en mi trabajo y en mi intención pues las transcripciones que se me publicaron contenían al menos tantas, si no más, erratas que aquellas que quería corregir. Pronto cejé en mi empeño pues entendí que era peor el remedio que la enfermedad. Bien pagué las negligencias de una imprenta sin recursos y de un compositor que, digamos, no ejercía con celo su trabajo: en alguna publicación posterior se daba cuenta de ellas y no precisamente para elevarlas a los altares. Sin conocer la imprenta ni conocer al impresor, no les faltaba razón.
Más tarde colaboré con asiduidad y casi semanalmente con la publicación de una serie de artículos que, con el título genérico de Paseos, recorría los alrededores y el interior de la ciudad, creo que con una visión distinta -y espero que mejor contada- que lo que se hacía hasta entonces. Guardo aún la serie en mis estanterías y puede que vea la luz reunida cualquier día.
Participé en el jurado del premio que concedió el semanario con motivo de su 75 aniversario.
Pero, como digo, el sesgo ideológico que tomaba aquello no era mi reclamo favorito. De hecho, en varias ocasiones se me llamó al orden para que suavizara mis consideraciones -más bien eran simples descripciones- acerca de algunos hecho s bejaranos: Virgen, enseñanzas…
Había llegado el momento de dejarlo. Qué le vamos a hacer. Del hecho puede hacer tal vez veinte años, no recuerdo bien.
Me parece que lo que han hecho sus últimos responsables es sencillamente muy dañino para Béjar, como lo sería para cualquier población pues, además de presentar los hechos desde unas formas sencillamente calamitosas, solo dan cuenta de lo que les interesa y afirmo que faltando a la verdad en numerosas ocasiones.
Sé que se pueden interpretar estas palabras desde una forma de pensar que muy poco se compadece con la línea editorial del semanario, pero reafirmo que no es así. Cada uno puede pensar honradamente lo que quiera, pero hay que expresarlo con algún gramo de conocimiento formal y con algo menos de bilis y hasta de humores peores.
Me refiero -lo diré una vez más- a la línea editorial, director y subdirector cuando lo había. De los colaboradores tengo que decir dos cosas: a) unos me gustan y otros me disgustan casi tanto como los de la línea editorial; b) les agradezco sus esfuerzos y sus artículos por encima de todo.
En algún lugar he sugerido eliminar la suscripción a este semanario como forma de no contribuir ya a tanto sesgo de contenido y a tanta deficiencia formal. Siempre ha sido en vano.
El semanario solo es leído por un grupo muy especial de bejaranos, presentes y ausentes, que siguen unidos a un pasado idílico y de un color muy azulado.
Los tiempos actuales permiten el conocimiento de cualquier hecho a través de los medios digitales mucho mejor que a través de un formato rancio en todo.
Entonces, ¿qué pasa si se cierra? Pues nada, coño, pues nada. O casi nada. Porque algo positivo sí sucederá: es casi imposible publicar de nuevo algo tan rancio y con olor a paños raídos como lo que se viene haciendo en este, que no aquel, Béjar en Madrid.
De modo que mis sentimientos son otra vez encontrados. Pero no puedo mentirme y quedarme solo en los generales de la variedad y la libertad de expresión y otros asuntos similares. Casi aseguro que este semanario era, o es, muy malo en la línea editorial -que me perdonen algunos de los colaboradores, se lo pido por favor de nuevo- y que solo contribuye a crear un pasado de Béjar mentiroso y estrecho. La historia de esta ciudad no se merece un agujero tan oscuro y, por desgracia, todavía casi todos los historiadores dan por buena cualquier fuente, con tal de transcribirla literalmente.
De verdad que, por una parte lo siento, pero por otra me alegro. Y no poco.
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