viernes, 20 de enero de 2012

DE UN CARNAVAL VERDADERO

Voy a dar hoy a la cuartilla, y a la ventana, unas líneas jocosas y de expresión desbordada. Es, de nuevo, Quevedo. Por supuesto que es para darle las gracias.
Nunca me conformo con el tenor literal y formal de los textos, pero hoy no tengo ganas de llegar más allá. Por si acaso, recuerdo y me recuerdo que es el final de sus “Sueños” y el momento en el que todo queda absolutamente al descubierto bajo el peso democrático e igualador de la muerte, la hora en la que todo queda subvertido y con el trasero a la intemperie de las verdades, de la sencillez y de la oquedad de todo tipo de apariencias. De manera que habría para el comentario hasta el tratado y hasta el ensayo más corajudo. Pero baste el baile de los dioses, la juerga de al vida, el desborde y la antinorma, el contraste brutal  y la opción a la vista y en demora. Allá cada cual.
Se han terminado los sueños. Han dado las cinco. Ha llegado la Hora de todos. El desfile toca a su fin. Pasarela de la moda, pasarela de la vida y de la muerte:
“Júpiter prepotente mandó luego traer de comer, e instantáneamente aparecieron allí Iris y Hebe con néctar, y Ganimedes con un velicomen de ambrosía. Juno, que le vio al lado de su marido, y que con los ojos bebía más del copero que del licor, endragonida y enviperada (ahí queda eso), dijo:
-O yo  o este bardaje hemos de quedar en el Olimpo, u he de pedir divorcio ante Himeneo.
Y si el Águila en que el picarillo estaba a la jineta no se afufa con él, a pellizcos lo desmigaja. Júpiter empezó a soplar el rayo, y ella le dijo:
-Yo te le quitaré para quemar el pajecito nefando.
Minerva, hija del cogote de Júpiter (diosa que si Júpiter fuera corito estuviera por nacer), reportó con halagos a Juno; mas Venus, hecha una sierpe, favoreciendo aquellos celos, daba gritos como una verdolera y puso a Júpiter como un trapo. Cuando Mercurio, soltando la tarabilla, dijo que todo se remediaría y que no turbasen al banquete celestial, Marte, viendo los bucaritos de ambrosía, como deidad de la carda y dios de la vida airada, dijo:
-¿Bucaritos a mí? Bébaselos al Luna y estas diosecitas.
Y mezclando a Neptuno con Baco, se sorbió los dos dioses a tragos y chupones, y agarrando de Pan, empezó a sacar dél rebanadas y a trinchar con la daga sus ganados, engulléndose los rebaños, hechos jigotes, a hurgonazos. Saturno se merendó media docena de hijos. Mercurio, teniendo sombrerillo, se metió de gorra con Venus, que estaba sepultando debajo de la nariz a puñados, rosquillas y confites. Plutón, de sus bizazas sacó unas carbonadas que Proserpina le dio para el camino. Y viéndolo Vulcano, que estaba a diente, se llegó andando con mareta y con un mogollón muy cortés, a poder de reverencias, empezó a morder del todo y a mascullar. El Sol, a quien toca el pasatiempo, sacando su lira, cantó un himno en alabanza de Júpiter con muchos pasos de garganta. Enfadados Venus y Marte de la gravedad del tono y de las veras de la letra, él, con dos tejuelas, arrojó fuera de la nuez una jácara aburdelada de quejidos, y Venus, aullando de dedos con castañetones de chasquido, se desgobernó en un rastreado, salpicando de cosquillas con sus bullicios los corazones de los dioses. Tal cizaña derramó en todos el baile, que parecían azogados. Júpiter que, atendiendo a la travesura de la diosa se le caía la baba, dijo:
-¡Esto es despedir a Ganimedes, y no reprehensiones!
Dioles licencia y, hartos y contentos, se afufaron, escurriendo la bola a puto el postre, lugar que repartió el coperillo del avechucho.”
Ahí me queda y ahí queda. Para divertimento. Y para pensamiento.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Jo, no he entendido nada, y sin embargo me estoy riendo y no sé si es de mi propia ignorancia.