martes, 31 de enero de 2012

EN PLENA REGRESIÓN


Aunque ya no tengo como profesión las aulas (por más que sigo como profesor una tarde a la semana y otras dos como alumno), todo lo que abre un canal que lleva a la enseñanza lo sigo considerando como propio y me duele y me atrae cualquier disposición que se adopte.
El PP sigue en sus huertos, cultivando las lechugas que mejor le convienen. Nihil sub sole novum. Era lo que se podía esperar y lo que se veía venir. Aquello que se llamaba “Educación para la ciudadanía” y que, salvo en casos de fanatismo, muy escasos y aislados, ya dormía en el automatismo de la educación, resulta que ahora lo eliminan como habían pedido las voces más extremistas.
Sigo pensando que el apartado de la educación es un campo en el que hay que jugarse toda la fuerza a espadas, es decir, hay que echar toda la ideología y todas las energías en implantar un sistema determinado. La educación ahorma la escala de valores de un país y, con ella, la forma de vida, las costumbres, el reparto de funciones, la riqueza y hasta la manera de limpiarse los dientes. Aquí no se puede andar con remilgos: nos jugamos demasiado. Siempre he defendido que el consenso por el consenso, en este campo, no juega.
Lo que discuto es que el modelo que se quiere implantar sea el más conveniente. Dos ejemplos.
Bachillerato de tres años y uno menos de ESO. Si el alfabetizado suma, verá que el resultado es el mismo en extensión, pero la discriminación que se crea entre alumnos es mucho mayor con este sistema nuevo que se apunta pues se acota la obligatoriedad un año. Poco parece importar qué se vaya a hacer con ese segmento de población, salvo dejarlo ir a la puta calle y convertirse en carne de cañón para la marginación social. Pero importa la elite y la excelencia. Qué atraso y qué equivocación: lo pagaremos caro en ignorancia y en desajustes sociales.
Educación para la ciudadanía: En nada les interesa la reflexión sobre asuntos sociales y de convivencia. Y no interesa porque en términos sociales, políticos, económicos y religiosos, se nos vienen abajo los palos del sombrajo. Y hasta ahí podíamos llegar. ¿Cómo vamos a permitir, por ejemplo, que se descubra la igualdad de los seres humanos y la necesidad de parámetros sociales similares para crear una sociedad de igualdad de oportunidades? ¿Y si nos da por descubrir que las zarandajas de imposición religiosa poco tienen que ver con una sociedad crítica y razonable? Conviene no hurgar demasiado: es mejor dejarlo todo en la nebulosa de los conceptos menos físicos y comprobables para así mantener con más sencillez las diferencias sociales y económicas.
Ellos sabrán lo que hacen, pero los resultados nos afectarán a todos.
¿Por qué cuando hablan de seriedad, esfuerzo y excelencia no aplican estos principios a sus propias actuaciones? ¿Quién se lo impide? Cuánto pico de oro en corazón de hojalata.
Luego se les llena la boca con la necesidad de criterios morales y de valores. Los que ellos quieren imponer sin que medie discusión ni elección personal y responsable. Otro paso hacia atrás. Y de los más largos.

lunes, 30 de enero de 2012

FANATISMO

Siempre he pensado que las palabras son simples y pobres aproximaciones a las ideas que poseemos de las cosas. Como la imagen y la idea de una misma cosa no son las mismas en todas las personas, resultan inevitables esa pobreza y esa imprecisión en el mismo corazón de las palabras. Eso sí, no hay mejor forma de aproximarnos a ellas. Así de pobres y de desvalidos andamos. Quien no esté dispuesto a echarle buena voluntad e interpretación benévola a cualquier interlocutor no va a encontrar más que aristas y malos modos.
Pero no será malo que intentemos cierta precisión en su uso. Aunque no sea más que para sobrevivir y no perecer en el intento. Y esto tanto en la expresión oral como en la escrita; si no, nos encontraremos con soluciones como las del jurado de Valencia, por ejemplo, o con lo que cualquiera puede oír o leer a cada paso.
A veces me paro y juego con cualquier palabra y en ella busco tres pies al gato. Fundamentalmente por matar el tiempo y por jugar al despiste conmigo y con el propio concepto.
Sea hoy la palabra FANÁTICO, o FANATISMO. Para el adjetivo el DRAE describe “Que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias y opiniones, sobre todo religiosas o políticas”. Para  el sustantivo se despacha con esto: “Tenaz preocupación, apasionamiento del fanático”.
No soy ningún fanático del DRAE y me guío, siempre que puedo y sé, por el criterio etimológico, pero sea..
Defender algo con tenacidad y apasionamiento no parece nada malo, sino algo excitante e impulsivo, algo animador y revitalizante. La clave debe de andar en el grado que marca el adjetivo: “desmedida”, fuera de medida, lejos de lo normal y razonable. Por si acaso, el DRAE lo contextualiza en campos bastante acotados: religión y política. Es evidente que se puede aplicar a cualquier aspecto de la vida. Díganlo, si no, los futboleros o los que andan de concierto en concierto, por ejemplo. Claro que ponerle coto a esa medida no sé cómo se puede realizar ni adivino quién tiene que poner los mojones.
En realidad, me parece que el fanatismo aparece siempre que un ser humano cree que algo es tan importante que sitúa al resto de ideas o de actividades muy en segundo lugar. De este modo, se entrega a ese algo con armas y bagajes y le ofrece todo lo que le pida y más como un novicio encantado. Y, lo que es peor, está dispuesto a todo, o a casi todo, para que los demás también se sometan a ese algo, cueste lo que cueste. Es este el caso en el que el fin justifica cualquier medio. La razón, entonces, se pierde y, cuanto más se desposee la persona en favor de la idea o el ser del que se hace fan, más fervor irracional se desata en él.
Naturalmente que hasta en esto hay grados: de otra manera, sería imposible la supervivencia. Y hay fanatismo y fanáticos de toda ralea. Todos nos reconoceremos en cierto grado de fanatismo de vez en cuando.
Sospecho que, cuanto más invisible y lejano sea el objeto, la idea o la persona que provocan el fanatismo, más devastador se puede volver. No sé si es fácil encontrar alguno más peligroso que el religioso. A las pruebas de la Historia me remito; a las de la Historia más extensa y a las de la más rabiosamente contemporánea.
Si todos los fanatismos son poco recomendables, ¿por qué al menos no empezar por ser uno fan de sí mismo? Al menos sabemos en qué invertimos nuestra sinrazón. Y acaso también porque la calidad bien entendida empieza por uno mismo.

domingo, 29 de enero de 2012

NOVELAS Y SERIES


Mis ritmos de lectura han sido muy variados a lo largo del camino, ya tan extenso y largo. Comencé con la vista en las páginas mucho más tarde de lo que es normal pero desde entonces no he parado de abrir y cerrar libros.
Ahora mismo siento que ese ritmo vacila un poco más, incluso me impongo algún receso sin gastarme la vista. Pero creo que el cambio más importante se ha producido en la elección de los textos que pongo bajo mis ojos. Antes exageraba diciendo que leía hasta el papel del váter; ahora…
¿Hacia dónde han ido mis gustos? Pues, sin dejar de fondo la narrativa clásica y la poesía, me inclino más hacia el mundo del ensayo e incluso de la filosofía. Creo que esta tendencia se ha acentuado en los diez últimos años.
Más que esta pequeña confesión personal, sin más importancia para nadie salvo para mí, me interesa dejar unas gotas de reflexión acerca de los tipos de lectura. No necesitará ninguna comprobación la afirmación de que el noventa por ciento de las lecturas del lector “normal” tienen que ver con la novela en sus diversas facetas, pero, sobre todo, con la novela de estructura simplemente narrativa: una historia con un principio, un desarrollo y un final. Es lo que más se escribe, lo que más se vende y lo que más se lee. Algunos novelistas pueden aspirar a vivir muy holgadamente de su escritura e incluso son reconocidos socialmente. Es más, no se arriesga nada si se afirma que es el personal femenino el que más lee este tipo de obras.
No seré yo quien ponga palos en las ruedas de este carro, pero tampoco me gustaría ponerme delante como palmero y adulador inconsciente.
¿Qué se reproduce como esquema general en un libro de este tipo? Pues una historieta que tiene que estar bien narrada, con un ritmo adecuado, guardando unas formas externas y con el morbo oportuno para mantener la atención. Que nadie busque más elementos porque tal vez no los encuentre nunca. Al fin y al cabo, una obra literaria no es otra cosa que un contenido cualquiera, concretado con palabras y que intenta crear en el lector cierta emoción. Y lo mismo para el resto de las artes. A ver si podemos desmitificar un poquito el arte también, que no pasa nada. Palabras, organización y emoción conforman todo.
Pienso con frecuencia en buena parte de lo que se nos ofrece a diario en los medios de comunicación en forma de series y películas. Y, aunque sea muy políticamente incorrecto, no observo tantas diferencias, salvo, tal vez, en el nivel de elaboración. Cualquier serie al uso se basa en las palabras pero se enriquece con las imágenes y con otros elementos que están vedados a las novelas escritas. Naturalmente, los guionistas organizan y seleccionan los elementos  en una distribución más o menos acertada según los casos. Y el morbo y el intento de emoción lo venden por toneladas. Incluso creo que el grueso de seguidores de estas series y películas tiene características similares o iguales a las que tienen los lectores de las novelas citadas.
Y una parte de la sociedad -yo incluido, desde luego- despotrica contra mucho de lo audiovisual y ensalza lo impreso en libro. Algo pasa aquí que no encaja en mis cortos razonamientos. ¿No es tan positiva y beneficiosa esta literatura como se valora? ¿Se debe considerar más la expresión audiovisual, incluso la de las series que parecen más elementales? No es un asunto de poca importancia pues ahí anda buena parte de nuestra sociedad a diario, matando el tiempo o dándole a la imaginación, y, en definitiva, conformando su manera de sentir y de pensar.
Qué bueno sería comparar en qué se parecen y en qué se diferencian, y cómo reflejan sus verdaderos mundos, “El Quijote”, por ejemplo, y alguna serie como “Amar en tiempos revueltos” o “Cuéntame”. Lo digo sin tapujos y desde mi afiliación quijotesca.
Ah, y ya se sabe que los audiovisuales nos exigen menos esfuerzo, solo el de apretar el botón.
¿Me haré esta semana seguidor de alguna serie? ¿Qui lo sa?

sábado, 28 de enero de 2012

EN CRUCE DE CAMINOS



Por muchas redes sociales que inventemos, por mucho vaivén que traigamos, por mucho éxito o fracaso que sintamos o que nos den, por muchos dividendos que nos ofrezcan nuestras libretas de ahorros -o más bien números rojos-, por más procesiones que inventemos u hombres de musgo falsos que hagamos desfilar por las calles, hay elementos que siguen ahí casi inamovibles y con pocas ganas de cambiar desde que la memoria se pierde en el fondo de los tiempos. Y, además, lo hacen con voz propia, sin permitir que le busquemos las vueltas del todo y los sometamos a criterios de razón. La ciencia sigue intentándolo pero no lo tiene muy claro. De vez en cuando a uno le dan ganas de desear que esa ciencia no consiga el éxito, al menos de manera muy rápida, porque cada descubrimiento que se produce parece que le quita un manto a la cebolla y la va dejando con las entrañas al aire.
Sea, por ejemplo, el mundo y el concepto del amor. ¿Por qué el amor sigue estremeciendo? ¿Por qué en su nombre se hacen tantas cosas aparentemente sin razón? ¿Por qué es capaz de generar tantos impulsos? Las mismas preguntas se pueden trasladar a los otros ejes esenciales de la existencia: la belleza, el bien y la verdad. Las tres recogen la traslación del mundo emotivo, del mundo ético y del mundo racional. O sea, todo.
¿Quién me puede decir cómo se pesa un kilo de amor? ¿Y media arroba de belleza? Pues ¿y dos banastas de verdad?
A veces pienso en el mundo que subyace al desarrollo de la conciencia. El mundo inconsciente sigue riéndose de nosotros y continúa afirmando su poderío como si nada. Por si fuera poco, lo hace desde siempre pues -esto no parece que se pueda discutir demasiado-, antes del mundo de la consciencia, existe y actúa el reino y el poder de la inconsciencia. Y qué bien lo hace en muchos casos.
Mi nieta no puede actuar desde la consciencia porque no la posee todavía elaborada, porque no domina mecanismos de relaciones complejas. Que no se preocupe porque la cuidaremos nosotros hasta que vaya afirmándose en esas relaciones y su consciencia empiece a tomar decisiones libres y discriminadas. Todavía no tiene almacén para guardar en su memoria y toda ella es presente; somos nosotros los que guardamos su figura y sus hechos ingenuos, que más tarde le recordaremos para que ella simplemente se los imagine. Es solo un ejemplo.
Desde luego que se adivina en todo el inconsciente un punto de egoísmo ineludible, una muestra de lucha por la supervivencia, un impulso y una satisfacción ante algo que te beneficia.
No me apetece seguir tirando de ese hilo porque entonces acaso llegue a la conclusión de que hay mucho de egoísmo en este asunto del amor y en los otros  ejes de actuación humana que he señalado: belleza, bien y verdad. ¡Pero es tan disculpable y tan entendible este egoísmo!
 Por eso mi mente se divide y se contempla a veces cerca del inconsciente y otras veces sintiendo el abismo del mismo y el peligro de que su embaucamiento produzca la tontuna y la falta de criterio, el vaciamiento sublime pero, al mismo tiempo, la anulación total.
Siento que todo es verdad y que todo es un poco mentira a la vez, me instalo en la duda y puedo parecer un ser errante que no conoce bien cuál es la meta ni cuáles los caminos más fecundos. Qué le vamos a hacer.

miércoles, 25 de enero de 2012

NO UN SOLDADO QUE ESPERA


Yo no soy más que el eco de un misterio
que despistó su rumbo enloquecido
y le dio por mirar las circunstancias
en las que se gastaban estas tierras.
Fue la curiosidad, el sutil morbo
de sentir la epidemia de las gentes
rendidas al cansancio de la monotonía;
o acaso el cruel trabajo enfebrecido
de la supervivencia
que ganó la batalla y allí mismo
empezó la batalla de la vida.

Pero no el componente diseñado
de una historia infinita y escondida,
no un soldado que espera
el término triunfal de la batalla
mientras siente pavor por si lo dejan
fuera de los desfiles
y aclama sin descanso
al perfecto estratega
o al líder superior de los ejércitos.

Lo mejor de la guerra es simplemente
no pensarla ni en sueños concebirla.

Tal vez una llamada colectiva
o una cierta conciencia de las fuerzas
que pueblan los espacios y las tardes
me dejan más sencillo y positivo,
menos abandonado, más en calma.

Mi amor en las entrañas de los aires,
de los cielos, del sol. Y su conciencia
en el centro feliz  de mis entrañas.

martes, 24 de enero de 2012

¿DE VERDAD QUE NO EXISTIERON LOS HOMBRES DE MUSGO?



 Qué desilusión. Todo mi gozo en un pozo. Esto no se le hace a un amigo. ¿Y ahora qué hacemos con los palos del sombrajo? ¿Y si pegamos ahora a estudiar lo del asunto de la Virgen del Castañar? Uf, mejor no seguir. Desalmados, que sois unos desalmados.
He dedicado mis últimas horas libres a la lectura del libro que firman Gabriel Cusas y José Muñoz “Los Hombres de Musgo y su parentela salvaje”. Lo he hecho casi con fruición porque el tema me interesa, aunque no sé si en las variables que a los autores del trabajo. A vuela pluma se me ofrecen muy diversas sensaciones.
La primera ya me sorprende en el prólogo, de J. S. Paso, en el que escribe: “Algunos investigadores bejaranos veníamos en las últimas décadas sospechando que la tesis oficial sobre los Hombres de Musgo no se sostenía.” ¿Pero es posible que solo fuera una sospecha? No me lo puedo creer, como dijo mi nieta de dos años y medio cuando en su primera cabalgata vio a los Reyes Magos aparecer por la Corredera. Yo, que no soy historiador ni aspiro a serlo, desde siempre he afirmado, y he escrito bastantes veces, que esto es sencillamente imposible. Recuerdo, por ejemplo, que cada curso dejaba a un buen grupo de alumnos con la boca abierta cuando les hablaba de este asunto. Y lo he hecho desde el sentido común, sencillamente procurando sumar algunos elementos simples y de razón elemental. ¿Dónde están los rastros árabes? ¿Cómo se puede mover un ser humano con esa vestimenta ladera abajo para conquistar por sorpresa una ciudad amurallada? ¡!Pero si no se pueden casi ni tener en pie!! ¿Los moros estaban ciegos y no veían a los cristianos apostados en el frente mismo de la ciudad? Venga ya, por favor. Para qué seguir sumando considerandos simplicísimos y apabullantes.
A partir de esa imposibilidad física y mental, sospechar que se trata de un aprovechamiento de las clases clerical y nobiliaria no parece que necesite demasiado pesquís, que la Historia es la Historia y se repite lo que se repite. Estos mimbres se tejieron en el mejor taller durante los años de la dictadura, como fácilmente se puede entender.
José Muñoz y Gabriel Cusac han puesto, además, pie y ritmo a esa simple ecuación. Lo han hecho con medidas académicas y bibliográficas. Está bien porque parece -qué pena- que hay gente que no entiende más que lo que está paginado y se presenta en formato clásico. Bien por ellos y por su esfuerzo, aunque a mí el fárrago de los antecedentes, que se pueden extender hasta el origen de los siglos y de los espacios, me interesa menos. Incluso la valiosa aportación de datos minuciosos y documentados de la introducción de estas figuras en el paisaje de la procesión bejarana. Todavía creo que, a pesar de estos datos tan precisos, quedan dudas del momento y, sobre todo, de los motivos concretos de esa inclusión. Pero repito que estos hechos, tan técnicos y tan historiosos ellos, a mí me ocupan menos.
Las conclusiones son tan concretas como demoledoras. A todas ellas me apunto, a falta de alguna precisión acerca de esos primeros paseos de los monstruos por las calles de la ciudad estrecha.
Ver a un Hombre de Musgo es evocar elementos de la naturaleza, a la que vuelve el ser humano y en la que se siente renacido. Los juegos dan para el refinamiento y al mismo tiempo para el disfraz natural y primitivo, de musgo, de piel o de Armani. Los espacios y los tiempos de lucir esos disfraces también son muy diversos, aunque siempre mejor con el buen tiempo de cara.
Lo que es inadmisible es inventarse batallitas inverosímiles y ponerlas al servicio del poderoso a través de la religión. Y, sin embargo, así llevamos miles de años. Es que no hay manera de que aprendamos.
Por lo demás, el texto obedece a la minuciosidad, al esfuerzo y al buen hacer y saber de estos dos grillos cantores de la ciudad estrecha a los que, a pesar de todo, cualquier día vemos con el musgo a la espalda en el Corpus Christi. Sería una representación tragicómica insuperable.

lunes, 23 de enero de 2012

"TRAS DE UN AMOROSO LANCE"

Quisiera estar saciado con tu hartura,
sentir que lo demás se muestra vano,
engolfarme embriagado en tu hermosura,
que se ha ofrecido al fin a mi reclamo.

Y allí estarme seguro en tu pastura,
llevado sin cuidado de la mano
de quien llagó mi vida a tal altura
que ya solo en su amor halla el descanso.

Y entonces solo unión, absorbimiento,
no al querer ni al pensar, no a la conciencia,
pues tú eres verdadero entendimiento.

Y cesar y olvidar y estar ya muerto
y vestirme de nada y de inocencia,
de olvido, de quietud y de silencio.

sábado, 21 de enero de 2012

¿ANECDOTA, O CATEGORÍA?


Una de las aportaciones más interesantes de nuestra cultura literaria, litúrgica, teológica, filosófica, social y hasta en parte histórica es la de la mística. Es fenómeno el de la mística que brota en todas las culturas y en todas las épocas. Cada espacio y tiempo exigen su explicación. En España, los SS XVI y XVII seguramente marcan la cima en su expresión, sobre todo literaria y teórica. Santa Teresa y San Juan son los autores más conocidos. Pero acaso sea Miguel de Molinos la cumbre en su formulación. Su obra “Guía espiritual” es referente casi inigualable para el entrañamiento en lo que pueda significar esta teoría y esta práctica.
Viernes por la tarde. Estoy solo en casa, en mi habitación de trabajo y de lectura de invierno. Mi sillón es confortable. La temperatura me acaricia y me conduce al olvido de mí mismo. Del exterior se cuela por la ventana un haz de rayos de sol tenues pero luminosos. Cae la tarde. De los altavoces acoplados a mi ordenador sale una música que he programado y que me sirve de fondo para que el silencio sea sonoro y a la vez me regale en eco los oídos.
Sí, estoy leyendo la “Guía espiritual” de Miguel de Molinos. El autor va desgranando indicaciones para un mejor ahondamiento en la meditación y sobre todo para dar a entender -según él, por supuesto- la superioridad de la contemplación y del silencio frente a la meditación. No sé cuánto tiempo llevo en la lectura pero es bastante: el reloj me ha dejado de importar. Hoy no expreso mis sensaciones de lector interesado -acaso otro día-, solo describo. Ando engolfado en párrafos como estos:

Advertencia II. 10: “Cuando ya el alma conoce la verdad, sea por el hábito que ha adquirido con los discursos, o porque el Señor le ha dado particular luz y tiene fijos los ojos del entendimiento en la sobredicha verdad, mirándola sencillamente, con quietud, sosiego y silencio, sin tener necesidad de consideraciones ni de discursos ni otras pruebas para convencerse, y la voluntad está amando, admirándose y gozándose de ella, esta se llama propiamente oración de fe, de quietud, recogimiento interior o contemplación.”
O este otro:
Capítulo XVI. 116: “Hay dos maneras de espirituales totalmente opuestos. Unos dicen que siempre se han de meditar y considerar los Misterios de la Pasión de Cristo. Otros, dando en un extremo opuesto, enseñan que la meditación de los Misterios de la vida, pasión y muerte del Salvador no es oración ni aún en su memoria; que solo se ha de llamar oración la alta elevación en Dios, cuya divinidad contempla el alma en quietud y silencio.”
De esta situación me saca un ruido estridente que llega repentino desde el comedor. Cambian mis sensaciones y ahora es mi sentido del oído el que actúa para hacerme consciente de que alguien quiere hablar conmigo. Me levanto de mala gana y me acerco al comedor. Ringgg, ringggg, ringgggggggg, ringgggggggggggggg. Por fin cojo el móvil.
Una voz femenina y juvenil pregunta por mí educadamente. “Si, soy yo”. Y, enseguida, quiere pegar la hebra con unas frases mecánicas y aprendidas: “Mi nombre es X y lo llamo en nombre de ONO porque tenemos una oferta en telefonía que seguro que le va a interesar”. Respuesta inmediata y transcripción fónica: “Vausté a la mierda.”. Corte del teléfono y enfado en solitario.
Fin de la anécdota. O categoría.
Posdata: Después salí a la calle y la anécdota se repitió aunque con otras formas.

viernes, 20 de enero de 2012

DE UN CARNAVAL VERDADERO

Voy a dar hoy a la cuartilla, y a la ventana, unas líneas jocosas y de expresión desbordada. Es, de nuevo, Quevedo. Por supuesto que es para darle las gracias.
Nunca me conformo con el tenor literal y formal de los textos, pero hoy no tengo ganas de llegar más allá. Por si acaso, recuerdo y me recuerdo que es el final de sus “Sueños” y el momento en el que todo queda absolutamente al descubierto bajo el peso democrático e igualador de la muerte, la hora en la que todo queda subvertido y con el trasero a la intemperie de las verdades, de la sencillez y de la oquedad de todo tipo de apariencias. De manera que habría para el comentario hasta el tratado y hasta el ensayo más corajudo. Pero baste el baile de los dioses, la juerga de al vida, el desborde y la antinorma, el contraste brutal  y la opción a la vista y en demora. Allá cada cual.
Se han terminado los sueños. Han dado las cinco. Ha llegado la Hora de todos. El desfile toca a su fin. Pasarela de la moda, pasarela de la vida y de la muerte:
“Júpiter prepotente mandó luego traer de comer, e instantáneamente aparecieron allí Iris y Hebe con néctar, y Ganimedes con un velicomen de ambrosía. Juno, que le vio al lado de su marido, y que con los ojos bebía más del copero que del licor, endragonida y enviperada (ahí queda eso), dijo:
-O yo  o este bardaje hemos de quedar en el Olimpo, u he de pedir divorcio ante Himeneo.
Y si el Águila en que el picarillo estaba a la jineta no se afufa con él, a pellizcos lo desmigaja. Júpiter empezó a soplar el rayo, y ella le dijo:
-Yo te le quitaré para quemar el pajecito nefando.
Minerva, hija del cogote de Júpiter (diosa que si Júpiter fuera corito estuviera por nacer), reportó con halagos a Juno; mas Venus, hecha una sierpe, favoreciendo aquellos celos, daba gritos como una verdolera y puso a Júpiter como un trapo. Cuando Mercurio, soltando la tarabilla, dijo que todo se remediaría y que no turbasen al banquete celestial, Marte, viendo los bucaritos de ambrosía, como deidad de la carda y dios de la vida airada, dijo:
-¿Bucaritos a mí? Bébaselos al Luna y estas diosecitas.
Y mezclando a Neptuno con Baco, se sorbió los dos dioses a tragos y chupones, y agarrando de Pan, empezó a sacar dél rebanadas y a trinchar con la daga sus ganados, engulléndose los rebaños, hechos jigotes, a hurgonazos. Saturno se merendó media docena de hijos. Mercurio, teniendo sombrerillo, se metió de gorra con Venus, que estaba sepultando debajo de la nariz a puñados, rosquillas y confites. Plutón, de sus bizazas sacó unas carbonadas que Proserpina le dio para el camino. Y viéndolo Vulcano, que estaba a diente, se llegó andando con mareta y con un mogollón muy cortés, a poder de reverencias, empezó a morder del todo y a mascullar. El Sol, a quien toca el pasatiempo, sacando su lira, cantó un himno en alabanza de Júpiter con muchos pasos de garganta. Enfadados Venus y Marte de la gravedad del tono y de las veras de la letra, él, con dos tejuelas, arrojó fuera de la nuez una jácara aburdelada de quejidos, y Venus, aullando de dedos con castañetones de chasquido, se desgobernó en un rastreado, salpicando de cosquillas con sus bullicios los corazones de los dioses. Tal cizaña derramó en todos el baile, que parecían azogados. Júpiter que, atendiendo a la travesura de la diosa se le caía la baba, dijo:
-¡Esto es despedir a Ganimedes, y no reprehensiones!
Dioles licencia y, hartos y contentos, se afufaron, escurriendo la bola a puto el postre, lugar que repartió el coperillo del avechucho.”
Ahí me queda y ahí queda. Para divertimento. Y para pensamiento.

jueves, 19 de enero de 2012

"ELIJO SER LLAMADO VENCEDOR"


Se suele recordar el discurso de las armas y las letras (Cap. XXXVIII, Quijote) como punto de partida para la consideración del valor mayor o más pequeño de ciertas ocupaciones. Con menor frecuencia se cita la disquisición que otro de los grandes, Quevedo, hace del mismo asunto en sus “Sueños: La hora de todos y la Fortuna con seso, XXXV”.
“El Gran Señor, que así se llama el emperador de los turcos, monarca, por los embustes de Mahoma, en la mayor grandeza unida que se conoce, mandó juntar todos los cadíes, capitanes, beyes y visires de su Puerta, que llama excelsa, y con ellos todos los morabitos y personas de cargos preminentes, capitanes generales y bajaes…” Y en este concilio de cuerpo diplomático, resulta que un morisco le suelta el discursito de marras. Al final, el Gran Señor no se anda con chiquitas y tira por la calle del medio: “Estos cristianos sean libres; válgales por rescate su generosa bondad, vestidlos y socorredlos para su navegación con grande abundancia de las haciendas de todos los moriscos, y a ese perro quemaréis vivo porque propuso novedades (…) Yo elijo ser llamado bárbaro vencedor y renuncio que me llamen docto vencido: saber vencer ha de ser el saber nuestro, que pueblo idiota es seguridad del tirano.”
Queda claro que el señor Quevedo dispara sin disimulo y no se oculta de quien lo quiera entender. Bastante menos melindroso que Cervantes tan solo unos años después.
Los contextos explican mucho de lo que se escribe en cada momento y los discursos de ambos escritores hay que entenderlos en su época y en sus contestos.
Pienso si en las circunstancias actuales se puede esbozar algo parecido. Las armas no son las  mismas, las letras tal vez no sirvan para lo mismo. Pero ahí siguen estando los dos modelos de vida, las dos formas de levantarse cada mañana y de encarar la actividad diaria. Sospecho que sigue habiendo mucha gente que prefiere ser llamado bárbaro con tal de que haya salido vencedor, con tal de que los medios lo sitúen en el top ten de las diversas listas. Y las hay de todo tipo: políticas, comerciales, religiosas, académicas, laborales, de famoseo, deportivas… Ah, y se juega en diversas categorías: internacional, nacional, regional, local, de barrio, de pandilla, de familia… Con cierta frecuencia, en estas categorías inferiores, las puñaladas son más directas e indisimuladas.
¿Qué otra cosa puede significar el dominio de las letras que imponerse por la razón y no por la fuerza? Y no estará de más recordar que la razón es elemento común a todas las personas, mientras que para las armas, o hay que solicitar permiso o hay quien las toma a mamporrazo limpio (entiéndase, comercialmente, en publicidad, olvidándose de cualquier principio, fijándose solo en el recuento de votos, imponiendo la ley de los mercados…, en fin…).
Inevitablemente me vuelve a la mente esa especie de mantra que se ha apoderado de mí: “todo lo que no son cuentas son cuentos”, dicen ellos.
A mí me gustaría quedarme con los cuentos antes que con las cuentas. Entre otras cosas porque estoy convencido de que es la mejor manera de aumentar las cuentas. Las de todos, no las de los caprichos de unos pocos. Pero ahí seguimos estando.

miércoles, 18 de enero de 2012

MYSELF


Se dibujan los días lentamente
en un cuaderno gris lleno de polvo.
Tú solo formas parte en color sepia
de una página oculta y olvidada.

No importa, no deslices tus pisadas
por un suelo de escasa encarnadura,
no te dejes del todo ningún día
pues puedes anegarte en el abismo
y aquel solo es refugio de la nada.

¿Qué te puede ofrecer esa señora
si intenta dar consuelo a tu amargura?

Estás en la sesión de la esperanza,
en los meses tranquilos de la siembra:
hasta el alto refugio del estío
todo debe aspirar a ser el fruto
de una vida cuajada en la primera
persona y singular. En todo tiempo
quiero yo declinar mi, me, conmigo.

lunes, 16 de enero de 2012

SI HE DE MORIR...


Morir es una extraña coincidencia
con unas circunstancias azarosas
que te velan el mundo de las cosas
que alzaban su  memoria en tu conciencia.

Si he de morir, que sea en la inocencia
y en un tipo de muerte ventajosa.
De frío no sería muy decorosa
y de risa se anula la decencia.

Tampoco es muy golosa la de hambre
pues nunca es consecuencia del hartazgo
sino de la virtud de nunca hartarse.

Que venga la de amores a mi hallazgo,
que yo quiero morirme y no matarme
porque en morir matando no me hallo.

domingo, 15 de enero de 2012

NO HAY MANERA

Catarros o gripes familiares agudos me han dejado varado en casa durante todo el fin de semana. Tampoco está tan mal. Estos fríos del invierno… ¡Y por fin nieva! Me gusta ver la nieve tras los cristales e imaginar el campo blanco. Mañana no será sueño sino realidad pues cuaja en copos muy grandes y todo apunta a que dejará un poso muy visible. Ya era hora.
Entre atenciones, comidas, ropas y lecturas, algo más de tiempo he tenido para dejarme medio sepultado en el sillón mirando la caja tonta.
Hay un canal de pago en el que reponen películas antiguas, fundamentalmente españolas. Mi opinión acerca de este tipo de cine es mucho menos negativa que la que se escucha siempre en público. Por mejor decir, pienso que hay un tanto por ciento de películas estupendas y otro tanto por ciento que no sirve ni para jabón.
El azar me puso frente a una llamada “Las autonosuyas”. La vi durante unos veinte minutos. Enseguida recordé que había un texto, en el que supongo que se basa la película, del escritor de éxito, tanto como fascistoide, Fernando Vizcaíno Casas.
Esta película refleja muy bien, creo, la forma de actuar de cierta clase social, sociológica y política que, con sus intervenciones extremas y astracanadas al uso, lo que consigue en mi mente, y espero que en muchas más, es que cualquier elemento de coincidencia quede aparcado en el olvido y sea rechazado como forma de no verse uno relacionado con semejante pandilla.
Obviamente, en la película se presenta el asunto de la división autonómica y la diferencia de lenguas en España en el momento en el que se establecían las divisiones que hoy permanecen. Eran los primeros ochenta. Se trata de un asunto totalmente serio y de enjundia, que ha tenido un desarrollo muy desigual y sobre el que, sin duda, se puede discutir y cruzar opiniones.
Hace escasos días apuntaba la extrañeza positiva que me había supuesto oír a los dos candidatos a dirigir el PSOE hablar con reticencias acerca de la forma en que este partido había abordado el asunto durante los últimos treinta años. Con frecuencia he dejado escrito que no soy ningún entusiasta de este tipo de organización territorial y política, sobre todo porque supone, creo, una tensión continua entre territorios y entre cada uno de estos y el llamado poder central. Pero bien poco me importaría si realmente se demostrara que es la fórmula que mejor ayuda para el beneficio del ciudadano. Pienso también que la izquierda ha renunciado -y no se me alcanza la causa- a su carácter más general y hasta internacional.
Pero con esta gente no hay manera. Porque podemos pensar que Vizcaíno Casas era como era. Sin embargo, no era voz solitaria, ni mucho menos. En los primeros dos mil, cada vez que Aznar abría la boca, lo hacía en un tono y con unas formas, que multiplicaba los nacionalistas por diez. Otro tanto viene sucediendo con los medios de la derecha desde siempre.
En este plan, no es posible ni sentarse a pensar en nada; lo primero que a uno se le ocurre es suplicar algo así como “yo no sé qué es lo mejor, pero desde luego lo que dicen estos no, por favor”. De ese modo nos quedamos en voces en el extremo y en bullas por todas partes.
Y no es este solo el apartado en el que sucede lo que sucede. Por desgracia, los tonos y las formas son tan exagerados, que no cabe ni la aproximación, solo la huida y el rechazo.
El futuro no es demasiado halagüeño: los medios los tiene quien los tiene y los altavoces y los púlpitos también. Qué pena.

sábado, 14 de enero de 2012

ESTAMPA EN COLOR NEGRO


La calle mayor de aquel mundo pequeñito era estrecha y delgada, había ido tomando cuerpo desde la plazuela que recogía todos los signos de poder de los ciudadanos que a lo largo de la Historia habían dejado sus huesos rondando sus esquinas. En lo más alto se había erigido una fortaleza para disfrute e insignia de los poderes del lugar. A su amparo se habían ido construyendo pequeñas y amontonadas casas para el resto de la población. Como a los pies del castillo y rindiendo pleitesía, una ancha plaza daba cabida a una iglesia, reducto y enseña del poder eclesiástico, tan próximo a los señores del palacio y complemento exacto de los cuidadores y salvadores de personas, animales y campos. Solo una esquinita dejaba sitio para la casa civil, para el Ayuntamiento, para el resto de convivencia, que bien poca era.
Los principales acontecimientos de la comunidad tenían lugar en la plaza. Allí se escenificaban las influencias y las fuerzas, las razones  y las sinrazones, los escarmientos y las ejemplificaciones.
El caminante había caído por allí siguiendo los pasos de sus actividades juglarescas que le permitían escasamente la supervivencia siempre que el beneplácito de la concurrencia lo quería. Aquel día, los muchachos de la doctrina salían en orden de la iglesia, al son de una campanilla que repiqueteaba rítmicamente, con un sonido oscuro y escondido. Tras ellos salía gente en desconcierto y lentamente. Al pie de las escaleras, un coche tirado por dos caballos aguardaba impaciente.
El juglar optó por encajarse en el recodo de una esquina para poder observarlo todo con atención y sin que nadie lo molestara.
Pronto apareció un ataúd a hombros de varios mozos y una hilera de mujeres con vestidos oscuros y velos que ocultaban buena parte de su rostro. En último lugar, apareció una viuda de rostro compungido y ojos llorosos. Todavía tras ella, un cura, seguido de varios monaguillos, salmodiaba palabras en latín.
Poco tardó el cortejo en disgregarse y el tumulto se apoderó enseguida de la plaza. Todos los que solo un minuto antes mostraban caras serias y expresaban pésames de condolencia como si la muerte del fallecido hubiera supuesto un duro golpe en sus vidas comenzaban a marcharse camino de las tabernas más cercanas.
Algunas mujeres seguían los lentos pasos de la viuda hasta el coche y acechaban de reojo las caras de las demás mientras se iban acomodando en corros que comenzaban a desviar sus conversaciones hacia hechos pasados del muerto y, sobre todo, de la viuda. En pocos minutos, los claros se hicieron más visibles y el coche, con la viuda y el sacerdote, que salmodiaba los últimos responsos, se puso en marcha.
Pronto se quedó sola en el cortejo la viuda, exactamente cuando el conductor arreó a los caballos. Lentamente se perdieron por la estrecha calle mayor. El cementerio estaba lejos; tenían que atravesar toda la calle hasta dar vista a una explanada sembrada de árboles; tras ella se encontraba el viejo cementerio.
En el trayecto, la viuda dejó que su imaginación se fuera hasta otros días y hasta otros lugares. No le costó mucho; Incluso pensó planes para los días futuros. Sus ojos lloraban menudas lágrimas pero su mente ya no animaba a esas lágrimas. Algunas miradas furtivas se descolgaban desde los balcones. La viuda comenzaba a esbozar para sí misma alguna sonrisa de complacencia o tal vez de venganza.
Cuando el cadáver traspasaba las puertas del cementerio, ya se encontraba en la más absoluta soledad. El trabajo mecánico del enterrador lo sepultó en una tumba pobre y solitaria. Al cabo de media hora, nada perturbaba la paz del lugar. En la calle mayor y en la plaza, los borrachos dejaban las tabernas y las mujeres seguían en sus casas componiendo un paisaje monótono y diario.

viernes, 13 de enero de 2012

POR APROXIMACIÓN

Con mucha frecuencia aseguro que la única obligación que el ser humano tiene es la de ser feliz. Todo lo demás sobra, o al menos se supedita a su consecución.
Qué iluso. Qué generalidad. Qué simple deseo. Si alguien supiera cómo se define la felicidad y en qué consiste su gozo…, seguro que todos andaríamos engolfados en su búsqueda y en su hallazgo.
Solo podemos obrar por aproximaciones y por realidades parciales; por momentos y no por tiempos indefinidos; por espacios acotados, no por campos sin fronteras. Tal vez por esa misma razón nos desanimamos, nos olvidamos de la auténtica obligación placentera que nos convoca a la vida y nos inventamos felicidades particulares que terminan chocando con las felicidades particulares de los demás. De este modo, el concepto y la realidad se hacen parciales y subjetivos, y todos nos creemos en posesión absoluta tanto del concepto como de su concreción.
A mí me parece que, más que sentir la felicidad en positivo, la logro entender parcialmente por el sentido negativo y particular. Algo así como conocer que soy un poco menos infeliz por haberme librado de ciertos espacios y de ciertos tiempos en los que me habría desenvuelto bastante mal.
Es lo que me sucede cuando pienso en la posibilidad de que mi vida se hubiera tenido que mover en ciertas profesiones. Cuando considero que mis esfuerzos se han ido (y en alguna medida se siguen marchando) en el mundo de la enseñanza, en un ambiente en el que, teóricamente, se está ayudando a crear conciencias personales críticas, a promover conciencias reflexivas, a formar personas, me considero sin ninguna duda un absoluto privilegiado, creo que me he movido en un mundo en el que, al menos como ambiente, se roza algo de felicidad.
Tengo la certeza absoluta de que todo ha sucedido por pura casualidad (aunque tal vez me reconozca un poquitín de voluntad propia, pero de valor menor ante la potencia del azar) y que mis pasos perfectamente podrían haber ido por otros derroteros. Me asusta pensar en alguno de ellos y, si pienso, me veo un poco más infeliz.
Los primeros años de mi niñez pasaron en paisaje y ambiente campestres, ilusionados y de mucha pobreza. El azar me llevó a conocer otros oficios y el azar me convirtió en estudiante tardío y en profesor vocacional y creo que hasta un poco entusiasta y entusiasmado.
Pero pude haber sido, por ejemplo, un tendero. Qué barbaridad, y que me perdonen los tenderos. Todo el día aguardando a ver si aparece algún cliente para venderle todo lo que se pueda, siendo así que yo no creo en absoluto en este sistema de compraventa que nos hemos dado y en el que sufrimos lo que se puede ver a diario. ¿Qué haría yo en las rebajas si odio ir a comprar, salvo lo más necesario?  ¿Y si fuera dueño de un negocio? La misma situación pero elevada a la enésima potencia porque habría terminado cayendo en la tentación de desear la ruina del de enfrente para aguardar dar cobijo a sus clientes en mi establecimiento. ¿Cómo me manejaría yo como promotor inmobiliario, por ejemplo? No quiero ni pensarlo. ¿Y como inversor en bolsa? Qué horror ¿Y como bancario o comercial? Si miro a los cuerpos armados, me pueden entrar las fiebres cuartanas.
Sé muy bien que todos los oficios se pueden realizar con un lubricante mayor o menor de humanismo. Y sé también que no puedo señalar ni condenar a ninguna persona que se dedique a estos o a otros menesteres. Pero tengo una certeza casi absoluta de que la vida me ha colocado en una situación en la que me he encontrado a gusto, he sentido que podía desarrollar mi actividad con alegría y me ha permitido no sentir nunca jamás que lo que hacía carecía de utilidad personal y social. He sido un absoluto privilegiado y un poquito más feliz.

jueves, 12 de enero de 2012

"A NINGUNA PERSONA..."

Esta es la primera Dedicatoria de Quevedo en su libro “Los sueños”:
“A ninguna persona de todas cuantas Dios crió en el mundo
Habiendo considerado que todos dedican sus libros con dos fines; que pocas veces se apartan: el uno, de que la tal persona ayude para la impresión con su bendita limosna; el otro, de que ampare la obra de los murmuradores; y considerando, por haber sido yo murmurador muchos años, que esto no sirve sino de tener dos de quien murmurar: el necio, que se persuade que hay autoridad de que los maldicientes hagan caso, y del presumido, que paga con su dinero esta lisonja, me he determinado a escribille (el libro) a trochimoche y a dedicarle a tontas y a locas, y suceda lo que sucediere. Quien le compra y murmura, primero hace burla de sí, que gastó mal el dinero, que del autor, que se le hizo gastar mal. Y digan y hagan lo que quisieren los mecenas, que como nunca los he visto andar a cachetes con los murmuradores sobre si dijo o no dijo, y los veo muy pacíficos de amparo, desmentidos de todas las calumnias que hacen a sus encomendados, sin acordarse del libro del duelo, más he querido atreverme que engañarme. Hagan todos lo que quisieren de mi libro, pues yo he dicho lo que he querido de todos. Adiós, mecenas, que me despido de dedicatoria.”
Olvidemos los leísmos, por favor, tan extendidos ya entonces, y pensemos en las dos condiciones más frecuentes para la publicación de un libro. Son muy explícitas: la pasta y el argumento de autoridad. Y aun ese argumento de autoridad no procede de la fuerza cultural sino otra vez de la fuerza que acumula quien más pasta tiene. O sea, pasta y más pasta.
Era la época de Quevedo tiempo de mecenazgo, con toda la cantidad de cortapisas y de censuras que eso acarrea. El excelso autor parece tirar por la borda todo lo que supone la sujeción a cualquier mecenazgo, pero el muy ….. , inmediatamente después se pone en brazos del poderoso de turno para que lo ampare con su paraguas económico y de poder social. Pelillos a la mar.
Pienso en la cantidad de gente que crea en el momento actual (at the moment, que corregiría Celestino) y en las enormes dificultades que tienen para dar a la luz de una manera ajustada sus creaciones. Es verdad que se ha abierto esa ventana universal que es internet, pero ha dado cabida a tanto visitante que ha terminado por confundir a primeras marcas con tenderos de tres al cuarto y a joyas engastadas con bisutería de la más barata.
Y sospecho que este refugio va a ser aún más frecuentado por muchos que buscaban su acomodo en las ganancias de premios y saraos. Los tiempos se anuncian turbios para estos oscuros caminos. La ley de propiedad intelectual no ayuda mucho y la baja consideración de la cultura no acompaña en tiempos de estrecheces.
Tal vez lo mejor sea dar gusto a la expresión de Quevedo: “escribille a trochimoche y dedicarle a tontas y a locas, y suceda lo que sucediere”.
Pero, si puede ser, sin tanto leísmo.

miércoles, 11 de enero de 2012

RETRATO EN SEPIA DE UN UNI-CORNIO QUE NO ALCANZÓ A APRENDER NI LA TABLA DEL TRES


Mal nacido, cabrón, hijo de puta,
desertor del arado, meapilas,
mamarracho, adefesio, ruin, cornudo,
consentidor, cornúpeta, enastado,
bufón, payaso, hazmerreír, imbécil,
idiota, majadero, vil, cretino,
vago, huevón y  destripaterrones,
pendenciero, tahúr y camorrista,
pendejo, pusilánime, pendón,
palurdo, inculto, analfabeto, zote,
memo, zopenco, zafio, mentecato,
tarugo, tonto, bruto, descastado,
subnormal, retrasado, deficiente,
chepón, jiboso, inútil, contrahecho,
zaragatero, mustio, camorrista,
chismorrero, alguacil, correveidile,
caballo matalote, hiena, víbora…
y todo lo que queda en el tintero.

Ojalá que te pierdas en la niebla
y no se hallen de ti ni tus despojos.

lunes, 9 de enero de 2012

LO QUE ME FALTABA


Tengo dentro de mí una frustración que amenaza con destruir cualquier cosa que se encuentre por delante. Ayer mismo me decía que las ausencias son los verdaderos caminos. Hoy tengo un ejemplo de que no estaba demasiado lejos de la verdad aunque tenga que aplicarlo a elementos físicos y ayer hiciera referencias más amplias que las meramente físicas.
Los hechos: Viaje a Salamanca a media mañana. Luce un sol espléndido cuando salimos de Béjar: nadie sabe realmente el regalo que tenemos con la luz de estas sierras. Muy cerca de Guijuelo, en el justo cambio de cuenca Tajo-Duero, la oscuridad se apodera de nosotros. Tiene pinta de llevar así muchas horas. Los campos lucen blancos en medio de la niebla, como si hubiera nevado. No estoy acostumbrado a usar los faros de niebla sencillamente porque no los necesito casi nunca. Pero hoy hacen falta. Busco el botón correspondiente. No lo controlo muy bien por esa falta de uso. Impulso la rueda hacia un lado buscando una señal que me parece la de los faros antiniebla. No llega la rueda. Lo intento de nuevo. No hay manera. Puedo tardar en la operación no más de cinco segundos. Desisto. Y me quedo con la luz larga normal. De repente, veo que un coche de policía me adelanta a una velocidad no menor de ciento cincuenta kilómetros por hora. Cuando me ha adelantado, vuelve a una velocidad baja, demasiado baja. Tengo la tentación de adelantarlo. No me da tiempo. Me indican con el brazo que pare. Lo hago. Del coche de policía baja un agente y me pide el carnet de conducir. Se lo doy amablemente y me dice que no llevo luces cuando los he adelantado (debían estar en un costado de la vía pues yo no los había visto). Trato de explicarle lo de la búsqueda de la luz antiniebla y el tiempo que ha durado la operación (estoy seguro de que en los dos intentos no se me han ido más de cinco segundos). No obtengo ninguna respuesta. Se marcha con mi carnet. Aguardo en el coche, intentado ahora encontrar la posición del botón propio para la luz antiniebla. Creo que doy con él. Al cabo de unos minutos vuelve con una hoja de multa. Me dice que han cursado una multa. Intento volver a explicarle la realidad y no obtengo ni atención ni respuesta. Doscientos eurazos de multa. Todavía tengo ánimos para espetarle que no pienso firmar el papelito pero tranquilamente me dice que no hace falta. Me da paso para que siga viaje a Salamanca.
Hasta aquí los datos, creo que exactos del contencioso. El resto del camino se me va en pestes y en silencios para quien va conmigo. Me juro y me conjuro para no pagar esta multa porque me parece que es algo que no tiene ninguna justificación y mi cabreo no me lo permitirá.
Suelo llevar las luces puestas hasta en pleno verano. Creo que conduzco con cierta prudencia y hasta me enfado con frecuencia con lo que veo por ahí. Creo que, por ejemplo en adelantamientos, puedo adelantar en una proporción de uno a cincuenta, pues a veces me dejan atrás hasta los camiones. Estoy seguro de que la conducta en el automóvil refleja muy bien la forma de ser de cada cual y de la sociedad. Pues toma, todo para ti.
Se me ocurren mil reflexiones, todas inútiles y que me dejan absolutamente a la intemperie por no poder hacer nada. ¿Cómo puedo yo ir contra mí mismo cegándome la luz que me abre paso? ¿Cómo es posible tener esa suerte tan inverosímil de que un agente legalista coincida en el tiempo (juro que no más de cinco segundos, y divididos en dos intentos) con un despiste absolutamente perdonable? ¿Vale la ley o la legalidad? ¿El agente está para joderme o para atenderme? ¿Mis impuestos están para pagar a cazafantamas? ¿Alguien ha pensado en lo que significa esta cantidad en un sueldo normalito de una familia cualquiera? ¿Acaso es que ellos son millonarios? ¿Es que la voluntad no sirve para nada? ¿De dónde se puede sacar ninguna intención de molestar ni de dañar a nadie? ¿Por qué el agente no habla conmigo y me escucha por si tengo algo razonable que decirle? ¿Estos señores saben algo más que los artículos del código? ¿A quién reclamo yo ahora, al maestro armero? ¿Sirve de algo en una reclamación cualquier justificación que no esté apoyada en un artículo del código? ¿Hay algo más peligroso que dar un arma a quien tal vez no sepa más que manejarla? ¿Por qué la opinión de un guardia civil tiene que valer más que la mía? Si el coche de la guardia civil me adelantó a no menos de ciento cincuenta por hora, ¿qué castigo tienen que recibir los agentes que iban en él? ¿Puede salir del coche un agente con un abrigo y sin el chaleco reflectante en medio de la niebla? ¿Eso no tiene castigo? Y así hasta el vómito.
Me dura el viaje y me durará por mucho tiempo. Me duele el dinero, claro, pero me duele mucho más la falta de atención y de comprensión ante un hecho que no tiene ninguna intención negativa. Y, sobre todo, repito, me duele la impotencia y la sensación de que nada puedo hacer ante algo por lo que no siento ni la más mínima conciencia de culpa.
Mi imagen de la guardia civil era negativa como cuerpo. Hoy no ha mejorado precisamente.
Ya le dedicaré al número del cuerpo que firmó la denuncia alguna sarta de cualidades que se me ocurran. Es mi única posibilidad de desahogo. Que no me pille demasiado enfadado. Hoy no lo hago porque no tengo a mano el número exacto del susodicho y no quiero que parezca que tiro la piedra y escondo la mano.

domingo, 8 de enero de 2012

LA AUSENCIA ES EL VIAJE


Cualquier viaje tiene dos partes que suman cantidades idénticas. Cuando arranco mi coche y me pongo en carretera, me encuentro con una señal que anuncia: Salamanca-70Km. Cuando vuelvo hacia mi casa, a la salida de Salamanca hay otra señal de tráfico que indica la misma distancia. Esos números me sirven para establecer divisiones temporales y espaciales, para relaciones geométricas, para plantear cualquier simple problema.
Pero las matemáticas, aunque son llamadas ciencias exactas, a mí no me dan todas las soluciones. Yo no puedo plantear el viaje a Salamanca de la misma manera a la ida que a la vuelta. Cuando voy, el camino empieza y resta todo por hacer, tanto en lo mejor como en lo peor. Cuando vuelvo, queda atrás buena parte, si no todo, de aquello que me había empujado a ponerme en camino. La distancia mental y sentimental no es precisamente la misma.
Y nadie puede asegurar -yo al menos no- que el viaje termina cuando retiro las llaves del arranque del coche en la cochera. Entonces tal vez comience el viaje más verdadero pues tal vez mi mente sigue en las consecuencias del viaje físico.
Cualquier viaje deja siempre una ausencia, un algo sin hacer, un algo inconcluso, un algo reactivado o un algo amortiguado en la conciencia. Entonces, es esa ausencia o esa presencia atenuada la que se convierte en verdadera protagonista del viaje, hasta que, en otro momento y atendiendo a otras circunstancias diferentes, esa ausencia pone punto silencioso en el olvido.
La vida está llena de pequeños o de grandes viajes que no sabemos muy bien cómo comienzan y que mucho menos sabemos dónde ni cómo terminan. En esos viajes gastamos nuestras energías y vamos encendiendo y apagando fuegos, levantando y destruyendo historias que se cruzan y se tejen un poco a su antojo. Nosotros somos actores pero no está claro que siempre seamos directores de escena.
Creamos y destruimos en el viaje del amor, en los viajes de los amores pequeños. Y tal vez cuando destruimos es cuando dibujamos el verdadero amor. Vivimos el día y la noche, y en la oscuridad soñamos y creamos el valor de la luz. Caminamos por los pinares y sentimos mejor su aroma cuando volvemos a casa y nos sentamos a mirarlos en la distancia. Observamos el paso del tiempo y tal vez no haya tiempo hasta que realmente sintamos su pérdida y su imposible retorno. Gozamos con la vista de un hermoso rostro y acaso lo fijamos mejor cuando una fotografía nos lo devuelve desde el pasado. Decimos con energía adiós y es al cabo de un rato cuando añoramos la mano que habíamos rechazado. Sentimos el verano más presente desde los fríos tersos del invierno…
Sí, sí, seguramente son las ausencias los verdaderos caminos, los verdaderos viajes, lo que nos ayuda a dar vida más larga a nuestras vidas. Somos un poco más con la presencia de las ausencias. Mi mente se vuelve otra vez hacia el maestro: “Se canta lo que se pierde.”

sábado, 7 de enero de 2012

TAN SOLO ES QUE ESTOY SOLO (O MÁS)


          
Una vez más tengo que anotar la gota machacona que me maltrata y me tortura cada vez que mis hijos se marchan de mi casa después de algunos días juntos. “Abandonará el hombre a su padre y a su madre…”
Si es que ni poniéndome bíblico. No me consuela ninguna frase hecha ni ninguna verdad aparentemente incontestable. La verdad más constatable es que ahora estoy solo y que esta mañana jugaba con mi nieta y era feliz. Lo que más inmediatamente siento es que mi nieta cada vez que se tiene que ir se pone mustia y llora. Lo que mejor puedo observar es que el sol se esconde por el horizonte y lo hace de forma diferente a como lo hacía ayer mismo.
Y sé que es ley de vida y que se me pasará porque todo sigue y enseguida me pondré en camino una vez más para estar otros ratos con ellos. Lo sé. Pero hay una consideración que nunca he logrado desentrañar y que me repito con frecuencia. Todo el mundo habla del desarrollo, del bienestar y de los avances de las sociedades. Yo no puedo estar en contra de todo ello. Pero me pregunto, cada día con más fuerza, a costa de qué se producen esos adelantos y cuántas plumas se va uno dejando en la gatera de la vida a consecuencia de ese supuesto bienestar.
Sospecho que, en estos asuntos, tampoco contabilizan los elementos que no son cuentas, y que son arrojados al basurero de lo que se considera cuentos. Qué error. Otra vez lo que no son cuentas son cuentos y hay que atribuirlos a gentes escasamente vigorosas y hasta endebles.
Yo solo quiero anotar que pago un buen tributo por la ausencia de mis hijos y de mi nieta, y que, si esto se contabilizara en la declaración de hacienda, me saldría la declaración a devolver una buena cantidad.
Pienso, por ejemplo, en los otros abuelos de mi nieta, que se han perdido el espectáculo extraordinario de Sara ejerciendo de repartidora de regalos entre todos sus familiares y los de la familia de su padre. Habrían pagado una entrada de butaca principal. Y habrían salido totalmente satisfechos. Pero la distancia… Ay, los espacios y los tiempos.
Y pienso, sobre todo, en que, en nuestra civilización, la persona no ocupa el lugar principal y el fin de las actividades y escalas de valores. Más bien es solo una tuerca más del engranaje que deglute al final del proceso monedas o billetes.
En fin que ahora estoy solo y echo de menos a mis hijos y a mi nieta. Nada más y nada menos.

viernes, 6 de enero de 2012

!¿CIERRA EL BEJAR EN MADRID?!


Por varios conductos me llega la noticia de que el semanario Béjar en Madrid parece que va a dejar de publicarse. No he visto nada escrito pero las fuentes son solventes. Y son plurales.
Este semanario lleva en la calle nada menos que desde1917, prácticamente un siglo.
Como esta es mi ventana, me haré y haré unas cuantas reflexiones.
No me gusta nada que un medio de comunicación se cierre. Es una forma de ver la realidad que queda en el olvido.
La vida de esta ciudad en este siglo pasado no se entiende sin lo que ha hecho (no sé cómo empezar a discriminar verbos) este semanario. Sobre todo en lo que se refiere a la gente que vive o ha vivido fuera de la ciudad estrecha.
En los primeros tal vez diez o quince años, se dieron a la luz en sus páginas documentos y trabajos interesantísimos confeccionados por firmas de toda solvencia.
A partir de los años treinta, todo cambió, fundamentalmente en la radicalidad del sesgo ideológico en el que se refugió.
Después de la contienda incivil solo algunos colaboradores me merecen todo mi respeto intelectual, pero la línea del periódico no me interesa para nada.
Los últimos años sencillamente me parecen absolutamente insoportables en lo que a dirección y línea editorial se refiere.
No recuerdo el año de mi primera colaboración en él, pero sí sé que fue un intento de transcripción de documentos medievales con la intención de darles una lectura un poco más acertada pues, me parecía  (y me sigue pareciendo) que las transcripciones que se conocían se podían mejorar. Erré totalmente en mi trabajo y en mi intención pues las transcripciones que se me publicaron contenían al menos tantas, si no más, erratas que aquellas que quería corregir. Pronto cejé en mi empeño pues entendí que era peor el remedio que la enfermedad. Bien pagué las negligencias de una imprenta sin recursos y de un compositor que, digamos, no ejercía con celo su trabajo: en alguna publicación posterior se daba cuenta de ellas y no precisamente para elevarlas a los altares. Sin conocer la imprenta ni conocer al impresor, no les faltaba razón.
Más tarde colaboré con asiduidad y casi semanalmente con la publicación de una serie de artículos que, con el título genérico de Paseos, recorría los alrededores y el interior de la ciudad, creo que con una visión distinta -y espero que mejor contada- que lo que se hacía hasta entonces. Guardo aún la serie en mis estanterías y puede que vea la luz reunida cualquier día.
Participé en el jurado del premio que concedió el semanario con motivo de su 75 aniversario.
 Pero, como digo, el sesgo ideológico que tomaba aquello no era mi reclamo favorito. De hecho, en varias ocasiones se me llamó al orden para que suavizara mis consideraciones -más bien eran simples descripciones- acerca de algunos hecho s bejaranos: Virgen, enseñanzas…
Había llegado el momento de dejarlo. Qué le vamos a hacer. Del hecho puede hacer tal vez veinte años, no recuerdo bien.
Me parece que lo que han hecho sus últimos responsables es sencillamente muy dañino para Béjar, como lo sería para cualquier población pues, además de presentar los hechos desde unas formas sencillamente calamitosas, solo dan cuenta de lo que les interesa y afirmo que faltando a la verdad en numerosas ocasiones.
Sé que se pueden interpretar estas palabras desde una forma de pensar que muy poco  se compadece con la línea editorial del semanario, pero reafirmo que no es así. Cada uno puede pensar honradamente lo que quiera, pero hay que expresarlo con algún gramo de conocimiento formal y con algo menos de bilis y hasta de humores peores.
Me refiero -lo diré una vez más- a la línea editorial, director y subdirector cuando lo había. De los colaboradores tengo que decir dos cosas: a) unos me gustan y otros me disgustan casi tanto como los de la línea editorial; b) les agradezco sus esfuerzos y sus artículos por encima de todo.
En algún lugar he sugerido eliminar la suscripción a este semanario como forma de no contribuir ya a tanto sesgo de contenido y a tanta deficiencia formal. Siempre ha sido en vano.
El semanario solo es leído por un grupo muy especial de bejaranos, presentes y ausentes, que siguen unidos a un pasado idílico y de un color muy azulado.
Los tiempos actuales permiten el conocimiento de cualquier hecho a través de los medios digitales mucho mejor que a través de un formato rancio en todo.
Entonces, ¿qué pasa si se cierra? Pues nada, coño, pues nada. O casi nada. Porque algo positivo sí sucederá: es casi imposible publicar de nuevo algo tan rancio y con olor a paños raídos como lo que se viene haciendo en este, que no aquel, Béjar en Madrid.
De modo que mis sentimientos son otra vez encontrados. Pero no puedo mentirme y quedarme solo en los generales de la variedad y la libertad de expresión y otros asuntos similares. Casi aseguro que este semanario era, o es, muy malo en la línea editorial -que me perdonen algunos de los colaboradores, se lo pido por favor de nuevo- y que solo contribuye a crear un pasado de Béjar mentiroso y estrecho. La historia de esta ciudad no se merece un agujero tan oscuro y, por desgracia, todavía casi todos los historiadores dan por buena cualquier fuente, con tal de transcribirla literalmente.
De verdad que, por una parte lo siento, pero por otra me alegro. Y no poco.

jueves, 5 de enero de 2012

LOS MAGOS EN EL BUEN PASTOR


Los Reyes Magos se cuelan por cualquier puerta y a la hora que mejor les viene en gana. Claro, son magos y, en su trato con las ciencias ocultas, producen lo que producen: magia. Menos mal que en esta macedonia de la religión cristiana se les ha mantenido el nombre de ocultos, extraños…, como si no se fiaran mucho de ellos.
Hoy, en el Buen Pastor, a eso de las once de la mañana, han abierto las puertas y han accedido lentamente, escaleras arriba, hasta la planta en la que nuestros ancianos estaban sentados de forma que dejaban libre todo el centro de la sala. Manolo G. Melchor les ha dirigido unas simples palabras y después todos han recibido un pequeñito regalo nominal. Algunos ancianos ponían mala cara cuando se daban cuenta de que los regalos se terminaban y su nombre no salía pegado a los envoltorios. Qué impacientes: había para todos y cada uno tenía el nombre correspondiente.
Después, todas las caras se iluminaron y rejuvenecieron mirando al sol que entraba por los cristales y yéndose tal vez mentalmente hasta otros años ya muy lejanos. Me sentí muy contento al verlos a ellos sonrientes y aparentemente felices. Un par de villancicos puso fin al reparto y el mismo Manolo G. Melchor se encargó de apalabrar la venida para el próximo año.
Una planta más arriba estaban los asistidos, los más desvalidos, los más necesitados. El mismo protocolo y el mismo contento, aunque con otras manifestaciones físicas más apagadas. Nuestros asistidos son nuestras mascotas, nuestras muñecas y nuestros niños más estupendos. Ver a la centenaria AMP con una mantita nueva que la cubría en su sillita era una imagen plena de luz y de tiempo, los restos acumulados en forma de ternura de toda la Historia entera.
Me decía Manolo G. Mechor que nos estábamos ganando el cielo los voluntarios de esa casa. Le sonreí y apostillé: “Eso, si lo hubiera…”
Cuando se marchaban sus Majestades a cumplir con otros encargos, me quedé con PM en el pasillo. Le había tocado una pequeña bolsa como regalo. Al intentar abrirla con su única mano útil la besaba, lloraba y quería abrazarme. Lo dejé hacer, entre otras cosas porque no supe cómo reaccionar. También a mí se me fueron unas lágrimas con su abrazo.
PM me contó entre suspiros que tiene un hijo de más de cincuenta años que precisamente cumplía hoy otro año más. Trabaja en la capital. Está lejos de él. PM está solo pues su esposa falleció y no tiene a nadie más. A pesar de todo, PM cree que ha tenido suerte porque cumple sus últimos días atendido y con compañía.
No quise prolongar demasiado el encuentro ni que pormenorizara mucho el relato. Pero tenía que atenderlo y juro que lo hacía con gusto. Como tengo que hacer con otras personas cada día.
Volvía a la planta baja. Allí seguían los agraciados válidos. Ahora sus palabras parecían dichas en tono más bajo. Casi todos me hablaban de su niñez. La vida es un círculo que se cierra aunque en orden inverso y descendente. No hay más. Ni menos.
Pienso en lo hermosas que son las tradiciones, pero también en lo conveniente que resulta no sobrecargar las nostalgias ni mantener sin ningún cambio lo que la vida va transformando poco a poco. También pienso en mis primeros Reyes Magos y en aquella naranja (en singular) y aquel simulacro de roscón diminuto (también en singular) que nosotros llamábamos “anguila”. Fueron mis reyes en la niñez. Después me volví republicano.
Pero está a punto de llegar mi nieta y querrá ver la cabalgata. Me caigo del caballo como Saulo y me vuelvo súbdito y monárquico. Aunque solo sea por un rato.