JURARÍA QUE
FUE LA BATA BLANCA
Me he puesto a recordar aquellos restos
que abandonó en la playa la tormenta,
ciclogénesis última
de un largo enfrentamiento de dos cuerpos
luchando a cuerpo limpio
por alcanzar del fuego el apogeo.
Todo fuerza y sudor, todo tormenta
desatada sin causa y sin complejos.
Los tópicos, al limbo del olvido:
ni cabellos de oro, ni las cejas
como arcos en el cielo, ni los ojos
lucientes y brillantes como soles,
tampoco las mejillas como rosas,
ni los labios corales o los dientes
cual perlas que se engastan en collares
naufragando en los mares de la boca,
ni marfil en las manos
ni mármol en el cuello, ni tampoco
el mar de los sargazos en la hondura
de tus carnes rosadas: un retrato
frío y desangelado, entre las páginas
de un libro o de las reglas de un tratado.
Solo fuiste pasión en bata blanca,
que cayó como un árbol, empujada
por la extrema impaciencia de mis manos
y ganas, y más ganas
de romper con la luz de los espejos
y todos los malditos mandamientos
pactados en la ley de las iglesias.
Hoy recuerdo feliz la bata blanca,
su descenso hasta suelo y la presencia
de aquel cuerpo de luz que me sedujo
y me desdibujó hasta convertirme
en lava y en torrente y en pecado.
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