sábado, 22 de febrero de 2014

LA REALIDAD BAJO VELOS


Asistí ayer por última (o no sé si penúltima, pues pensar que no ha de resucitar en cualquier otra ocasión es pensar en lo excusado) a la muerte del caballero don Quijote, siempre con los pucheritos de Sancho y con las esperanzas de herencia de sus allegados, curtido de los caminos, asendereado en demasía y cansado y cuerdo según él después de tanta descordura. Quiero decir que agoté otra vez la lectura del Quijote, con la misma sensación de que cada lectura es el descubrimiento de una realidad nueva. Pero quiso la casualidad, que de vez en cuando hace de las suyas como si nadie le pusiera traba, que me avisaran para acudir a una charla acerca de la actualidad del Quijote en nuestros días.
Esa fue la mía y el pensar que mejor ocasión no la verían los siglos. De modo que tuvimos muerte y enterramiento, con duelo incluido, pero también novena y responso, y plañideras y disputas variadas acerca de su legado. Porque era un contexto en el que todos querían recibir parte de la herencia y de las enseñanzas del caballero andante. Por eso se montó el concilio y riñeron las disputas para ver cuál de ellas se alzaba con el triunfo y con el premio. Y se alargó la charla hasta bien tarde.
El punto de partida fue la conferencia de la profesora Trinidad Puerto titulada “Una mirada actual al Quijote”. Ella ofreció algunas claves para la lectura provechosa de la obra y para el entendimiento cabal de sus mensajes. Las concretó en estas tres; La existencia de la utopía, la búsqueda de una nueva persona para una nueva época, y el continuo enfrentamiento con la realidad social para desintoxicar la mente y desmitologizarla.
Me parecen muy interesantes, las comparto y las suscribo. Algo diferente es que, en este texto, las claves se me escapan de las manos y se me caen de la boca, como a Sancho los refranes, y no sé si no se podrían arrimar otras dos o tres arrobas de apuntalamientos para mejor disfrutar de la novela. Porque las precisiones gritan por abrirse paso a cada instante. Por ejemplo, ¿qué es eso de la utopía, si, por etimología, es lugar que no existe?, ¿cómo se concreta la emergencia de un nuevo tipo de ser humano en una época en la que la oscuridad y la represión eran tan evidentes?, ¿cómo se conjuga esa necesidad de quitarse los velos de las imposiciones, incluidos los mitos y las ideologías, sin correr el riesgo de despeñarse en la banalidad y en el vacío mental y vital?
Allí fue Troya pues, como ocurre siempre con esta obra, se pude defender lo mismo y su contrario, pues es tal océano que da para nadar y para ahogarse. Fue discusión bonita y atractiva. Reivindiqué el derecho de una lectura lúdica, de dejarse llevar y morirse de risa, consciente como soy de haber andado tanto al lado del rocín y del jumento, escuchando las pláticas cruzadas entre amo y escudero y tratando también de echar mi cuarto a espadas en lo se cocía. Parece mentira que un profesor sesudo ande con estas cosas tan livianas. También pedí atención para el alto valor de las palabras: lo que importan los diálogos, la pintura cabal de caracteres, y de todo el baúl de formas que guarda esta gran obra. Y advertí del peligro de quedarse sin velos culturales y sociales, pues, aunque es conveniente bajarse a la realidad y descubrir mediterráneos cada uno por su cuenta, tampoco es menos cierto que hay que poner sombrilla tejida de principios, que nos cubra de lo que quema el sol y que trabe unas cuantas ideas que den forma y sentido a nuestra vida.
En todo caso, es un bien necesario que apunte un nuevo hombre, un ideal distinto lejano del poder de los mercados, porque entonces al menos tenían los molinos con sus aspas al viento y bien visibles y no ponemos cara a esos otros molinos con cuentas y teléfonos de compras y de ventas, de acciones y de dividendos.
Tal vez hoy sea más difícil luchar porque no acude ningún gigante a los caminos, se esconden como hurones detrás de esos murales en mansiones o en barcos lujosísimos, pero no dan la cara los cabrones, si no las descubrimos con cuentas en Suiza. Con otra luz del día, tiene que renacer otro hombre nuevo, más cerca del ilustre caballero, con la ilusión al aire y por montera, buscando más al hombre por ser hombre que por sus pertenencias, y ahormando otra esperanza con otra realidad.
Anda todo pendiente de aquellos caballeros “que a las aventuras van”. No sé si don Quijote irá de nuevo. De momento necesita descanso, ya veremos.

N.B. La venta fue un local adecentado por el grupo de gentes bejaranas que se mueve al reclamo de la CNT. Qué buena impresión me causó aquello pues no noté venteros ni dueños ni criados.

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