Otra vez a vueltas con los pensadores que aspiran a
entender cuál es el impulso que nos empuja ciegamente a mantenernos cada
instante en el camino confuso de la vida, cuál es el empuje constante que no
nos permite pararnos y decir basta. Es la pregunta del millón y no es fácil dar
con la respuesta. Los más sesudos lo han intentado y cada cual ha llegado con
sus fuerzas hasta la pared final del precipicio.
Muchos lo han ordenado todo desde una causa mayor y
superior que embelesa al ser humano y que lo embauca en un sueño feliz y lo
potencia en sus actividades. Ahí estarían sobre todo las religiones. Muchos
otros se han parado en el ser humano y han buscado en sus miserias y en sus
glorias para partir de ellas y volver a ellas. También hasta donde buenamente
han podido y sabido, con la misma buena voluntad que los otros. La mayor parte
ha mezclado ambos planos y ha nadado y guardado la ropa con mayor o menor
acierto. El conjunto de todas las posibilidades forma la pléyade de escuelas
filosóficas, éticas, morales, religiosas… que han sido y que serán.
Ayer citaba a Espinosa, Espinoza, Spinoza o Spinosa, y
hoy lo vuelvo a hacer. Ya se ve que me ocupa estos días y que ando dándole
vueltas a su propuesta ética. No era precisamente tonto, y confrontar con los
que más saben no es mal ejercicio. Desde luego su ejercicio anda muy lejos de
aquella simplificación realista y de andar por casa (lo que no le quita ni le
pone ni un gramo de verdad o de falsedad) del de Hita: “El hombre por dos cosas
trabaja, la primera / por el sustentamiento, e la segunda era / por haber juntamiento
con fembra placentera.”
Espinosa concluye que la esencia de la actividad
humana, en cuanto respuesta a las afecciones que recibe, se concreta, en “alegría,
tristeza y deseo”, Parte tercera, Proposición XI. Desde estos tres afectos
primarios, se desgrana todo un racimo de afecciones secundarias, que se
explican y se entienden desde estas tres elementales y básicas: esperanza,
miedo, seguridad, satisfacción, amor, odio, asombro, indignación, envidia,
misericordia, estima, humildad, arrepentimiento, vergüenza…, y todas sus
contrarias…
Alegría, tristeza, deseo. Y todo a partir de ahí. Todos
nuestros cambios de estado y de ánimo para andar un poco más alegres, tristes o
para mantener el deseo de actuar y de conseguir. Después vendrá la
racionalización de estas afecciones, para no actuar como brutos irracionales y
para no dejarnos llevar por los impulsos primarios. Qué esquemático parece
esto, pero qué profundo.
Y casi todos nosotros perdidos en nuestros días sin
saber qué nos empuja ni qué nos condiciona en nuestra actividad de cada
momento. Andamos por la vida sin conciencia real de lo que hacemos, y mucho
menos de por qué lo hacemos; nos cegamos en los esquemas que nos dan impuestos
y que nos ocupan todo el tiempo y todo el esfuerzo. Y las explicaciones las
dejamos para el tiempo que está fuera del tiempo, o sea, para nunca. Por eso el
tiempo para casi todos es un simple discurrir monótono y sin sentido, al menos
sin sentido personal y reflexivo. Y tal vez por eso la división del tiempo
sigue siendo automática y a la defensiva.
En la Proposición X, Parte cuarta, afirma Espinosa: “Experimentamos
por una cosa futura, que imaginamos ha de cumplirse pronto, un afecto más
intenso que si imaginamos que el tiempo de su existencia está mucho más
distante del presente, y también somos afectados por la memoria de una cosa,
que imaginamos haber ocurrido hace poco, más intensamente que si imaginamos que
ha ocurrido hace mucho.” Hoy me he enterado de la situación de dos amigos; uno
de ellos está afectado (positivamente) por la memoria de algo que le ha
ocurrido hace poco; otro anda a cuestas
con una afección intensa por algo que ha de cumplirse muy pronto (también
espero que de manera satisfactoria, pero, como es futuro, tan solo es deseo). En
ambos se cumple el paso hacia la alegría o la tristeza, y siempre desde el
deseo de seguir positivamente en la brega y en la vida. Yo también siento hoy
un poco más esa intensidad en esas sensaciones. Y las espero todas positivas.
Para ellos y para mí.
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