La vida de una comunidad, aunque
esta no sea muy grande, se concreta, en el día a día, en una acumulación de
pequeños sucesos que son los que, mirados con distancia y serenidad, explican
no solo lo que sucede sino por qué ocurre y de qué manera los ciudadanos lo van
deglutiendo en un proceso casi imperceptible y sin solución de continuidad. De
esa manera, cada cual se ocupa de lo que las circunstancias le proponen y todos
a la vez se siguen viendo y mirando como seres casi iguales y partícipes del
mismo destino.
Este fin de semana acumulo
experiencias en un muy interesante concierto de música de tres culturas
(cristiana, israelita y musulmana), una salida al campo con anécdotas incluidas
y un fresco riguroso para celebrar la llegada del verano, la asistencia a la
presentación de un candidato del PSOE a la secretaría general de este partido,
la vista fugaz de una representación teatral de tintes barrocos, una visita a
Ávila con la alegría de mis hijos y de mi nieta cerca de mí, y hasta el
entierro de una persona relativamente joven a la que conocí hace muchos años y
con la que compartí ratos y charlas. Una simple multiplicación de experiencias
y personas, me ofrece una especie de imperfecto caos y me sumerge en la
consideración de lo trabado de la vida y de la convivencia. Porque después,
para enredarlo todo más, viene el grado de intensidad con el que se viva cada
acontecimiento.
El hecho que mejor me ilustra
esto tal vez lo he encontrado en el contraste entre dos actos sucesivos del
último sábado. A las siete de la tarde se presentó, en la sede del PSOE de
Béjar el aspirante a secretario general Alberto Sotillos. Se trata de un joven,
casi un niño, que no alcanza siquiera la edad de los treinta años. Expuso en
pocos minutos sus dos ideas fuertes para tal candidatura: la democratización
del partido, en forma de participación de los afiliados, y el control de esa
participación como mejor forma de no anquilosamiento y de eliminación de todo
tipo de corrupción. Después se abrió un largo coloquio en el que respondió a
diversas preguntas de los asistentes.
Las dos ideas fuerzas que propuso
parecen esenciales pero tienen dos pegas. La primera es que se supone que
cualquier candidato se apunta a ellas, en este caso no con la fórmula de “y tú
más”, sino con la de “y yo más”. La segunda es que se trata de dos fórmulas no
de ideas sino de procedimientos, y eso parece poco. Es verdad que sin que las
formas funcionen engrasadas y de manera correcta los contenidos se vician y no
se desarrollan, pero a mí me parece que le falta un esquema mínimo de
actuaciones y de contenidos. Porque en la fórmula de mayor participación es
verdad que las ideas se desarrollan y se acuerdan según la opinión y decisión
de los participantes, pero a nadie se le oculta que, a pesar de todos los
pesares, los dirigentes de cualquier organización tienen más poder para sugerir
y promover esas discusiones. Además, creo que es bueno que estén en política
para convencer a las personas, y para ello la participación es esencial, pero
más importante aún me parece cambiar las cosas. En fin, es este un asunto más
largo y de más hondo calado.
Por lo demás, en lo personal, me
pareció un chico con una fluidez verbal y de ideas muy interesante y poco me
extrañaría que, si sigue interesado, pronto se haga notar más en público. Me
gustaría al menos que pudiera alcanzar los avales necesarios como para que
pudiera exponer a todo el mundo estas ideas y estos impulsos con los que
cuenta. No tengo tan seguro que todavía sea el más indicado para coordinarlos o
para dirigirlos.
El coloquio se alargó y creo que,
a pesar de sus prisas (estos pobres hombres se pasan estas semanas todo el día
en las carreteras y de sitio en sitio), resultó interesante para darse a
conocer.
Eran más de las nueve de la tarde-noche
cuando abandoné la sede de la agrupación del PSOE. A la salida me topé con un
río de gente que encaraba la llegada a la Plaza Mayor. Pregunté si sucedía algo
especial y me contaron lo que sabía pero había olvidado: se representaba, con
paradas, desde el Bosque hasta el Palacio, la llegada de la duquesa a sus
dominios en Béjar. Un asunto de realezas, noblezas y explotaciones varias a la
gente normal de estas tierras que, desgraciadamente, se produjo durante
demasiados siglos, El grupo de teatro Telar se encargaba de la representación.
Se trata de un grupo que actúa con mucha dignidad y que desarrolla un trabajo
que me gusta; pero, cuando recordé el sentido y las connotaciones de lo que
estaban representando, salí casi por piernas, di esquinazo a la Plaza, me perdí
por la calle de las Armas, que, curiosamente, tiene que ver históricamente con esta
historia y con este tipo de representaciones procesionales y barrocas, y no
quise ni siquiera detenerme a ver unos minutos la parada que la representación
iba a hacer en la Plaza.
A la explicación de unas ideas
que pueden ser base de representación y de participación social de millones de
personas, apenas acudieron una veintena; al asentimiento de una muestra,
artística, es verdad, pero de explotación y de división social, se sumaron
centenares de personas. Al rato, la gente se vería por las calles, se
saludarían y tomarían unos vinos juntos. Y la vida seguiría y sigue con toda su
variedad y contradicción.
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