miércoles, 18 de junio de 2014

NACIONALISMOS



Mañana se llevará a cabo la coronación de un nuevo rey en España, en un acto que, si, institucionalmente, no es más que el cumplimiento democrático de lo que indica la ley de leyes, social e históricamente representa un hecho de gran importancia. Tal vez mañana tenga interés en decir algo al respecto. Sobre todo porque lo enlazaría con la idea que hoy me ocupa y que se sitúa en un escalón inferior en territorio pero esencial para comprender o tirar a la basura casi todo lo que está sucediendo en los últimos cuarenta años en España.
Desde aquella idea de la indisolubilidad de la nación en la dictadura, se ha pasado a la pujanza de los nacionalismos. Qué le vamos a hacer, entre palabras de la misma familia léxica anda el juego. Y son bastantes las clases de nacionalismos que nos condenan a gastar energías y fuerzas, ya casi exhaustas, para que el tejido no sea pasto de las llamas.
Solo como índice, se me ocurren al menos estos nacionalismos:
. El primero tiene que ver con los restos -que haberlos haylos- de aquel espíritu mal entendido de España como imperio o como pueblo privilegiado, capaz de todo y casi único en el destino universal. En realidad recoge a buena parte de la derecha política y a forofos de distinto tenor según el tipo de manifestaciones. Se diría que anda un poco de capa caída pero no estoy demasiado seguro de ello.
. Otro consiste en el de algunas regiones periféricas que no salen de la situación de víctimas frente al resto del territorio, y sobre todo frente al símbolo Madrid. Son esencialmente las regiones de Galicia, País Vasco y Cataluña. Las tres son fuerzas centrífugas pero con características y bases diferentes.
El nacionalismo gallego se apoya en extremos sociales que hunden sus raíces en grupos de intelectuales y en tradiciones rurales sobre todo.
El nacionalismo vasco parece, por desgracia, más de tipo étnico y hasta se diría que se sustenta en raíces tribales y religiosas. (¡Ay eso de los apellidos vascos!).
El nacionalismo catalán se agarra a sectores que mezclan elementos históricos, yo creo que mal interpretados, y sobre todo económicos (burguesía y empresarios).
. Y aún existe un tercero (o quinto si se desglosa el anterior) que tiene un recorrido menor en el tiempo y que parece producto del desarrollo del periodo democrático. Es el nacionalismo que lo es porque sobre todo le interesa defender la igualdad de competencias. ¿Por qué esos sí y yo no? A su amparo se han ido desarrollando sentimientos y realidades que, o estaban plácidamente dormidas o sencillamente no existían en muchas regiones de España.
Como siempre, en esta ventana, apenas se apuntan. Qué apasionante seguir su desarrollo y conjeturar su futuro.
Hay decisiones previstas a corto plazo que nos darán prueba de la fuerza o el desgaste de estos nacionalismos.
Para los que no nos sentimos cómodos en ninguna de estas especialidades, su contumacia, su erre que erre y el esfuerzo inmenso que nos ha exigido en los últimos cuarenta años suponen casi una prueba de supervivencia. Qué cansino resulta todo esto ¿No hay alguna manera de plantear la convivencia en positivo y con algún referente y objetivo comunes? ¿Por qué todo tiene que ser a la contra? No sé por qué me vienen a la mente los versos de Juan de la Cruz: “Ya no guardo ganado / ni tengo ya otro oficio/ que ya solo en amar es mi ejercicio”. 
Mañana se cumple un acto que en apariencia podría representar un símbolo de unión y de respeto común. Lo malo es que, racionalmente, no parece precisamente el mejor de los posibles. Pero algo habrá que encontrar para que nos dé algo de descanso y de sosiego.

Bueno, mañana será otro día.

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