A pesar de los muchos pesares que
achican el ánimo y el empuje de la gente, es hora de que bastantes (siempre
creo que muchos menos de los que aseguran los medios de comunicación) apuran
las horas para llenar las maletas y las mentes de deseos e ilusiones de algunos
días de descanso en eso que llamamos vacaciones. Sea en el lugar que sea
(tampoco en casa se está mal, si uno quiere estar bien), parece normal que la
lectura se active un poco en estas fechas de verano. Todo tipo de lecturas, aunque
no todas son lo mismo ni todas impulsan el pensamiento ni el análisis de la
misma forma. Para unos es el momento de olvidarse de los libros más sesudos y
de volver a aquellos de distracción y pasatiempo; para otros será la ocasión de
enfrentarse por fin con alguna obra a la que le tenía ganas pero que necesitaba
tiempo y atención más intensa, algo que acaso el trajín diario le impedía
prestarle.
No sé cuál es el nivel de lectura
en esta comunidad en la que vivo, ni en cantidad ni en calidad. Sí sé que en
las grandes extensiones comerciales se exhiben casi exclusivamente textos de
éxito comercial, más producto de la propaganda que de otra cosa; de tal manera
que, aquí también, termina por ser el medio de propaganda el que hace y deshace
la obra hasta terminar casi creándola. Interesa conducir el gusto de la gente,
dirigir sus apetitos, o más bien creárselos a imagen y semejanza de las redes
comerciales. Por eso, por ejemplo, salvo en librerías especializadas, empieza a
ser dificultoso encontrar libros de poesía y alguna distribuidora conocida,
como es el caso del Círculo de Lectores ya no incluye este género apenas en sus
catálogos.
El fenómeno resulta complejo y
solo se apunta, pero resulta real y fundamental para entender los gustos y las
costumbres entre los que nos movemos.
¿Sería mucho pedir que, en esta
época de más tiempo libre, se enfrentara alguna lectura con ánimo de mayor
profundidad y comprensión? Me temo que sí, salvo para círculos reducidos. Pero
es que, sin esos intentos, nos quedamos sin la exquisitez del plato que
queremos degustar.
Cualquier ejemplo nos puede
servir, pero me atrevo a proponer el de la obra referencia del Quijote. Sirva
como primer nivel el intento simple de leerla, de pasar los ojos por sus
páginas y de entender literalmente sus contenidos. Tiene alguna dificultad por
su léxico ya de siglos y por los sucesos que cuenta, ya aparentemente antiguos
para su época y simplones para la nuestra. Pero la risa está asegurada y el
buen humor también.
Mas, como hay tiempo, intentemos algo más.
Procuremos hacernos con alguna clave de la época en la que se escribió y
comprobaremos que el sentido de sus páginas crece y se multiplica su
significado. Tampoco es tan difícil: tal solo hay que actualizar mentalmente
algunos conocimientos históricos: Edad Media decadente, afirmación de la nueva
burguesía, reforma y contrarreforma religiosas, extensión y contracción del imperio
español…
Y, si hay empeño y ganas de
apoderarse más y mejor del libro, vayámonos al intento del autor por oponer
esta realidad a los impulsos del héroe, a la trascendencia de la ironía y del
humor, al contraste irreductible entre una escala de valores en lo absoluto y
la ruptura del dogma de la vida real y cotidiana, o, en fin, al traslado de
elementos de tradición oral hasta el nivel literario, en lo que es una ruptura
absoluta con la creación literaria anterior y la creación y culminación casi de
la novela moderna hasta nuestros días.
Si hay cualquier otro empeño, el
libro da para todos ellos y para más.
Por ejemplo para el traslado de aquella realidad hasta la actual, con los
mismos principios y las mismas consideraciones. Y así hasta la última participación
e implicación de cada uno.
Con serenidad pero con ganas,
entre sudor y sudor, al lado de una cerveza fría o tras un paseo por cualquier
camino, al fresco o al lado del río, entre baño y baño o entre charla y
charla…, incluso entre protesta y protesta por la situación personal o
colectiva, o entre alegría y alegría.
No sé cuántos lectores andan por
ahí ni qué interés tiene cada uno. Sí sé que los niveles de lectura son muy
numerosos y que los libros son muy diversos. En todo caso, juntar algún rato
más libro y lector durante estos meses tal vez debería ser también empeño de
todos. No sé si con ello sube o baja el PIB pero sí se lleva mejor el tiempo y
se enriquece no lo que importa sino lo realmente importante.
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