martes, 27 de diciembre de 2016

NUEVA ADIVINANZA: LOS FILÓSOFOS DE LA NATURALEZA


Esta vez mejor damos la solución y anotamos algunos principios. Así que se resolvió la adivinanza. Se trata de los filósofos presocráticos. Los primeros pensadores, como parece lógico, fijaron su atención en los fenómenos de la naturaleza, fueron más “físicos” que otra cosa, fueron los filósofos de la naturaleza. ¿En qué otra cosa se iban a fijar, si no? Eran esos fenómenos extraños que a la vez les sobrecogían y les rodeaban en su día a día. Primero la física, luego la metafísica; primero los elementos, luego las ideas. Tal vez fue Sócrates el primero que trasladó la preocupación principal al ser humano como tal. Eso supuso un cambio esencial en el curso de eso que llamamos filosofía.
Así que ahí van algunas de las afirmaciones de algunos presocráticos:
Tales: El agua es el origen de todas las cosas.
Anaxinandro: Nuestro mundo no es más que un mundo entre otros muchos, que se crea y se difumina en lo indefinido.
Anaxímenes: El origen de todo es el aire o la niebla.
Parménides: Todo ha existido siempre y, por tanto, ningún cambio real es posible. Los sentidos nos ofrecen una imagen equivocada del mundo y no hay que fiarse de ellos. Es mucho más segura la razón. Parménides es tal vez el primer filósofo racionalista.
Heráclito: Su oponente. Su frase más conocida: “Todo fluye, nada permanece”. Y aquello de no podernos bañar dos veces en el mismo río. El poeta Ángel González lo expresaría mejor con sus propios versos.
Empédocles: Hay que rechazar la idea de que existe un solo elemento. Son cuatro los elementos que se combinan para formar la realidad: tierra, fuego, aire y agua. Dos fuerzas tensionan estas mezclas: el amor y el odio.
Demócrito: Toda la realidad está compuesta por pequeños átomos, todos eternos e indivisibles. Parece como que estuviera fundando la microbiología o la física cuántica.
Hipócrates: Este sí que fundó la ciencia de la medicina y hoy preside el juramento hipocrático.
Y así todos los pensadores de hace 2500 años en la Grecia clásica.
¿Se podrá entender, con un poquito de sentido común, que muchas de las apreciaciones acerca de la naturaleza y de los elementos físicos están en la raíz del ser humano, y que muchas de las reacciones ante ellos crean las costumbres y los usos más arraigados y duraderos? Pienso por ejemplo en la Navidad. Sin ánimo de restar ninguna importancia al simbolismo cristiano, ¿resulta difícil comprender que esta es una fiesta que arraiga y hunde sus últimos vestigios en la observación de la naturaleza y de sus fenómenos?

No sé en qué medida hemos superado estas afirmaciones en nuestros días. La ciencia nos lo tendría que decir. Después, el ser humano vuelve la vista y la atención sobre sí mismo. Pero ese ya es otro capítulo cuyas primeras páginas tenían que escribir Sócrates y sus discípulos.

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