Ni un reintegro. Nada. Cero. No
me ha tocado la lotería. Como prácticamente a todo el mundo.
Trato de imaginarme qué pensará
la gente al ver -es imposible no hacerlo- en cualquier medio de comunicación
las caras y las manifestaciones de alegría de los poquitos que resultan
agraciados. Calculo que un poco de envidieja, unos minutos de sueño
imaginándose ser la piel de los que ven, algún que otro exabrupto más o menos
silencioso, alguna otra frase -esta con la boca chica pero en voz reconocible-
cumplimentando la frase mostrenca del día de la salud, y vuelta a lo de cada
día, a lo reconocible y a lo natural.
Tampoco sé muy bien qué andará en
la mente de los premiados: ya digo que mi experiencia es nula porque nunca me
ha tocado. Calculo que el tiempo se les hará de otra manera y se les contraerá
hasta parecer que lo dominan en su imaginación pues creerán poder cumplir con
sus gustos en un momento, siendo así que hasta entonces todo se veía lejano y
en perspectiva. Tal vez el razonamiento y la escala de valores se modifique por
momentos. Quizás la relación con los más próximos parezca algo más abierta y
divertida. Seguro que se desinhiben… Qué sé yo.
En varias ocasiones he
reflexionado acerca de lo irracional que me parece ese mundo de la lotería que,
en una sociedad que se supone racional, es capaz de cambiar la vida de una
persona por un simple golpe de suerte. Los demás, que son prácticamente todos,
siguen sumergidos en el mundo del sueño y de la ilusión, que nunca se cumplen
por más que se esfuercen. No volveré sobre ello.
¿Y la visibilización que se hace
de estas costumbres y de estos ritos? Siempre las mismas preguntas con los
mismos tonos exaltados, con las mismas bebidas, con las mismas
sobreactuaciones, con las mismas apariencias de que todos están igual de
contentos, incluidos los preguntadores, con los detalles conmiserativos de
“estaba muy repartido”, “ha tocado a gente muy necesitada”, o “el pueblo lo
necesitaba después de las catástrofes”. Asociamos suertes con milagros y hasta
casi nos olvidamos de pensar que ese milagro también lo podíamos haber traído a
nuestras necesidades.
Al día siguiente la vida sigue,
la gente va a buscar el pan y a hacer la compra para la Navidad y las
siguientes imágenes se superponen velando la presencia de las anteriores. La
siguiente tal vez sea la de poner un pobre en la mesa. ¿Y la siguiente? Hay
muchas. No todas las seleccionamos personalmente. La rueda del calendario y las
costumbres que lo acompañan son cosa de todos y los días se pueden ver desde
distintas atalayas.
Ahora llega la Navidad, con sus
ritos y sus luces y sombras. ¿Cómo encararla desde otra perspectiva que no sea
solo la cristiana? Ahí están las variantes comerciales, familiares y, sobre
todo, naturales. ¿Cómo conjugarlas dignamente y de manera honrada? Cada uno
sabrá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario