Decididamente el inglés nos ha
comido la tostada: es la lengua del imperio, la del comercio…, la de la moneda.
Y todo se rige por el patrón del dinero. Qué pobreza. Todo debe estar al
servicio de la comunicación y del buen proceder, del bienestar del ser humano y
de la amistad entre todos. Cualquier cosa que contribuya a ello debe ser
aceptada y hasta promocionada. Nada que objetar sino todo lo contrario.
Pero nada impide que cada
hablante conozca con cierto grado de certeza su propia lengua, aquella en la
que su madre le enseñó los primeros vagidos, aquella en la que por primera vez
dijo madre, mamá, padre, papá, mío, bueno…; aquella en la que aprendió a leer y
a sentir, aquella en la que aprendíó a amar Eso sí que sería hacer nación, de
nacer y de amar.
Hoy considero el grado de
conocimiento de expresiones latinas que se conservan en castellano y no tengo
muy buena opinión al respecto. Tampoco es necesario que se usen por la calle y
a diario, pero sí de vez en cuando, entreverando nuestra conversación y
nuestros escritos; o al menos que sepamos interpretarlas en los casos en los
que las veamos escritas en cualquier papel.
La lista, desde luego, es muy
larga y cada expresión y locución tiene su propia historia en origen, uso y
conservación. Algunas incluso resultan tan familiares... ¿O no? A ver: A divinis; a priori; a posteriori; ab
initio; accésit; ad hoc; ad hominem; ad infinitum; ad kalendas graecas; ad
pedem litterae; ad nauseam; adenda; alias; alma mater; alter ego; carpe diem;
casus belli; cave canem; conditio sine que con; contra natura; corpore
insepulto; cum laude, curriculum vitae; de facto; de iure; déficit; do ut des;
dura lex sed lex; ecce homo; errare humanum est; ex professo; exempli gratia;
gratis et amore; grosso modo ( nunca
*a grosso modo); honoris causa; in dubio pro reo; ipso facto; in albis; motu
proprio (nunca *de motu proprio ni
*de motu propio); mutatis mutandis;
primus inter pares; stricto sensu; vox populi… Se me cansa la mano de
alargar la lista. Cualquier día volveré sobre alguna con un poco más de precisión.
No es más que nuestra lengua con
unos siglos de existencia, la manera de comunicarse entre los abuelos de
nuestros abuelos, la sangre de nuestra sangre, la columna de nuestra tradición
comunicativa. Tal vez tendríamos que respetarnos a nosotros mismos un poco más.
Y ser menos papanatas con cualquier cosa que venga de fuera, porque, si no,
vamos a parecernos a esos adolescentes que se transforman cuando ven a alguien
de su edad que llega a su localidad desde fuera a pasar unos días, aunque tenga
tantos o más defectos que ellos mismos.
Estos tienen más perdón de Dios
que otros, por más que la conmiseración pueda alcanzar a todos. Porque errare humanum est.
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