Podemos no va a votar al PP ni por activa ni por
pasiva. Bárcenas no va a implicar al PP ni por activa ni por pasiva. Son dos
frases reales oídas los últimos días; su repetición es frecuentísima para
expresar una negación fuerte y
convencida.
Convendría no ser tan asertivo, aunque solo fuera por
seguir el consejo que recordaba aquello de que “no debes decir de esta agua no beberé”, “arrieritos somos y en el camino nos encontraremos”, o incluso
aquella advertencia de “dime de qué
presumes y te diré de qué careces”. Pero, en fin, cada cual sabrá lo que
hace con sus palabras. Luego, las realidades no siempre se compadecen con
ellas.
Pero no quería yo hoy sacarle punta política a la
expresión sino algo de miga lingüística y social.
Parece evidente que con esta expresión hacemos
referencia a un elemento constitutivo del verbo como es el de la voz. Junto con
la persona, el número, el tiempo, el modo y el aspecto, componen nuestra
palabra más compleja y rica, aquella que incorpora más matices con aquello que
llamaban accidentes verbales, morfemas verbales, desinencias o simplemente
terminaciones.
Pero es que, en este caso, la lengua -la nuestra
también- es fiel reflejo de la evolución en sus hablantes, en sus usos y en sus
preferencias. Quedémonos con eso que llamamos voz.
¿Cuántos hablantes serían capaces de recordar
cualquiera de nuestras conjugaciones en su voz pasiva? Seguro que más de uno
respondería que ni siquiera en voz activa. No seamos crueles.
Históricamente no solo se ha hablado de voz activa,
sino también de voz pasiva, de voz media y hasta de voz perifrástica. ¿Por qué
solo imaginamos la voz activa? Sencillamente porque a las otras variantes -también
a la voz pasiva- las hemos mandado a paseo y las hemos jubilado. Casi la hemos
dejado de usar, y así no hay voz que resista su presencia.
¿Y qué hemos hecho con los conceptos que expresábamos
en voz pasiva? Pues la lengua se ha buscado la vida como ha podido y ha
encontrado diversas fórmulas. La más reconocida y la que se está llevando la
victoria en la pelea es la de la llamada pasiva refleja, aquella que mantiene
un sujeto que no realiza la acción sino que la recibe: “Casas son vendidas por
el constructor” pasa a “Se venden casas”; el verbo se manifiesta en voz activa
y en tercera persona con ese “se” que marca precisamente lo que llamamos pasiva
refleja.
Pediré perdón por este detalle técnico pero tampoco
parece difícil de entender, ¿no?
Y, trasladado esto al uso diario, ¿qué viene a
mostrarnos? ¿Que la lengua es un sistema cambiante siempre? Sí. ¿Que el
hablante provoca y admite los cambios sin conciencia de los mismos? También.
¿Que conviene analizarlos y controlarlos? Por supuesto. ¿Que la conjugación se
ha simplificado? Evidente. ¿Que muchos no recuerdan o no conocen la morfología
de la voz pasiva en el verbo? Claro. ¿Que así se van a aprobar más
exámenes que antes? De eso nada porque ya los más tontos andan empeñados en recuperar
el imperfecto de subjuntivo (“amara, amase”: “Desde que Pepito jugara en el
Peralejos”) con valores que no le corresponden. Por ejemplo.
Y ahora me voy a la calle, que tengo como ganas de
airearme. Agur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario