ROMANCE DE VUELTA
(Para el autoproclamado vencedor
en nuestra lid romancera)
N.B. Con él se viene a mostrar que tanto el duque de Alba
como Lope y hasta la obra de Las Batuecas del duque de Alba se alejan para dar
paso a un simple juego literario.
Pues te empeñas en llevarte
tan solo tú este trofeo,
quédate con él y escucha
cuánto yo te vitoreo.
Como vencedor mereces
laureles y camafeos,
un pedestal bien alzado
y un bruñido solideo.
Cuando invoques a los dioses
y a los héroes más cimeros,
te han de mirar con envidia
si no con grave respeto.
A nosotros, cual mortales
que este trofeo te ofrecieron,
míranos con buenos ojos,
con discurrir placentero.
Pero, coño, no te olvides
de ser también el primero
en hacer un buen acopio
de perfumes licoreros,
de viandas y de reservas
para hollar bien los senderos.
Majada traerá los mapas
y marcará los senderos,
pondrá cota a las jornadas
y prevendrá los remedios.
Yo, dispuesto a cualquier cosa
-No digas que no me ofrezco
a cualquier humilde oficio-,
pondré mi sed y mi empeño
en saciarme a cada paso
con los vuestros alimentos
-No voy a poner yo todo
lo que es mío y lo que es vuestro-.
Y así, sin otros remilgos,
todos alegres, contentos,
tú mirando hacia los cielos,
y nosotros a lo nuestro.
1 comentario:
Pues, ¿qué? ¿No fue en buena lid
como yo gané el trofeo?
¿Por qué me dices ahora:
tuyo es, yo no lo quiero,
y vienes con alabanzas
todo humilde y zalamero?
No me vengas con retranca,
sigue las reglas del juego,
que, en justos y en verenjustos,
helo ganado es bien cierto.
¡Qué bien supisteis hacer
con retiraros a tiempo!
Y, pues soy reconocido
como no podía ser menos,
dejemos dioses y héroes
y vamos ahora a lo serio.
¿Cómo que acopiar viandas
y perfumes licoreros?
No es bueno emprender la marcha
con los estómagos llenos,
ni se hacen los caminos
vueltos los ojos al cielo,
mientras se empinan los codos
-bota en alto, puños prietos,
sin que se escape una gota-
en equilibrio perfecto.
Como sabios hemos de ir:
pensativos y en silencio,
contemplando la hermosura
que ofrecen valles y oteros.
Frailes habremos de ser
con ese andar lastimero,
puesta la vista en lo alto
y otras veces en el suelo.
De comer, de tanto en tanto,
las raíces que encontremos
y beber el agua clara,
que reconforta al sediento.
No sé yo si en este plan
siguen vivos tus deseos
de transitar los caminos
y patear por los cerros,
olvidado del chorizo,
de la panceta, el torrezno,
del vino, del aguardiente,
del cafetito y del queso.
Fíjate que aquellos hombres
que en el mundo antiguo fueron
jamás se supo que nunca
ninguno probara aqueso,
y, con eso, discurrían
por los vivos y los muertos.
¿Para qué llevar viandas?
Yo sé que tú eres de aquellos
que les gusta pensar mucho
hasta averiguar lo cierto.
Prescindamos de la carga
hay que caminar ligeros
de comidas y bebidas:
pese solo el pensamiento.
A.Merino
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