Las palabras, esas vagas
aproximaciones a las ideas que en nuestras cabecitas concebimos acerca de la
realidad -las palabras no son representación de la realidad sino de las ideas
que concebimos de ella, algo que no es precisamente lo mismo- pueden causar
dolor y placer, daño o satisfacción, producir energía o dejarnos en el
desánimo. A veces incluso todo a la vez. Por eso es tan importante conocerlas y
usarlas de manera concreta y ajustada. Ojo con el poder de las personas que
mejor las dominan, para lo bueno y para lo menos bueno. De nuevo la bondad y el
sentido común se ofrecen como vértices indicadores.
Y lo que pasa con las palabras
sucede con las expresiones. Hoy toca esta: “Tiene lo que se merece”. Su uso se
produce tanto en tercera persona -entonces la responsabilidad parece que queda
más diluida y duele menos, sobre todo si el sujeto es colectivo-, o en segunda
persona, y entonces el aguijón se clava hasta el fondo. Prueben, si no, y notarán
la diferencia.
Vamos con la tercera persona. Valga
este ejemplo: “España tiene el Gobierno que se merece”. O este otro: “La ciudad
estrecha tiene el alcalde que se merece”. Bueno, más despacio; quietos hasta
ver. Ya va siendo hora de repartir responsabilidades y de ir haciendo ver que
toda causa acarrea alguna consecuencia; en estos ejemplos, que las votaciones
de los ciudadanos se concretan en gobiernos determinados y en manifestaciones y
líneas de actuación previsibles. Que cada cual apechugue con los resultados y
se dé por aludido en la medida que le corresponda. Hasta aquí parece que la
expresión se ajusta a la realidad y podríamos darla por buena. Pero es que ni
son todos los ciudadanos ni son todas las actuaciones. Los contextos, las
situaciones y los cambios tienen mucho que decir y que explicar en cada caso. Es
que eso del libre albedrío, uy eso del libre albedrío. Qué estupendo es para el
que le va bien y qué mal se ajusta para el que más necesidades tiene.
Y ahora la segunda persona, la más
directa y peligrosa: “Tienes lo que te mereces”. Sería certera la expresión si
todo dependiera de la persona y su situación no dependiera de los demás
elementos, eso que llamamos las circunstancias. Otra vez el recuerdo de Ortega,
aquello del “yo soy yo y mis circunstancias”, que algunos ampliamos y
radicalizamos más hasta concretar en “yo soy mis circunstancias”. Sea como sea,
el caso es que aquello de la libertad personal es algo acotado y con guardianes
que velan día y noche para que nadie se salga del terreno que ha acotado la
comunidad y que, por tanto, hay que cogerlo con pinzas y con mucho recelo. A
veces, pensar que alguien tiene lo que se merece es tanto como olvidarnos que
de la propia naturaleza nos ha dotado con cualidades muy diferentes, ante las
que poco o nada se puede hacer. Imagínense este caso, quién sabe si real o no, el caso es que tal vez sí o vaya usted a saber.
Una persona con un defecto físico en una de sus extremidades se encuentra con
otra por la calle y charlan. “Pues esta actividad me ha ido mal, esperaba algo
mejor”. Y la del defecto: “Es que tienes lo que te mereces”. Y en ese momento
el segundo dialogante se le queda mirando y le espeta: “Puede que tenga lo que
me merezco, pero al menos todavía ando bien y me mantengo firme y derecho”. Otra
manera de contestar a “tienes lo que te mereces”.
Las palabras, las hermosas
palabras, las terribles palabras, las pobres palabras, las palabras como
espadas, las palabras espejo de nuestras conciencias, las palabras como dardos…
las palabras, siempre las palabras.
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