Las redes sociales saben de mí más
que yo mismo. Cuando esta mañana he abierto alguna de ellas me he encontrado
con un ramillete amplio de felicitaciones por esa división del tiempo que nos
lleva a cumplir años. Luego la voz frecuente y cálida del teléfono durante todo
el día.
Creo que soy una persona notablemente tímida y
no tengo conciencia de haber facilitado mis datos personales muchas veces para
que la gente los conozca. Pero ahí están y no puedo ocultarlos. No puedo
esconderme y no me escondo.
Gracias a todos los que de diversas
formas me han mandado unas palabras de ánimo de diversas maneras. El ser humano
no es sin comunicación y mucho menos sin afecto, no es solo sino en compañía,
no tiene sentido sin los demás. Al lado de los otros mide el tiempo, se nota y
se siente más adelantado en el proceso de la vida y a veces (tal vez ya sea mi
caso) empieza a sentir que la resaca es larga. Frente a la visión pesimista,
quiero alzar mi alegría por la certeza de haber vivido, de haber andado y de
seguir andando y rondando en la borrachera de la vida, esa actividad contra la
que ya nada, ni la misma muerte, podrá nunca.
Un familiar muy cercano y querido
me aconseja que invierta en el futuro, que grite por el año que me espera, que
piense no en cumplir sino más bien en vivir gozosamente otro segmento más de la
cuadrícula de los años. Cumplir es solo un número, vivir es más complejo y
placentero.
Pues que sean las dos cosas, el
pasado nostálgico y hermoso para el recuerdo sereno, y el futuro templado pero
al trote, sin prisas y sin pausas, con el gozo y el ansia a las espaldas. Y
siempre con los otros, con los más cercanos y con los menos próximos, al frío y
al calor del paso de los días.
Y vosotros que lo veáis.
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