Hoy día 15 de agosto, se acumulan
imágenes en mi memoria y en mi conciencia. Al fin y al cabo, ¿qué es la
conciencia sino la memoria en actividad?
Hace hoy veinte años que falleció
mi padre y su recuerdo vuelve más sereno, pero no menos nítido; como regresa
con frecuencia el de mi madre, esos eslabones que me unen al paso del tiempo y
del espacio, que me engarzan como pedacito consciente a ese runrún universal y
cósmico del que todo forma parte, a esa red infinita que lo conecta todo.
Hoy los recuerdo a ambos, con
serenidad pero con cosquilleo, con la lentitud del que acepta lo inevitable y
trata de encontrar en el transcurso del tiempo la seguridad de que la vida se
ha cumplido y de que esa seguridad está por encima de la muerte, pues esta no
podrá borrar su existencia aunque se empeñe en velar su huella.
A veces se presentan imágenes concretas
que reviven hechos diminutos y sencillos en los que ellos y yo seguimos siendo
protagonistas. Estos son para mi álbum personal y en mí se quedan como comida propia
de comensal aislado y solitario. Otras veces la imagen se hace panorámica y
abarca los conceptos más genéricos. Pero siempre son ellos, y soy yo, y son los
otros seres más cercanos los que vuelven a dar fe de su existencia, y piden que
les guarde en mi conciencia, en mi álbum de fotos más queridas. Después, de vez
en cuando, las desempolvo y las amplío.
Hoy amplío las páginas con mi
padre, no todas concordantes, pero todas muy cerca. Hoy es para su recuerdo.
Que veinte años no es nada y él tiene todo el tiempo, todo el tiempo del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario