martes, 15 de agosto de 2017

QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA


Hoy día 15 de agosto, se acumulan imágenes en mi memoria y en mi conciencia. Al fin y al cabo, ¿qué es la conciencia sino la memoria en actividad?
Hace hoy veinte años que falleció mi padre y su recuerdo vuelve más sereno, pero no menos nítido; como regresa con frecuencia el de mi madre, esos eslabones que me unen al paso del tiempo y del espacio, que me engarzan como pedacito consciente a ese runrún universal y cósmico del que todo forma parte, a esa red infinita que lo conecta todo.
Hoy los recuerdo a ambos, con serenidad pero con cosquilleo, con la lentitud del que acepta lo inevitable y trata de encontrar en el transcurso del tiempo la seguridad de que la vida se ha cumplido y de que esa seguridad está por encima de la muerte, pues esta no podrá borrar su existencia aunque se empeñe en velar su huella.
A veces se presentan imágenes concretas que reviven hechos diminutos y sencillos en los que ellos y yo seguimos siendo protagonistas. Estos son para mi álbum personal y en mí se quedan como comida propia de comensal aislado y solitario. Otras veces la imagen se hace panorámica y abarca los conceptos más genéricos. Pero siempre son ellos, y soy yo, y son los otros seres más cercanos los que vuelven a dar fe de su existencia, y piden que les guarde en mi conciencia, en mi álbum de fotos más queridas. Después, de vez en cuando, las desempolvo y las amplío.

Hoy amplío las páginas con mi padre, no todas concordantes, pero todas muy cerca. Hoy es para su recuerdo. Que veinte años no es nada y él tiene todo el tiempo, todo el tiempo del mundo.

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