GIGANTOMAQUIA
Del éter las estrellas
arpegiaban
los sonidos que, en dulces
melodías,
se abismaban en lo hondo de
los mares;
el Olimpo aromaba con perfumes
los sotos y campiñas.
La sangre derramada por
Urano
llovió sobre la tierra
Gigantes que aspiraban al
banquete
sagrado de los dioses,
cual árbol de la ciencia
de la sabiduría,
sintieron que el Olimpo los
llamaba
para gozar los frutos
de luz y de razón.
Allí se vio batalla muy
forjada
contra las huestes múltiples
de Zeus;
los cuerpos se desmiembran
y todos los gigantes
ruedan hacia los valles
del Pelio y del Olimpo.
La tierra los acoge y los
sepulta
con la masa erigida
de su caliente sangre.
Desde entonces la sangre
riega campos y huertos.
No es comprender lo alto,
lo supremo es saber
mirar hacia otro lado.
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