viernes, 10 de noviembre de 2017

AMOR Y VIDA: BLÁZQUEZ DE PEDRO


Que el ser humano llega a la vida sin conciencia de las imposiciones que le aguardan parece una evidencia; que ordenar la vida supone encauzar esas imposiciones (familiares, sociales, económica, políticas, religiosas…) tampoco parece que se pueda discutir; que existen muchas formas de encauzar esas imposiciones resulta irrebatible… Al fin y al cabo, es la vida, ese trocito de espacio y tiempo que se nos ha concedido y que ni siquiera sabemos si es solo individual o colectivo.
A José María Blázquez de Pedro no se le conocen relaciones amorosas estables. ¿Será su manera de entender el amor lo que se lo impidió? ¿Será tal vez la falta de esa relación la que le facilitó la manera de entender ese amor? ¿Interfieren ambas cosas?
Sirva solo de pretexto y de brevísima introducción para darle la palabra y que se exprese. A partir de aquí, cada uno se hará su composición de lugar.
Desde la Cárcel Modelo de Madrid, escribía este texto parA El Rebelde, en junio de 1904: VIDA: “Ven amada mía; ven, mujer exuberante y hermosa; ven, manantial fecundo de la primogenitura humana; ven, fuente abundosa del placer y de la dicha. Ven, ven a mis brazos. Ven, ven…
Quiero gozar, quiero reír, quiero amar, quiero procrear contigo. Quiero percatarme del respirar anheloso de tu pecho y del latir acelerado de tu corazón. Quiero entrelazar apretadamente mis brazos contra los tuyos. Quiero besarte mucho, mucho, con pasión de llama consumidora, con dulzura de murmuriente ritmosidad, con exquisiteces de plácida ternura, con sacudimientos de espasmódicos arrebatos. Quiero morderte los incitadores y lujuriantes labios, quiero paladear tu lengua, quiero apretar mi cara contra la tuya. Quiero que tus carnes, ahítas de belleza, pletóricas de gozos, saturadas de vigor, repletas de finura y rezumantes de vida, se besuqueen con las mías en frenético, bullente y desenfrenado voluptuosismo. Quiero hociquear en el surco adormecido de tus pechos robustos y turgentes. Quiero palpar las morbideces irreprochables de tus caderas y de tus hombros. Quiero sentir en mis espaldas el contacto escalofriante de tus manos tibias. Quiero refocilarme con el frescor de la brisa que se cuela por entre nuestras carnes conjuncionadas. Quiero aspirar con ansia el ardoroso perfume carnal que borbotea invisible de tu cuerpo gallardo. Quiero gozarte intensamente, extensamente, plenamente, saciadamente. Quiero verter con prodigalidad el germen de la vida en tu cuenca receptiva y fecunda de la maternidad. Quiero gastarme, derretirme, agotarme, consumirme en gozar contigo, al generar más vida. Quiero destrozar mi existencia en hacer surgir otras y otras existencias. Quiero descomponer mi ser para formar otros y otros seres. Quiero morir gozándote y creando vida. Quiero reír, quiero amar…
No te detengas, no dudes, no vaciles. Deprecia compasivamente a los mamarrachos que se atrevan a censurarte.
Sé despreocupada, sé valiente y no busques al unirte al hombre más vínculo que el del amor. Entona un canto libre a la vida, sin temor a nada ni a nadie. Natura, tu madre y receptora, así lo ordena. Desatiende al cura y al juez que se obstinan en sacarte el dinero, echando ridículas bendiciones sobre tu unión, como también a la sociedad injusta, corrompida y deformada que te censura por ser libertaria y digna. Canta, canta a la vida con libertad.
Atiende a Natura que ordena y santifica tan grandioso canto. Ven, ven a mis brazos, ven, ven… Goza, ríe, ama…
Ya viniste. Triunfó Natura. Gocemos y gocemos hasta aniquilarnos para crear vida”.
El contexto real es el de una respuesta a carta de una mujer bejarana, casada pero enamorada del anarquista. Pero esto, salvando el morbo, poco importa. Interesa más la concepción que Blázquez de Pedro tiene del desarrollo del amor en el ser humano, también del amor sexual. Y aún más, tal vez, el valor literario del texto.

Entre esta concepción y la de la represión social continua, ¿cuál es la recomendable? A pensar al rincón.

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