Que el ser humano llega a la vida sin
conciencia de las imposiciones que le aguardan parece una evidencia; que
ordenar la vida supone encauzar esas imposiciones (familiares, sociales,
económica, políticas, religiosas…) tampoco parece que se pueda discutir; que
existen muchas formas de encauzar esas imposiciones resulta irrebatible… Al fin
y al cabo, es la vida, ese trocito de espacio y tiempo que se nos ha concedido
y que ni siquiera sabemos si es solo individual o colectivo.
A José
María Blázquez de Pedro no se le conocen relaciones amorosas estables.
¿Será su manera de entender el amor lo que se lo impidió? ¿Será tal vez la
falta de esa relación la que le facilitó la manera de entender ese amor?
¿Interfieren ambas cosas?
Sirva solo de pretexto y de brevísima
introducción para darle la palabra y que se exprese. A partir de aquí, cada uno
se hará su composición de lugar.
Desde la Cárcel Modelo de Madrid, escribía
este texto parA El Rebelde, en junio
de 1904: VIDA: “Ven amada mía;
ven, mujer exuberante y hermosa; ven, manantial fecundo de la primogenitura
humana; ven, fuente abundosa del placer y de la dicha. Ven, ven a mis brazos.
Ven, ven…
Quiero gozar, quiero reír, quiero amar,
quiero procrear contigo. Quiero percatarme del respirar anheloso de tu pecho y
del latir acelerado de tu corazón. Quiero entrelazar apretadamente mis brazos
contra los tuyos. Quiero besarte mucho, mucho, con pasión de llama consumidora,
con dulzura de murmuriente ritmosidad, con exquisiteces de plácida ternura, con
sacudimientos de espasmódicos arrebatos. Quiero morderte los incitadores y
lujuriantes labios, quiero paladear tu lengua, quiero apretar mi cara contra la
tuya. Quiero que tus carnes, ahítas de belleza, pletóricas de gozos, saturadas
de vigor, repletas de finura y rezumantes de vida, se besuqueen con las mías en
frenético, bullente y desenfrenado voluptuosismo. Quiero hociquear en el surco
adormecido de tus pechos robustos y turgentes. Quiero palpar las morbideces
irreprochables de tus caderas y de tus hombros. Quiero sentir en mis espaldas
el contacto escalofriante de tus manos tibias. Quiero refocilarme con el
frescor de la brisa que se cuela por entre nuestras carnes conjuncionadas.
Quiero aspirar con ansia el ardoroso perfume carnal que borbotea invisible de
tu cuerpo gallardo. Quiero gozarte intensamente, extensamente, plenamente,
saciadamente. Quiero verter con prodigalidad el germen de la vida en tu cuenca
receptiva y fecunda de la maternidad. Quiero gastarme, derretirme, agotarme,
consumirme en gozar contigo, al generar más vida. Quiero destrozar mi
existencia en hacer surgir otras y otras existencias. Quiero descomponer mi ser
para formar otros y otros seres. Quiero morir gozándote y creando vida. Quiero
reír, quiero amar…
No te detengas, no dudes, no vaciles. Deprecia
compasivamente a los mamarrachos que se atrevan a censurarte.
Sé despreocupada, sé valiente y no busques
al unirte al hombre más vínculo que el del amor. Entona un canto libre a la
vida, sin temor a nada ni a nadie. Natura, tu madre y receptora, así lo ordena.
Desatiende al cura y al juez que se obstinan en sacarte el dinero, echando ridículas
bendiciones sobre tu unión, como también a la sociedad injusta, corrompida y
deformada que te censura por ser libertaria y digna. Canta, canta a la vida con
libertad.
Atiende a Natura que ordena y santifica tan
grandioso canto. Ven, ven a mis brazos, ven, ven… Goza, ríe, ama…
Ya viniste. Triunfó Natura. Gocemos y
gocemos hasta aniquilarnos para crear vida”.
El contexto real es el de una respuesta a
carta de una mujer bejarana, casada pero enamorada del anarquista. Pero esto,
salvando el morbo, poco importa. Interesa más la concepción que Blázquez de
Pedro tiene del desarrollo del amor en el ser humano, también del amor sexual. Y
aún más, tal vez, el valor literario del texto.
Entre esta concepción y la de la represión social
continua, ¿cuál es la recomendable? A pensar al rincón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario