PAISAJE
Este sol que se empeña, testarudo,
en ser dueño y señor de nuestras tardes,
cuando noviembre mira sorprendido
las copas amarillas y los cauces
sedientos de los ríos y los valles.
La savia sigue en pie, sus amarillos
se niegan a volar, pasto del suelo.
Todo brilla en la tarde, pero el agua
no llega y hay un canto perezoso
como plegaria seca desde el aire.
Ha de morir noviembre,
y ha de morir llorando,
con agua de alegría o con la pena
de lágrimas azules si la lluvia falta.
Sigo mirando atento el horizonte.
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