miércoles, 15 de noviembre de 2017

PRONÓSTICOS


No son los del tiempo. Esos andan más claros estos días. Por desgracia, no hay perspectivas de cambio inmediato y la sequía nos seguirá agobiando hasta que algún día los cielos se desborden y nos aneguen con la abundancia de las lluvias. Ojalá que sea pronto, porque esto sí que es una desgracia para todos, sobre todo para los seres humanos.
Pero el pronóstico hoy va de sociedad y de política, de lo que presumiblemente puede suceder en esta vieja piel de toro. Las aguas (ahora solo es expresión recurrente) andan revueltas, siguen casi desbordadas, a pesar de que los destructores de presas parecen algo más tranquilos y con los humos más reposados. Veremos qué sucederá el próximo día 21D en las elecciones catalanas.
Pero suceda lo que suceda, la enfermedad larvada seguirá ahí y habrá que bizmar al enfermo, ponerle emplastos y recetarle aspirinas para que no se nos ponga peor y vuelva a la tos crónica. Lo malo es que, como se dice en estas tierras, hay andancio, o sea, la gripe está extendida y alcanza a todas las familias. No hay más que echar una ojeada y se verá que, a día de hoy, es políticamente incorrecto plantear ningún movimiento legal que implique cualquier tipo de recentralización; de tal manera que aquel que hable y no dé por descontado que solo es bueno aquello que contribuya a la descentralización y al centrifugado es tildado de retrógrado y de poco menos que tribal.
La verdad que los antecedentes políticos de la dictadura ayudan muy poco a esta defensa. La actitud vociferante y semiviolenta de algunas minorías extremistas tampoco favorecen nada la exposición de motivos y razones, porque ellos no cuelen precisamente exponerlos. Pero me parece -y ahí va el pronóstico- que se van a alzar voces serenas y razonadas en defensa de esa recentralización como forma de mayor igualdad y justicia social. Y tal vez sea desde sectores de la izquierda -ahí están ya los casos de Paco Frutos y de Borrell en Barcelona-, esa que tanto se ha dejado llevar por las pulsiones nacionalistas en los últimos 40 años, desde donde se volverá a poner el grito en el cielo por la falta de operatividad de tanto grupo aislado y tanto reino de taifa.
Yo personalmente lo tengo poco claro. Me reconozco bastante jacobino, pero no por banderas ni patrias, sino porque no tengo del todo claro que la dispersión sea lo que más favorece al ciudadano de a pie. En todo caso, estoy dispuesto a dejarme convencer con ideas y razonamientos; en ningún caso con voces, ensueños ni con ideas preconcebidas. Porque si la descentralización, la nación de naciones, eso de los pueblos (que yo no sé lo que es, y que me aterra pensar lo que sea)… y no sé cuántas cosas más son beneficiosas para el ciudadano normal, entonces ancha es Castilla y sean bienvenidas naciones, autonomías, regiones, provincias, pueblos, barrios y personas. Me convertiré en federalista, confederalista, regional, provincial, aldeano, activista de barrio y hasta adalid de la independencia personal. Y no me valdrán medias tintas ni calentarme al sol que más calienta con tal de complacer gustos imprecisos y poco racionales. Si es bueno, a por ello y hasta el final.
Porque las emociones son mías, esas sí que son mías y nada más que mías.
En fin, que, de momento, me conformaría con que a nadie se le escupiera si serena y razonadamente expone la simple posibilidad de retraer las administraciones en beneficio (o perjuicio, ahí entrarían los razonamientos) del ciudadano, de cualquier ciudadano, con independencia del lugar en el que habita y consume su vida.

Y luego ya, si eso, para otro rato, eso de las patrias, las banderas, las naciones, los pueblos, las tribus y los pueblos elegidos y especiales. Luego ya, si acaso.

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