Hace ya bastantes años, cayó en mis manos -por
cortesía de un buscador ratón de biblioteca- la fotocopia de una revista
publicada en Béjar hace un siglo. Era época de agitación de ideas, de páginas y
de personas que tenían mucho que decir desde y en la ciudad estrecha.
Había oído hablar de él pero nunca lo había
encarado de manera directa. Era, y es y será, un personaje singular y muy
llamativo. Su nombre es José Carmelo Blázquez de Pedro, más conocido por José
María Blázquez de Pedro. Me acerqué con curiosidad a los números del
periódico-revista Cultura y Tolerancia. Y descubrí, en cuanto abrí la ventana de
sus páginas, la existencia de un ser excepcional. Amante de su familia,
religioso primero y anticlerical más tarde, anarquista progresivo, agitador
cultural, replicante irredento, provocador social, idealista infinito… y mil
cosas más que me lo dejaron como una de las personas que merece la pena conocer
y con las que es delicioso intercambiar ideas.
Por diversas razones, me olvidé un poco de
él. Tampoco había demasiadas pistas para seguirle ni textos a los que acudir.
No los había o yo no los conocía. Después, algunas citas concretas, varias
alusiones indirectas y no mucho más.
Hoy -ayer- llega a mis manos un trabajo
serio y concienzudo (350 páginas más cuadernillo) que rastrea la personalidad y
la obra de este bejarano exento, único y, como tantos otros, casi desconocido
por casi todos. Ni ha sido ni será seguramente políticamente correcto; por lo
tanto, no interesa. Me apresuro con avidez a conocerlo algo más. Su personalidad
y, sobre todo, sus textos. En ellos y en ellas están sus ideas. Pronto
presentaré este libro e incitaré como mejor sepa a que otros lo conozcan también.
Ando en sus páginas y cada línea es un gozo.
Una pequeña muestra. En un discurso a los
obreros bejaranos, los anima a luchar por el horario de ocho horas y predica no
a favor del trabajo y de los horarios interminables sino para entender el valor
del tiempo libre y la dedicación de cada ser a sí mismo y no a la satisfacción
de necesidades impuestas por los poderosos. Esto dice en el discurso: “Lo
honroso, lo enorgulleciente, lo humano, lo natural, lo bueno, lo justo y lo
bello es ser libres, es sentirse contentos, es hallarse dignificados es
disfrutar de todo lo existente en igual proporción que los demás, es vivir cada
cual su propia e independiente vida, en lugar de arrastrarse de modo triste y miserable y supeditarla inútilmente
al mango de una herramienta.
La culpa de todo esto -me diréis- no es
nuestra, sino de la religión,
que nos bestializa y degrada desde la niñez; del capital, que nos estruja sin conciencia y no nos deja el tiempo
indispensable para sentir, observar, pensar y darnos clara cuenta de nuestro
lamentable estado; y de la autoridad,
que nos oprime, violenta, aprisiona y mata”.
Buenas palabras para una discusión seria y
con dinamita. Quizás para después del fútbol. Cachis.
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