martes, 21 de noviembre de 2017

CONSENTIR


Se juzga estos días a un grupo de desaprensivos que, “en manada”, violaron a una chica en Pamplona, durante los Sanfermines. Juicios de este tipo se producen casi a diario, aunque este se ha convertido en símbolo de un hecho que resulta más complejo de lo que pueda parecer. La mejor prueba de ello es que se repite tozudamente, por más que lleve aparejada una condena pública cada día más agria y general.
Si no jerarquizamos ideas y admitimos la causalidad múltiple, tengo para mí que no lograremos eliminar esta lacra de nuestra sociedad y seguiremos de lamento en lamento hasta la derrota final.
Algo debería quedar claro para todos como punto de partida: cuando un ser humano (mujer u hombre, tanto da) rechaza relaciones sexuales, no hay ninguna otra razón que añadir. Cualquier ser humano tiene que ser dueño de su cuerpo y de su voluntad. Sin esta idea diáfana como el sol de mediodía, lo demás carece de sentido y no merece la pena continuar con ningún argumento.
Pero en las relaciones humanas intervienen numerosas variables. Algo tendrán que decir la educación, la escala de valores, los instintos biológicos, los prejuicios religiosos y culturales, las costumbres comunitarias… Muchos elementos como para despachar esto en un renglón. Un ejemplo para enredar en el caso que nos ocupa, y siempre dejando claro el principio expuesto más arriba: ¿qué hacen miles de personas hacinadas en una plaza de dimensiones reducidas, empujadas a la bebida y al jolgorio incontrolado? Pues esto lo favorecen los mismos que luego se llevan las manos a la cabeza.
Por si el asunto no tuviera pocos cabos, los abogados defensores -qué labor la de un abogado defendiendo a alguien que sabe culpable y aportando argumentos que sabe fallidos y mentirosos- aducen que la violada fue “consentidora” de los hechos. ¿Qué querrán decir con eso de “consentidora”? Supongo que se agarrarán al diccionario: “que consiente que se haga algo, debiendo y pudiendo estorbarlo”. Vamos que, a la pobre muchacha, no se le ocurrió coger el zapato y empezar a mamporrazo limpio, y por ahí la han pillado.
Qué barbaridad. Y lo mismo hasta el juez tiene que darles parte de razón.
Otra vez la pobreza de todas las palabras. Se nos olvida partir del criterio etimológico y así nos va. Consentir es la suma de CUM y SENTIRE, o sea, sentir en común la misma cosa, compartir el sentimiento y la sensación. Y ya me dirán ustedes si esa sensación compartida la podemos imaginar siquiera en los de la manada y en la agredida. No se trata, por tanto, de una actitud pasiva sino de un sentimiento positivo, querido y agradable. Y ya no es necesario ni ser más explícitos ni continuar con el razonamiento.

Tal vez algún esfuerzo en el conocimiento y en el uso algo más preciso de la lengua nos ahorraría algún disgusto. Y el reduccionismo en el mundo de las relaciones sexuales acaso también.

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