Se juzga estos días a un grupo de
desaprensivos que, “en manada”, violaron a una chica en Pamplona, durante los
Sanfermines. Juicios de este tipo se producen casi a diario, aunque este se ha
convertido en símbolo de un hecho que resulta más complejo de lo que pueda
parecer. La mejor prueba de ello es que se repite tozudamente, por más que lleve
aparejada una condena pública cada día más agria y general.
Si no jerarquizamos ideas y admitimos la causalidad
múltiple, tengo para mí que no lograremos eliminar esta lacra de nuestra sociedad
y seguiremos de lamento en lamento hasta la derrota final.
Algo debería quedar claro para todos como punto
de partida: cuando un ser humano (mujer u hombre, tanto da) rechaza relaciones sexuales,
no hay ninguna otra razón que añadir. Cualquier ser humano tiene que ser dueño de
su cuerpo y de su voluntad. Sin esta idea diáfana como el sol de mediodía, lo
demás carece de sentido y no merece la pena continuar con ningún argumento.
Pero en las relaciones humanas intervienen
numerosas variables. Algo tendrán que decir la educación, la escala de valores,
los instintos biológicos, los prejuicios religiosos y culturales, las
costumbres comunitarias… Muchos elementos como para despachar esto en un renglón.
Un ejemplo para enredar en el caso que nos ocupa, y siempre dejando claro el
principio expuesto más arriba: ¿qué hacen miles de personas hacinadas en una
plaza de dimensiones reducidas, empujadas a la bebida y al jolgorio
incontrolado? Pues esto lo favorecen los mismos que luego se llevan las manos a
la cabeza.
Por si el asunto no tuviera pocos cabos, los
abogados defensores -qué labor la de un abogado defendiendo a alguien que sabe
culpable y aportando argumentos que sabe fallidos y mentirosos- aducen que la
violada fue “consentidora” de los hechos. ¿Qué querrán decir con eso de “consentidora”?
Supongo que se agarrarán al diccionario: “que consiente que se haga algo,
debiendo y pudiendo estorbarlo”. Vamos que, a la pobre muchacha, no se le
ocurrió coger el zapato y empezar a mamporrazo limpio, y por ahí la han
pillado.
Qué barbaridad. Y lo mismo hasta el juez
tiene que darles parte de razón.
Otra vez la pobreza de todas las palabras. Se
nos olvida partir del criterio etimológico y así nos va. Consentir es la suma
de CUM y SENTIRE, o sea, sentir en común la misma cosa, compartir el
sentimiento y la sensación. Y ya me dirán ustedes si esa sensación compartida la podemos
imaginar siquiera en los de la manada y en la agredida. No se trata, por tanto,
de una actitud pasiva sino de un sentimiento positivo, querido y agradable. Y
ya no es necesario ni ser más explícitos ni continuar con el razonamiento.
Tal vez algún esfuerzo en el conocimiento y
en el uso algo más preciso de la lengua nos ahorraría algún disgusto. Y el
reduccionismo en el mundo de las relaciones sexuales acaso también.
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