martes, 25 de febrero de 2020

!A GALOPAR!



 ¡A GALOPAR!
¿Cuántas veces nos paramos a pensar en las imposiciones que nos marcan los demás desde el comienzo de nuestra vida? ¿De dónde procede, por ejemplo, eso que se llama vocación en muchos de nosotros? ¿No tiene que ver con el ambiente familiar o de amigos o de vecinos? ¿Cuánto nos queda de decisión personal? Será bueno pararse a pensarlo, pero con cuidado, porque podemos morir en el intento.
Hay un personaje de nuestra literatura que tiene que luchar con vientos y tempestades para darse a sus deseos personales, a sus invenciones y a sus ideales. Pienso, claro, de nuevo, en don Quijote. Qué cantidad de trabas se le colocan de un lado y de otro antes de volar por tercera vez por el mundo a desfacer tuertos (nunca entuertos), a socorrer doncellas… Así, a vuela pluma: El ama y la sobrina lo quieren retener en casa a toda costa; otro tanto hacen el cura y el barbero. Por el otro lado actúan el interés jocoso y hasta de chulería del bachiller y el no más pequeño egoísmo de Sancho con su ínsula y su regustillo por las prebendas y los beneficios. Y, como telón de fondo, el mundo irreal (o más real) de la antigua caballería, el de los caballeros a pie de obra idealista, distintos de los contemporáneos de nuevo cuño, cortesanos y acomodados.
En medio de todo ese maravilloso contrapunto, nuestro caballero se alza para realizar su sueño y su propósito de vida, ese que lo llevará loco-cuerdo y que lo traerá cuerdo-loco de nuevo hasta la aldea, allá en el final de las aventuras.
Se podrá argumentar a favor y en contra de las fuerzas que tiran en un sentido y en otro; difícil será hacerlo para negar su existencia y los condicionamientos que imponen a este personaje. Daría para una disertación larga e interesante.
Cualquiera de nosotros está entrizado entre dos paredes que oprimen y que empujan en dirección contraria. La tensión la tenemos que calmar nosotros tomando decisiones personales e intransferibles. En cada ocasión y en cada momento. Ojo, con la desgracia de que, al momento, en la siguiente ocasión y sin solución de continuidad, nos vamos a encontrar en las mismas. De tal manera que, al final de camino, tal vez nos convenzamos de que la vida es una continua toma de decisiones para terminar haciendo cuentas de que ese mundo nos acechaba en cada esquina, y de que, por otra parte, tampoco es tan malo sentirse orientado y acompañado un poco por lo que nos rodea. ¿En qué medida cada cosa? Ufff.
Don Quijote tardó mucho en decidirse a salir a las aventuras por tercera vez. Pero salió, y salió con más fuerza y gallardía que las dos primeras. Hasta que, ay…, algo le vino a sugerir, imponer o convencer de que el camino era de ida y vuelta. Pero eso fue mucho más tarde. De momento, salió al camino y a la vida, con su ilusión a cuestas. Un buen ejemplo de entusiasmo, de ilusión y de ganas de transformar el mundo. Allá cada cual.

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