REPOSO DE CABALLEROS
No
se muera vuestra merced, señor mío, le dice Sancho a don
Quijote en su lecho de muerte. Antes de todo ello, el caballero había pasado
por muchas aventuras y por varias caminatas y salidas. Al final de una de ellas
se mantuvo en casa, reponiéndose de sus desilusiones y agotamientos. Hasta ella
lo condujeron el cura y el barbero: “adonde
entraron en la mitad del día, que acertó a ser domingo, y la gente estaba toda
en la plaza, por mitad de la cual atravesó el carro de don Quijote”. Pobrecillo,
enjaulado, adefesio y mamarracho a la vista de todo el mundo, como un hazmerreír
y objeto de burla. Algo no muy diferente a lo que sucede hoy con cualquiera que
se ilusione con algo que se salga del patrón y de la escala de valores del egoísmo
en la que nos movemos.
En esa parada intermedia
lo he dejado una vez más. En esta ocasión reposará hasta que me vuelva la
comezón y le abra de nuevo las puertas del corral para que vuelva a ser
caballero que vuele la ribera y sea
de aquellos que a las aventuras van.
Creo que siempre
-¿cuántas veces?- he leído el Quijote sin respetar el intermedio entre la
primera y la segunda parte. ¡Y su concepción y publicación tiene un descanso de
diez años! Tal vez por ello, la segunda parte está mucho más cuajada y resulta
mucho más honda y es menos resultado de una cadena de cuentos populares. Así
que dejaré en la bodega el vino para que repose en barrica unos días o unas
semanas y volveré a echar un trago con la convicción de la solera y del buen
paladar.
Me sigue apasionando la
lectura de este libro y cada vez le encuentro atractivos nuevos: léxico,
situaciones, reflexiones, capacidad para crear complicaciones y para
solucionarlas, diálogos apasionantes, implicaciones de todo tipo… Y otros mil
elementos contradictorios y llamativos por parecer propios de un escritor algo
descuidado: uso de pronombres, anacolutos, desordenes, descuidos…
Pero lo sumo todo y me da
un cóctel maravilloso que me atrapa y no me deja de la mano; antes bien, me
gustaría siempre seguir a todos los personajes para divertirme con ellos, para
hacerles reproches o para aplaudirles como un forofo más. Siempre la suma me
sirve mucho más que las partes.
Y que nadie crea que no
le arrimo reproches cada pocas páginas. Pondré un ejemplo. ¿A qué vienen los
episodios LI y LII, con los relatos de la historia de Leandra y la de los
cuadrilleros? ¿No se habría cerrado perfectamente el relato con las reflexiones
del canónigo, del cura, de Sancho y de don Quijote acerca del valor de la
literatura de caballerías, de la realidad y de la ficción, del encantamiento y
del egoísmo? Mi impresión de lector es la de que sencillamente sobran.
Mas una golondrina no hace verano. Donde menos se piensa salta la liebre. El
q ue ve la mota en el ojo ajeno
vea la viga en el suyo. Vendrán por lana y saldrán trasquilados. Y para todo
hay remedio si no es para la muerte.
Porque aliquando dormitat Homerus y cualquier escribano echa un borrón.
Descanse, pues, don Quijote,
cuente todas sus cuitas Sancho a su mujer y repónganse ambos, que el tiempo viene
bueno y los caminos aguardan sus pasos y mis miradas. Y pronto todos seremos otra
vez caballeros que a las aventuras van. Vale.
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