lunes, 10 de febrero de 2020

LE SON ET LE SENS BAILAN UN TANGO



LE SON ET LE SENS BAILAN UN TANGO      
Me regala dos libros Francisco Castaño a través de L.F. Comendador. Son los últimos de su extensa cosecha. Antes de nada, gracias, amigo. F. Castaño es uno de los poetas españoles que mejor conserva el ritmo en su poesía. Quiero decir el ritmo externo, ese que cuenta sílabas, que distribuye acentos y que señala pausas y silencios. Es toda aquella parte que –él, que ´francesea´ tanto lo entiende muy bien- conocemos como “le son”. Parece evidente que no concibe la poesía sin el dominio de ese ritmo. Señalaré enseguida que yo tampoco. Y que hay un porcentaje muy elevado de poetas españoles que han perdido el compás por el camino; tal vez porque no lo han encontrado nunca. Claro que el ritmo incluye más elementos y que existe también el complejo mundo del ritmo interno.
Pero siempre se me ha planteado el asunto de la segunda parte, “le sens”, como el otro elemento sin el cual la poesía se me queda en un porompompón y en un ejercicio técnico y frío. La hondura del pensamiento que se exprese en el poema y la emoción que sea capaz de transmitir en el creador y en el lector son los elementos que transportan al poema hasta un nivel diferente y más elevado; y son los que, en último término, merecen más la pena.
Si el poema no palpita y se cimbrea como espiga movida por el viento, o se aquieta como la noche y el silencio, falta algo que es lo que impregna el ambiente de perfume y de llamada ante la que no se puede dejar de responder.
Resulta obvio decir que la suma bien trabada de ambos elementos es la que da la redondez al poema y lo mantiene en el tiempo y en el recuerdo. La creación poética es también una práctica y un oficio, una técnica y un aprendizaje continuos. Como lo es cualquier otro oficio. Pero este oficio requiere otro fondo más y otra entrega sin pudores ni reservas. Es en ese torrente donde crecen los regatos y los ríos, las torrenteras y las avenidas de la emoción y del encanto, los relámpagos del asombro y hasta el éxtasis de la contemplación.
Supongo que, si leyera estas líneas Paco Castaño, se pondría a pensar que le achaco el abandono del sentido y le critico quedarse solo en la perfección del ritmo. No es el caso. Lo hago desde el reconocimiento de que domina el ritmo externo casi a la perfección y debería servir de ejemplo para tantos que se ponen, pluma en ristre, a sumar palabras sin saber cómo hay que distribuirlas y dejando la apariencia de que lo mismo les da so que arre en el sonido.
Es verdad que las estrofas tradicionales, que Paco compone con tanto dominio en estos libros (¿hay alguien que encadene tercetos tan bien como él?) han perdido espacio y uso. Paco las sigue reivindicando y hace bien: está en su derecho. El verso blanco y libre concede mucha mayor libertad en la expresión. Pero una cosa es esa libertad y otra muy diferente es la ignorancia y la falta de dominio del uso, de la distribución de las palabras y de las frases y, en definitiva, del vestido con el que presentamos las ideas poéticas.
Paco Castaño es colega al que conocí hace ya muchos años en unos cursos veraniegos y poéticos en El Escorial. Es pródigo poeta. En él tienen y tenemos todos un buen ejemplo para ser imitado en lo que al dominio formal se refiere. La herramienta y la técnica son comunes y terminan impregnando y configurando el contenido. Después, el mundo poético es ya de cada uno. Y su modulación también.

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